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2010/09/11

EDH-"Somos valientes. Los muertos no nos dan miedo"

 "Somos valientes. Los muertos no nos dan miedo".A diario, decenas de niños salvadoreños presencian las escenas de homicidios y viven limitados por la criminalidad. Especialistas advierten que eso incide en que sean inseguros o muy agresivos

Karla Argueta.11 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Lucía -delgada, morena y de dientes picados- tiene apenas nueve años pero ya sabe cómo suena un disparo y conoce su fatal desenlace. Esta tarde contó cuatro detonaciones, dice, se encerró en su cuarto y le llamó a su madre. Ella le ordenó lo de siempre: que no saliera del pasaje y se mantuviera alejada de la cinta amarilla. Sin embargo, Lucía ha trepado junto a otros de sus vecinos la malla ciclón del patio de una casa "para ver bien al muerto".

La niña está sorprendida. Por unos segundos, sus enormes ojos color negro han dejado de pestañear. Mario M., de 17 años, está tirado sobre el monte, boca abajo, con una camisa gris y un par de tenis blancos, dice. Agrega que junto a él está la tómbola con la que cada tarde Mario elevaba una piscucha y de su cabeza sale sangre. A Mario cinco pandilleros acaban de asesinarlo de tres disparos, en la colonia Vista al Bulevar, en Soyapango, a un costado del Hospital Amatepec.

El promedio diario de homicidios en El Salvador es de 12 y en cada hecho suele haber decenas de "curiosos", entre ellos niños.

"El país se ha vuelto tolerante con la violencia. A la gente le parece normal y trata de adaptarse a ella", asegura la directora de Plan El Salvador, Rossana Viteri, quien suma otra conclusión preocupante: "la vida diaria de los niños está limitada por la violencia. Está en casa, en la escuela, en la comunidad, en todas partes, y repercute en su vida y en su autoestima".

"Somos valientes. Los muertos no nos dan miedo", afirma Juan, de diez años, moreno, con el cabello desordenado y tan menudo que luce como un chico de siete. "A esta chillona sí. Es bien miedosa", agrega, mientras señala a su hermana, Gloria, y le hace una mueca.

Los hermanos viven a unos 500 metros de la zona en la que mataron a Mario. La madre de ambos se quedó en casa, viendo la novela, dice Juan, y él solo dijo que iban a jugar.

"Aquí no es tan peligroso. En la 22 de Abril sí. Ahí se escuchan balazos seguidito", cuenta desenfadado, mientras espera su turno para subir en la malla. La distancia que separa a Juan de la comunidad 22 de Abril son unos cuantos pasos.

A diferencia de Lucía, Gloria, de siete, es tímida. Con la mirada fija en el piso cuenta que los disparos la atemorizan "porque matan" y los muertos le dan miedo "porque tienen caras feas".

Georgina Villalta, gerente de la Red para la Infancia y la Adolescencia (RIA), asegura que los niños pueden experimentar problemas de aprendizaje, de conducta y emocionales debido a la exposición a la violencia. Para ejemplificarlo, recuerda el caso de Tatiana, una niña de 15 años, que "no podía sacarse de la cabeza el olor a carne quemada y los gritos de los pasajeros del microbús incendiado" en Mejicanos, el pasado 20 de julio. Esa noche, la niña estaba en su casa y escuchó la angustia de las víctimas.

De vuelta a la escena, unos seis policías custodian la escena e impiden atentos el paso de cualquier vecino, más de una decena de adultos cuchichean a unos metros del cadáver; pero ninguno aleja a los niños.

"Los cipotes ya están acostumbrados, y como son necios, no hay quién los detenga", argumenta Ana Delgado, una lugareña de 28 años, que lleva más de 20 minutos pendiente de cada movimiento de la Policía en la escena de este nuevo homicidio.

Gloria y Juan cuentan que cuando su madre u otro adulto no pueden acompañarlos camino a la escuela, no asisten a clase, y menos cuando escuchan las sirenas de la Policía o ven más soldados de lo usual.

"Antes, el aula era un lugar de protección; hoy es un factor de riesgo", dice Villalta. "La clases se paralizan con cada hecho violento, con el asesinato de un maestro", agrega.

Solo en San Salvador unos 100 centros educativos están bajo la vigilancia permanente de la Policía; sin embargo, los homicidios contra la comunidad educativa no cesan. Ya superan los 40 este año.

"Para los niños es doloroso enterarse que atacan a sus compañeros, que le piden rentas a sus maestros y los matan", enfatiza la representante de la RIA.

Viteri asegura que aunque el gobierno ha logrado que más niños asistan a la escuela, no ha sido igual de acertado en garantizar su seguridad, por lo que los logros están en riesgo. "En un clima de temor ¿cómo esperan que los niños aprendan?", se cuestiona.

Fuera del centro educativo, a Lucía su madre le ha ordenado no hablar con algunos de sus vecinos porque "no andan en cosas buenas", también le ha aconsejado cambiarse de acera si los encuentra en su ruta a la tienda, y le ha ordenado no contestar su celular si el número es desconocido. Todo un protocolo de defensa personal que Lucía apenas entiende.

De Villalta sostiene que "el ambiente de violencia vuelve a los niños inseguros y en otros casos propensos a ser agresivos y por qué no decirlo en un posible victimario".

En Vista al Bulevar, luego de 40 minutos, una nueva decena de niños ha relevado a los primeros, Gloria está desesperada y Medicina Legal sigue ausente al igual que la madre de los hermanos.

Gloria le advierte a su hermano, en son de broma, que por la noche lo irán a asustar y que no podrá dormir. El niño la ignora y, para que no quede duda, aclara que no es el primer muerto que ha visto y repite una y otra vez que es valiente y no les teme.

La madre de Lucía puede llegar en cualquier momento, así que la niña emprende como si nada el camino a su casa para iniciar las tareas. "Pobrecito el muchacho. Ha de ser feo morir así", dice.

elsalvador.com :.: "Somos valientes. Los muertos no nos dan miedo"

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