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2010/09/11

EDH-Maridaje letal

 Carlos Mayora Re.11 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

"Es así, en forma gradual y localizada, que el narcotráfico comienza a infiltrarse y transforma a gobiernos y gobernantes en sus rehenes. El Salvador no puede entrar en este circuito de terror y de miedo. Como también no podemos dejar que segmentos de la sociedad, en especial las personas más pobres, sean rehenes de las pandillas y bandas menores, no por eso menos sádicas y peligrosas. Las maras, las pandillas no pueden continuar actuando y creciendo impunemente, transformando barrios y comunidades en territorios libres para sus delitos".

El narcotráfico y las pandillas han sido dos temas recurrentes en la agenda del gobierno; desde el discurso de toma de posesión presidencial, del cual hemos extraído un párrafo, hasta las múltiples intervenciones del Presidente, dentro y fuera del país.

No es para menos: las dos realidades son cada una un cáncer mortal que corroe el tejido social, pero juntas… Dios nos libre. Hemos tenido muestra de las dos. Empezamos la semana con los barriles millonarios y la mediamos con el parcial paro forzado provocado por los alardes y bravuconadas de algunos dirigentes pandilleros.

Las maras y los narcotraficantes se potencian mutuamente. Establecen una simbiosis funesta: lo que a ellos les da vida, en los demás causa muerte. Lo que a ellos los hace crecer, termina por marchitar la paz, la vida social y económica de barrios y colonias, para ir extendiendo la anarquía, como ha sucedido en ciudades importantes de México y Colombia.

Esa unión por conveniencia produce un coctel mortal, cuyos ingredientes, por parte de las pandillas son: sicarios baratos, sin miedo a la muerte y muy bien organizados, inmunes a las leyes por su condición de minoridad, transparentes a la inteligencia del Estado; extraordinario poder de convocatoria que logra fidelidad y compromiso al sistema, y un sistema de capilaridad social y organización que llega hasta los últimos rincones: para la información y el control, además del trasiego de la droga.

Los narcotraficantes aportan dinero, mucho dinero. Es decir: armas y corrupción. Drogas: recursos, poder, dependencia… Desarticulación de las instituciones por la "ley de los metales": o plata o plomo… El funcionario, el policía, el juez acepta el soborno, o aparece muerto. Terrible.

Se genera una situación social insostenible, causa y efecto del desencantamiento social causado por el atractivo de la violencia como recurso único para resolver conflictos e imponer voluntades, que convierte a la delincuencia no sólo en un modus vivendi, sino en un dotador de sentido para la propia existencia de algunas personas.

Ocupan territorios, primero física, después psicológicamente, para terminar invadiendo los económicos y productivos, con el consiguiente desequilibrio económico y de seguridad jurídica.

Por ese camino se convierten en la principal amenaza para la seguridad nacional de cualquier país. De mano de la corrupción privada, la deshonestidad pública engendra violencia, desinstitucionalización, inoperancia del Poder Judicial, debilitamiento de la fiscalía, confusión y corrupción de la policía, ejército, políticos… No hay narcotráfico sin corrupción, ni hay maras sin violencia. Cada uno pone su parte y terminamos por vivir en el terror y la anarquía.

La raíz es la avaricia y la crisis de identidad personal, la ceguera a las opciones de futuro; su alimento el poder y el vacío de sentido. Su enemigo la Democracia (así, con mayúscula).

Lo peor que puede pasar es que los gobernantes pacten con ellos. Lo mejor, que se llegue a tiempo y se blinden las instituciones, se fortalezcan los jueces y las leyes, se actúe con la ley en la mano, que la policía cumpla su cometido, como lo ha hecho. Sólo así se evita apagar fuego con fuego, alimentar la espiral de la violencia.

*Columnista de El Diario de Hoy. carlos@mayora.org

elsalvador.com :.: Maridaje letal

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