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2010/09/14

EDH-Patriotas de hoy

 Federico Hernández Aguilar.15 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Del color de la patria tiene los ojos esa madre que se enjuga las lágrimas, tras varias horas delante del crucifijo, pidiendo al cielo que aleje a sus hijos de las maras. También huele a patria el sudor del obrero que todos los días, al final de la jornada, se sienta a la mesa para atender amorosamente las demandas de seguridad y cariño de su familia.

A pesar de la incertidumbre imperante, son cientos de miles los patriotas anónimos que se levantan temprano y acuden a sus lugares de trabajo para ganarse el pan. Y son ellos los que cargan sobre sus hombros la entereza de ánimo que en días recientes tuvo que exhibir, otra vez, esta patria sufrida y bendita, acorralada como se encuentra por el crimen y la violencia social.

Aunque existen malos agentes que caen tentados por el dinero fácil, también es verdad que son muchos más los policías que cumplen con su deber, aun a costa de la salud y la vida. Son numerosos los soldados que esta noche se sujetarán a un estricto régimen de vigilia, sostenidos por la alerta permanente de un municipio sitiado por la delincuencia, y permitirán así que familias enteras se entreguen al descanso. También conformarán ejércitos los médicos y enfermeras que este día van a turnarse, en la red nacional de hospitales, para encarar la avalancha de lesionados que el país está "produciendo" a falta de verdaderas estrategias de combate a la inseguridad.

Profesionales y trabajadores, en todos los niveles y circunstancias, madrugarán también en días de amenaza al transporte o al comercio, y con su laboriosidad e iniciativa contribuirán a mantener girando las tuercas de nuestra golpeada economía. Este 15 de septiembre, el homenaje de la patria les incluye de manera especial a ellos.

Si por "patriota" designáramos únicamente a quien hace 189 años contribuyó con su esfuerzo heroico a sentar los fundamentos de la nación salvadoreña, entonces la Patria (así, con mayúscula) sería una quimera, una historieta cívica adosada a la memoria de hombres insignes, preclaros, oficialmente ejemplares, pero lejanos a nosotros en el tiempo.

No es así. La patria es un cuerpo vivo, móvil, alimentado por el trabajo de miles y miles de ciudadanos de a pie; un organismo en continua regeneración que demanda compromisos diarios (grandes o pequeños) de parte de todos los que consideramos el país como el lugar más entrañable y acogedor de la tierra, no sólo porque aquí nos tocó en suerte nacer, sino porque le hemos elegido, a veces sin darnos cuenta, como el sitio en el que quisiéramos morir.

Pero la muerte se ha enseñoreado entre nosotros tomando formas espeluznantes. La violencia que amenaza con robarnos, individualmente, la dulzura de un final predecible, es la misma que intenta arrebatarnos, colectivamente, la paz psíquica.

Respiramos miedo e inquietud. Nos agitamos en un ambiente de libertades cercenadas. Calculamos los pasos que todavía hace un tiempo considerábamos rutinarios. Las imágenes del dolor ajeno se adhieren a nuestras pupilas con la frecuencia macabra de un informe de guerra. Aunque no los oigamos, nuestros nervios maltrechos hacen que "escuchemos" los gritos de los que caen abatidos por el crimen, transformando la distante realidad de sus tragedias en aviso punzante. ¿A quién tocará este día la violencia? ¿Quiénes no regresarán esta noche a sus hogares?

Pero la atmósfera enrarecida que propicia la zozobra es, sin embargo, la que hace florecer a los patriotas de hoy. Son personas comunes y corrientes, vulnerables como cualquiera, en nada diferentes a los millones de seres humanos que conformamos este amasijo de anhelos y esfuerzos que llamamos Patria. Y precisamente por eso, es decir, porque no se trata de ciudadanos dotados de poderes extraordinarios, es que su lucha diaria tiene todo el sentido de la heroicidad.

Son estos patriotas los que se arrojaron a las calles, la semana pasada, desafiando el dictamen de los violentos. Aun a sabiendas que el peligro era real, no se amilanaron. Pensando en sus familias y encomendándose a Dios, buscaron el medio de transporte que pudiera llevarles a la fábrica, al taller, a la oficina, y desde allí plantaron cara a los sobresaltos con su insistencia callada en el trabajo.

Vivir en paz, sacar adelante a la familia y morir de cualquier enfermedad del cuerpo, constituyen el anhelo de los que también esperan ver libre de tumefacciones el país que aman. La persistencia gozosa de un civismo cotidiano, enriquecedor, pleno, contrasta con las imposiciones tiránicas del odio y la ambición sangrienta.

Los patriotas de hoy, a pesar de las afrentas, salen a su conquista diaria de libertad. Les acompaña una fe que no logran entender los enemigos de la paz. Una historia compartida de coraje afianza sus pasos en la tierra. Y esta tierra, sepultura igualitaria de héroes y tiranos, les rinde un homenaje silencioso.

elsalvador.com :.: Patriotas de hoy

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