Caralvá.03 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.
Todo tiene un precio en cualquier sistema político, pero la emigración legal en América Latina hacia Estados Unidos de América, tiene un costo que los pobres usualmente no pueden pagar, entonces se aventuran por sus propios recursos a la intemperie de una zona de incertidumbre de todo tipo, desde los coyotes que arrecian sus palabras de fáciles destinos hasta las truculentas acciones de sofisticadas bandas que usan medios aéreos, marítimos o terrestres privados.
La emigración es un problema multinacional, puesto que no pocos gobiernos se ven involucrados en este fenómeno social y no solo en el grado de desinterés hacia sus ciudadanos, sino por el daño ocasionado con la muerte de cientos de emigrantes desconocidos a lo largo de la ruta del emigrante.
En otros tiempos, el movimiento de líneas fronterizas hacia límites infinitos se consideraba el mejor símbolo de poder, ahora les parece que militarizar las fronteras es la mejor respuesta a las emigraciones, donde millones de pobres periféricos tocan la puerta al primer mundo.
La fuerza de los acontecimientos en Tamaulipas México, obliga a reflexionar sobre la urgencia de un tratado del continente Americano en el concepto migratorio o establecer condiciones multinacionales para movimientos legales de trabajadores temporales en Norte América.
La tragedia de Tamaulipas México, también incluye el concepto de Soberanía puesto que las víctimas de ese desafortunado evento incluyen a múltiples naciones en territorio extranjero. El tránsito ilegal de estas poblaciones económicamente activas en un territorio extranjero no implica la renuncia a su ciudadanía original, de tal forma que cada emigrante involucra a gobiernos extranjeros dentro de un marco legal soberano de otra nación, pero la tragedia se encarga de teñir de sangre la bandera de la esperanza, sin distinguir soberanías locales.
Tratar de impedir la emigración en tiempos de crisis del capitalismo, es lo mismo que solucionar el problema del hambre en el mundo. Esta tragedia no impedirá el flujo migratorio de las poblaciones económicamente activas debido a las severas e infames condiciones de miles de trabajadores desempleados en el continente americano, producto del mayor fraude financiero en Estados Unidos que ha fabricado la depresión económica que vivimos.
Desafortunadamente no existe límite de tiempo para impedir esta postración laboral que acelera la expulsión de los mejores ciudadanos hacia Norteamérica, puesto que regionalmente tampoco existe respuesta efectiva para emplear a los propios trabajadores.
Así debemos plantearnos la posibilidad de un gobierno transregional para este siglo XXI, que incluya estos millones de seres humanos en tránsito en terceras naciones hacia un destino laboral, puesto que a ellos no los mueve un sueño, sino el hambre. De igual forma estos millones de personas que más parecen poblaciones móviles generan derechos y servicios, en síntesis demandan un sentido de gobernabilidad inexistente por el momento.
La tragedia nos une junto al dolor de los pobres.
Quizás esta condición multinacional también facilite acercarnos hacia un tratado de libre migración que permita el establecimiento de las poblaciones económicamente activas en regiones que necesiten de estos recursos.
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