José M. Tojeira.01 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.
El asesinato de los 72 migrantes latinoamericanos nos ha dejado a todos desconcertados, golpeados, heridos. ¿Cómo puede ser que esto pase? ¿Cómo es posible que haya personas que puedan suponer que un acto de barbarie como éste pueda quedar en la impunidad? Sin embargo, las redes de corrupción criminal que abundan en nuestros países mesoamericanos no son nuevas.
Los salvadoreños hemos experimentado recientemente cómo en Guatemala las más altas autoridades de la policía y del gobierno en el ámbito de la seguridad, entorpecían y encubrían el asesinato de diputados de nuestro país. En El Salvador todavía no hemos adquirido la suficiente conciencia como para oponernos masivamente a que una brigada militar lleve el nombre del comandante del batallón de reacción inmediata que protagonizó varias masacres y ejecutó a miles de salvadoreños.
Hay algo en nuestra cultura, o simplemente en nuestros miedos, que nos impide salir de las condenas altisonantes, de breve duración y efecto en el tiempo, y condenadas al olvido. Exigimos mucho desde la oposición y transigimos después demasiado desde el poder. Podemos estar atacando la partida secreta de la oposición como si fuera una peste, y defenderla después desde el gobierno cuando nos toque. Y eso acaba desprestigiando la crítica, especialmente la política. Estamos tan acostumbrados a sospechar segundas intenciones que tratamos de verlas en todo aquel que haga una crítica. ¿Por qué no la hizo antes? ¿Por qué no corrige previamente sus errores? Y seguir con un largo cuestionamiento de las razones ocultas o las inconsistencias de quien critica.
Sin embargo escribir y hablar desde la indignación sigue siendo necesario. Porque la política desarrolla cuero de lagarto y sólo las palabras duras logran despertar y sacudir el interesado letargo que para algunos temas tienen los personajes públicos. Si no se dice que el modo de constituir fondos de disposición libre de la presidencia de la república es un modo que promueve la corrupción, la tendencia es a no escuchar los reclamos de la sociedad civil. Y aun así, ahí sale el Ministro de Hacienda tratando de defender un sistema de contribución de fondos que tiene muy poco que ver con la transparencia y la honesta rendición de cuentas.
Probablemente el Ministro de Hacienda sepa cómo hacer su trabajo. Pero cuando defiende el modo de traspasar fondos de los ministerios hacia la Presidencia, sin control de la Asamblea, demuestra que sabe muy poco sobre democracia. Triste que se exhiba de esa manera.
Pero no basta con criticar duramente a los charlatanes. Es indispensable que las palabras generen acción. No podemos conformarnos con una crítica casera fuerte al Gobierno Norteamericano o Mexicano por su ineficacia y, en cierto modo, por su complicidad con el mal trato a los migrantes. Es indispensable presionar a nuestros dirigentes políticos para que también ellos se comprometan a usar un lenguaje que sea claramente incómodo para el presidente Obama o para el presidente Calderón de México. De lo contrario no nos quedará más remedio que decir que nuestros dirigentes políticos, cualquiera que sea el cargo que tengan, diputados, ministros o presidentes, prefieren lo fácil a los difícil. Porque siempre es difícil defender a los pobres y siempre es fácil tratar de quedar bien con los poderosos. Los migrantes son pobres, y Obama y Calderón tienen poder. Y lo correctamente político, se suele decir, es llevarse bien con los dirigentes de los estados. Si en sus territorios sólo se matan pobres, aunque sean nuestros conciudadanos, siempre se puede tener una crítica obsequiosa y quedar al final todos contentos brindando con whisky en las reuniones oficiales.
El asesinato masivo de 72 latinoamericanos, sin importar si son nuestros o son de otros países, es un escándalo anunciado. No hay un sector de población más despreciado, hostigado y maltratado que el emigrante mientras va de camino. Y son, como lo demuestra la mayoría, enviando remesas a sus propios países, lo mejor de cada país. Emigrantes que practican realmente el mensaje cristiano de perdón al enemigo. Porque envían dinero al propio país que les expulsó de su territorio a base de negarles trabajo, salarios decentes, o simplemente de no brindarles seguridad ante la delincuencia. Los mejores hijos olvidados por no tener papeles y por ser pobres. Los mejores hijos no defendidos adecuadamente por el miedo a quedar mal con los presidentes de países más fuertes.
Es evidente que los presidentes que mencionamos no son los que tienen la mayor responsabilidad de lo sucedido. Pero también es evidente que son los que tienen que moverse para que las responsabilidades se establezcan. Y sobre todo para que la indiferencia, el mal trato, la brutalidad y el crimen contra los emigrantes se corrija y sea, en todo caso, perseguido con la misma fuerza que se persigue cualquier crimen sistemático y gravísimo. Y los responsables también de que las expresiones de desprecio, las legislaciones absurdas o los comportamientos burocráticos indignos, sean adecuadamente corregidos. Si no se habla realmente con indignación, estaremos olvidando demasiado fácilmente a las mejores personas de nuestros países, simplemente por se parte de los más pobres.
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