Sobre lectura de la biblia Insensatez, cobardía o simples caprichos religiosos asaltaron esta buena iniciativa que ha sido tirada por el suelo
Julio Ernesto Agreda. 04 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
Siendo objetivos, el veto presidencial que cierra las puertas a la lectura de la Santa Biblia en las escuelas, nos deja muchas lecciones que aprender:
Primero, la incoherencia entre el dicho y el hecho. Unas fueron las palabras de campaña y otras son las acciones que vemos ahora por parte del Presidente. Se le vio diciéndoles a líderes religiosos que era necesario implementar ciertas medidas y entre ellas la lectura de la Biblia, pero ha sucedido lo contrario. Todos recordamos el ofrecimiento que hizo de gobernar con la Constitución y con la Biblia.
Podemos pasar inadvertidas dichas palabras, pero Dios no. Bíblicamente se le conoce como voto o pacto. Esto es delicado, pues los que conocemos la Biblia sabemos lo que significaba hacer juramentos delante de Él. Cuando esto sucedía, la persona quedaba en la obligación de cumplir fielmente. "Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que promete. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas" (Eclesiastés 5:4,5).
Obviamente que pocos son los que desearían estar en el zapato del Presidente de la República, dado que alrededor suyo existen presiones de todo tipo. Pero no es menos cierto que tan honrosa posición demanda carácter y determinación.
Segundo, lo incomprensible que resulta el hecho de que la oposición a tal medida haya venido de líderes religiosos. Uno podía esperar eso de personas ajenas al ministerio pastoral y sacerdotal, pero jamás de quienes pregonan y defienden los valores eternos de la Palabra de Dios.
Lo hicieron aduciendo que no se les consultó y que dicho decreto no era constitucional, además de presagiar otro tipo de violencia entre grupos religiosos al interior de las aulas.
Ellos mismos han revertido la acusación de que lo hacen por temor a perder más gente en sus filas con la lectura de la Biblia. ¿No será este el verdadero motivo? Existen sobradas razones para creer eso. Recordemos un poco la historia y allí está la respuesta. La iglesia siempre le ha escondido la Biblia al pueblo, aduciendo que sólo los clérigos tienen la iluminación para interpretarla. Esto ha sido contraproducente, pues en parte fue lo que motivó ciertos movimientos pre reformadores y de reforma en el Siglo XVII. Muchos todavía nos acordamos del dicho popular "entrar a misa y salir en misa", porque la gente no entendía nada de lo que se les enseñaba en latín.
Tercero, la innegable hegemonía que ejerce la iglesia oficial sobre los que tienen el poder de decisión. Históricamente se sabe que, desde que la iglesia pasó de la persecución al trono, con la supuesta conversión de Constantino, ésta ha mantenido su fuerza al interior de las instituciones.
Tristemente en nuestro país las cosas son así. Es incoherente que el artículo XXV de la Constitución de la república diga que se "garantiza el libre ejercicio de todas las religiones, sin más límite que el trazado por la moral y el orden público", y en el XXVI se le dé la oficialidad a la Iglesia Católica. Esto es asimétrico e incongruente con la libertad de culto y la equidad social.
Cuarto, la poca unidad de la iglesia evangélica salvadoreña. Siendo un 38:2 % de la población evangélica, resulta extraño que guarde silencio ante fenómenos tan reales como el anterior. Y para desgracia, los que hablaron lo hicieron en contra, queriendo congraciarse a saber con quién o para mostrar que son el sabelotodo en materia bíblica.
Quinto, la oportunidad que como salvadoreños despreciamos, de pasar a la historia como la generación que le dio la Biblia a la niñez y juventud, pero no lo hicimos.
Le hemos dicho no a la palabra de Dios, le cerramos la puerta al que nos pedía entrar. Insensatez, cobardía o simples caprichos religiosos asaltaron esta buena iniciativa que ha sido tirada por el suelo. ¡Qué pena que así se tenga que escribir la historia!
elsalvador.com :.: Lecciones que aprenderemos del veto presidencial
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