Patricia Grogg .14 de Septiembre. Tomado de Raices.
La Habana.- Las mujeres cubanas deben duplicar sus esfuerzos para lograr resultados profesionales similares o mayores que los de sus colegas varones y si son afrodescendientes todo será aún más difícil, aunque la Constitución y las leyes prohiban la discriminación por sexo o el color de la piel.
"Mi madre, una humilde trabajadores agrícola, siempre nos dijo a mí y a mis hermanas: Ustedes tienen que estudiar mucho para demostrar que son tan buenas como las blancas y los blancos en lo que hagan. Eso mismo le digo ahora a mi hija", afirmó a IPS Maritza Rodríguez, de 51 años y profesora de historia en primaria y secundaria.
Aseguró que jamás se sintió disminuida por ser afrodescendiente, aunque cuando entra a una tienda y comienza a dar vueltas para ver las ofertas, las miradas del personal suelen clavarse en ella. "Desconfían porque soy negra y visto modestamente, no imaginan que soy profesional. Esa es una forma de discriminarte", comentó.
Como la mayoría de la población cubana, Rodríguez sintió con fuerza el impacto de la crisis económica de los años 90, luego de perder Cuba sus relaciones de intercambio con el desaparecido bloque soviético. Pero no se queja de ello, sino de la falta de oportunidades para continuar su desarrollo profesional.
"En 2005 hice una maestría, ahora quisiera escribir un libro", afirmó. Pero su aspiración choca con las dificultades materiales, con un pobre acceso a fuentes y su estrecho marco de relaciones. "En ese sentido me siento marginada como mujer y negra. Que yo sepa, la mayoría de las escritoras cubanas son blancas", dijo.
Está nación caribeña de 11,2 millones de habitantes tiene más de 60 por ciento de su población negra o mestica, según estudios realizados por Esteban Morales, académico y especialista en asuntos raciales.
Silenciado por muchos años, el tema de la desigualdad racial comenzó a ser debatido en el ámbito ciudadano, a partir de convocatorias de la Cofradía de la Negritud, un proyecto que busca crear conciencia sobre el problema. Uno de sus últimos foro- debates estuvo dedicado justamente a la doble discriminación de que es objeto la mujer negra.
Con su iniciativa, la Cofradía intenta corregir también carencias informativas sobre el tema racial, que no siempre viene acompañado de una perspectiva de género. Quizás por ello, buena parte de la concurrencia se sorprendió con una exposición del ensayista y crítico Desiderio Navarro sobre la mujer afrodescendiente en la publicidad.
Apoyado en un material visual, Navarro consideró racista la propaganda turística hecha desde Cuba, que en postales y carteles muestra a jóvenes negras y mestizas en la playa, con la menor vestimenta posible, siempre sola y disponible, palabra esta última que para el ensayista es la clave del mensaje.
"La mujer afrodescendiente aprovechó las oportunidades que ofreció la revolución (de 1959), está en el sector de la educación, la salud, la ciencia, la cultura", sin embargo en la publicidad para el turismo se está "vendiendo" su imagen como objeto sexual, alertó a IPS la crítica de arte y narradora cubana Inés María Martiatu.
Mayra Espina, socióloga y ensayista del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, sostuvo que diversos estudios coinciden en que la pobreza y las desigualdades sociales se acentuaron a raíz de la crisis de los 90, pero el efecto de esa situación no ha sido igual para toda la sociedad.
En ese sentido, la académica advirtió que la población afrodescendiente y mestiza soporta en mayor proporción que la de origen europeo la pobreza, las peores situaciones habitacionales y los los niveles más bajos de ingresos. Esta brecha social también impacta particularmente a la mujer y a los territorios orientales de esta isla caribeña.
Algunos asistentes no dejaron de recordar en ese punto que la población afrodescendiente marcha siempre en desventaja y que los proyectos sociales del proceso revolucionario no lograron borrar en su más de medio siglo las diferencias de origen: el blanco colonizador y esclavista y el negro sometido a esclavitud.
Al respecto, Espina sostuvo que la política social cubana es universalista y nunca quiso focalizar en un grupo, bajo la idea de que así se corre el riesgo de reproducir el estigma y la desigualdad.
"Ha pasado todo lo contrario, pues una política demasiado igualitaria no logra vencer el peso de las condiciones de partida" en materia de discriminación, afirmó.
Esta investigadora coincidió con académicos con el académico Morales, autor de varios ensayos sobre el tema racial, en la necesidad de acciones afirmativas que tomen en cuenta las desventajas de género, color de la piel y áreas territoriales, a fin de abordar el problema desde la particularidad.
Para Espina, existe una "imbricación" en el territorio de los factores género, raza y clase social. "Por ejemplo, educación gratuita para todos y todas, pero la mejor y con mayor financiamiento en los sitios de peores condiciones y mayor vulnerabilidad de sus pobladores", indicó.
En uno de sus artículos más recientes, Morales considera que en el caso de Cuba es conveniente una acción afirmativa de desarrollo, que trabaje por eliminar las desventajas en personas negras, mestizas y otros sectores menos favorecidos de la población.
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