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2010/09/16

EDH-La apuesta equivocada

 Marvin Galeas.16 de Septiembre. Tomado de El Faro.

Claro que el socialismo del Siglo XXI es una apuesta equivocada. Y lo es porque los marxistas tienden a confundir elucubraciones teóricas con verdades absolutas y deseos con realidades. El ideario socialista es una serie de mitos que se entrelazan para conformar una especie de religión, con dioses, profetas y paraísos incluidos.

Los marxistas creen que el pueblo es un todo homogéneo: sabio, heroico y dispuesto a derramar "hasta la última gota de sangre" por alcanzar la utopía, es decir, la salvación. El pueblo, "las abnegadas masas", es en esa concepción una abstracción intangible, que no existe en las historias individuales de Pedro, María o Juan, sino en los manuales como un concepto elemental del materialismo histórico, esa teología marxista.

La izquierda comunista está convencida de que tiene los derechos exclusivos sobre la representación del pueblo. Fuera de esa creencia simple y emotiva, todo es traición y pecado. Blanco y negro. Por ello en el discurso de marxistas y populistas la emoción corre a ríos, la lírica exaltada desplaza al análisis sereno, los planteamientos políticos se convierten en arenga y la acción deriva, sin remedio, en el caos. La crispación permanente es el medioambiente natural de los marxistas.

Las imágenes son simples y desgarradoras: "Qué triste vive mi gente en las casas de cartón". Las soluciones alegres y decididas "... a desalambrar, a desalambrar, que la tierra es tuya, mía y de aquel". La ternura es el móvil para la acción violenta y el amor por lo abstracto se convierte en el odio por lo tangible. Es fácil señalar lo obvio, poner el dedo en la llaga y describir el problema. En el caso latinoamericano en general y salvadoreño en particular, resulta fácil hablar de pobreza y de falta de oportunidades. Lo difícil es encontrar la solución. Y allí está la debilidad de los planteamientos de marxistas y populistas. Todo lo reducen a cosas como "la justa distribución de las riquezas" y a "construir un mundo con justicia social".

Es decir, a problemas reales, la propuesta es la poesía y los violines del sentimentalismo. Montados en ese caballo, muchos líderes y partidos de corte populista han llegado al poder político. Pero una vez instalados allí, al no tener en su agenda de soluciones más que lírica y digamos en algunos casos, buenas intenciones, las cosas se vuelven un fracaso total. Allí están a la vista de todos los ejemplos de Cuba, Venezuela, Nicaragua y lo que fue el desaparecido campo socialista de naciones.

Lo de Hugo Chávez es de antología. Un pueblo cansado de 40 años con los mismos partidos y de una prolongada y aguda crisis económica, optó por aquel que supo decirles lo que quería escuchar y le dio su voto de confianza. Las consecuencias son ahora nefastas. El hombre no tenía la más mínima idea sobre cuestiones tan tangibles sobre economía y productividad. Se dedicó a cosas como programas de televisión, escribir a terroristas, cambiarle nombre a la república y perpetuarse en el poder en medio del caos y la crispación.

Los venezolanos cayeron en la cuenta --bastante tarde por cierto--, de que con el palabrerío preñado de frases apocalípticas no iban a resolver ninguno de los problemas que los llevaron a elegir al comandante. Peor aún: estaban siendo llevados a un callejón sin salida o cuya salida quizá deba pasar por muchas lágrimas y sangre. ¡Qué tristeza!

La factura que tienen que pagar los pueblos por la compra de la ilusión llega a veces tarde y es siempre costosa y trágica. Me temo que, en el futuro inmediato, otros países de América Latina, además de Venezuela, recorrerán ese mismo camino.

El FMLN, dominado desde hace años por el ala más radical de la izquierda, está empeñado en la "construcción del socialismo", un socialismo a la salvadoreña, dice la comandante. Quién sabe Dios qué es semejante cosa. Y esa convicción ciega que no atiende razones lo ha llevado a apostarle a distanciarse cada vez más de la realidad.

En su fanatismo, los dirigentes del FMLN, que siguen viviendo en una especie de campamento guerrillero mental, ven en cualquier llanta que arde las condiciones objetivas y subjetivas para la "construcción del socialismo". Y eso que venimos de una guerra.

Pero los eternos líderes "del partido" observan ahora una extraña conducta: les encanta vivir como funcionarios y hablar como bravos revolucionarios y apostarle al socialismo. Por donde se le vea: la apuesta equivocada.

elsalvador.com :.: La apuesta equivocada

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