Comentarios mas recientes

2010/09/13

EDH-Esos jóvenes que querían saber

 Luis Fernández Cuervo. 13 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

El sol iba ocultándose poco a poco detrás del rectilíneo horizonte de aquel tranquilo mar. Una penumbra creciente fue envolviendo al grupo de jóvenes sentados sobe la arena de la playa. Se iba creando la ocasión para las preguntas difíciles, sin miedo a la vergüenza, surgiendo las voces del conjunto, cada vez más compacto y oscuro, como si todo el grupo hablara por ellas.

-Maestro, nos animas con tu sabiduría a vivir en una perfecta continencia sexual hasta la unión matrimonial. Pero eso, ¿se aplica por igual a los hombres y a las mujeres?, dijo una voz masculina.

El anciano de los blancos cabellos por un momento sonrió en silencio. Después dijo:

-¿Por qué, no? En ambos, mujeres y hombres, el poder procreador es uno de los mayores dones que han recibido de Dios. Si el amor verdadero entre un hombre y una mujer es una mutua donación, debe incluir en ella todo lo que son, todo lo que tienen, en el alma y en el cuerpo. Si nada en ellos se hubo entregado anteriormente a otro, mejor, mucho mejor.

Un murmullo de voces y movimientos recorrió el grupo, como una brisa de las almas.

-Pero, maestro --interrumpió otra voz masculina--, bien sabes, porque eres varón, que a nosotros nos es más difícil que a las mujeres vivir esa virtud. El potro sobre el que nuestra virilidad cabalga es muy difícil de domar, tiende fácilmente a la rebeldía y a la violencia.

-Sólo si desde que se despierta el instinto sexual, o antes, se piensa lo que no se debe pensar, se mira lo que no se debe mirar y si también se toca, manipulándolo, lo que no se debe manipular. Cuando esto no ocurre, la atracción sexual se despierta espiritualizándose, se abre al conjunto de la personalidad femenina, tan diferente a la nuestra y surge un interés lleno de respeto y admiración que lo femenino ejerce sobre todo varón bien conformado. Cuando se ha vivido en castidad, nos atrae en ellas no sólo su cuerpo, sino mucho más su encanto y sus virtudes propias y entonces se rechaza, como una profanación, la pulsión de lo puro animal. Después, con el trato amistoso de varias de ellas, se busca, se encuentra y se elije a una sola, a esa que despierta en nosotros el amor conyugal, el fuerte deseo y necesidad de compartir nuestra vida con ella, porque sin ella todo lo demás pierde sentido. Ha surgido el amor, el auténtico amor, el verdadero amor.

-Yo pienso así también,creo que así debería ser --se alzó una voz femenina, firme y clara, del conjunto ya en densa oscuridad--, pero ellos no lo piensan así; quieren que nosotras lleguemos vírgenes al matrimonio, pero ellos, en cambio, se enorgullecen de haber roto ya su castidad con alguna compañera fácil (a la que luego desprecian) o incluso con vulgares rameras. La ley del macho es siempre así: lo ancho para ellos, lo estrecho para nosotras.

-Bien has dicho: ley del macho pero no del varón. Además «ley injusta, no es ley» --contestó el anciano pausadamente--. Ni la lujuria, ni la violencia, ni incluso la jactancia (muchas veces ficticia) que exhiben tantos varones de haber roto ya hace tiempo su primigenia castidad, serán nunca ley. Eso sólo demuestra que el espíritu del crimen, de la mentira y de todo mal ha echado su garra sobre esos pobres infelices y que, si no logran zafarse, nunca conocerán ni el amor, ni la verdad, ni la felicidad.

-Maestro --irrumpió una voz inquieta, típica de la primera adolescencia--, yo quiero permanecer virgen hasta el matrimonio, pero mis amigos se burlan de mí y dicen que debo iniciarme sexualmente con mujeres antes del matrimonio, porque si no voy a ser impotente y…

-Tus amigos, en esto, carecen de sabiduría y desconocen que en muchas de las culturas del mundo, y en la nuestra en sus tiempos más sabios, también los hombres llegan vírgenes al matrimonio y así el goce sexual, tanto en él como en ella, son siempre parte del amor, algo inseparable del resto del amor conyugal y por eso mismo adquiere una intensidad, una riqueza corporal y espiritual, una dignidad y un sentido de fusión personal, infinitamente superior al goce sexual lujurioso o al aberrante de cualquier tipo.

-Maestro, hablas con sabiduría y enciendes nuestros corazones en esperanzas, muy dispuestos a encontrar, vivir y guardar la verdadera castidad, que es la puerta que conduce al verdadero amor, ¿pero qué hacer contra la avalancha de voces e imágenes que nos incitan a lo contrario; cómo eludir a tantos individuos e instituciones que trabajan para pervertirnos?

-Despreciadlos.Vivid amando la verdad. Encontradla en vuestro trabajo bien hecho, en vuestros deportes, en vuestras amistades limpias y generosas, en ser luz y calor en vuestros hogares. Desarrollaréis la fuerza para todo ello en la oración, platicando con Jesús, el amigo que nunca defrauda.

elsalvador.com :.: Esos jóvenes que querían saber

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.