Jaime Calderón.17 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.
El analfabetismo cultural que nos ha esclavizado por más de 180 años de historia patria es el responsable oculto del marasmo social que ahora compartimos, esa sensación de inmovilidad, de suspenso o de impotencia moral que nos agobia, está adobada con nombres y apellidos de terratenientes, latifundistas, dictadores, militares, empresarios, usureros, profesionales y políticos que se han reciclado en el poder desde la época colonial, dejándonos luto, dolor, leyes de avanzada pero injustas en su aplicación y patrones culturales vergonzosos que no nos dejan liberarnos por completo de la desgracia nacional que día con día nos ataca.
Recordemos que nuestro país siempre ha sido castigado por la violencia reflejada en todos los rubros sociales, el menosprecio al que históricamente se ha sometido a los pobres, la envidia caracterizada en el vulgar querer tener, el egoísmo intrínseco en la conducta bipolar del pretender ser lo que no se es, y la competencia como rasgo maldito de un capitalismo salvaje, aberrante, desigual e irrespetuoso de los derechos humanos.
De repente caemos en la sensación fatal del abandono, la desesperanza se engrandece, las ganas de vivir se debilitan, el deseo de emigrar se agudiza y la certidumbre se desmorona en el “y ahora quién podrá defendernos”.
Esa es la sempiterna pretensión política de los generadores de la violencia que padecemos, sentirnos malditos por leyes universales que implacablemente nos mandan males para ser enjuiciados en la tierra, inyectándonos la duda a que ni Dios es capaz de ayudarnos y que es su voluntad que todo lo que nos pasa, lo merecemos.
La disyuntiva existencialista está atravesada por la duda, imperada por expresiones que mantienen la vida en el si existe o no existe Dios y si existe por qué permite tanta maldad y no acaba con los malos; si no existe, por qué no lo dice para entender que estamos solos y seamos responsables absolutos de las condiciones de vida; y si Dios no lo dice, por qué no hay quien moralmente sea capaz de decirnos lo que debemos hacer.
Esas sensaciones surgen debido a la ausencia de líderes puros y moralmente solventes, con principios culturales profundos y extensos, sin intereses de ningún tipo, que sean capaces de sacrificar hasta su vida por la población, que hablen con la verdad sin importar a quien acusar o denunciar por las maldades que se cometen, que representen los intereses de las mayorías con justicia real y muestren verdaderos ejemplos de humildad, sabiduría y honestidad, tal y como lo hizo Monseñor Romero, quien siendo parte de un sector de poder, jamás pretendió vanagloriarse y enriquecerse, nunca pensó ni planeó ser el héroe nacional y asumió los riesgos del martirio como propósito de santidad, sin hacer uso de la Biblia para aterrorizar y esclavizar, sino que la puso en práctica objetiva al interpretarla a la luz de la verdad que nos rodeaba y perseguía.
Quienes tienen que defendernos de los agravios sociales, no se aterrorizan por lo que pasa, porque saben sobre la esencia y la procedencia de los actos delictivos que destrozan el sentido de vida, el deseo de estar unidos y la visión de nación, lógicamente entre ellos no encontramos al líder que asuma el rol antes descrito, porque además viven rodeados de seguridad pagada con nuestros impuestos.
Quien tiene un mínimo de inteligencia y un buen nivel de intelectualidad no ignora que todo lo que ocurre en nuestro país es producto del sistema socioeconómico y político que impera, generado, consentido y promovido por quienes tienen el poder de decidir las condiciones de vida de la sociedad.
Las condiciones que vivimos no solo obedecen a que un grupo de individuos llegados de fuera arruinaron todo en el país, a la desintegración familiar, falta de valores, degradación moral, carencia de educación en el hogar, penetración cultural degradante, escolaridad sin perspectivas objetivas y sanas; es todo eso y más, es un problema complejo, incubado en las condiciones sociales aberrantes en que ha vivido la gran mayoría de la población por casi dos siglos de existencia, es un problema cultural muy serio al que no se le quiere ver sus causas.
Resolver la problemática es en realidad, muy fácil, pero no se actúa porque eso significaría trastornar y acabar con el “status quo” de muchos, porque para desmontar esas condiciones hay que pensar en quiénes van a perder sus negocios de armas y seguridad, en los intereses de funcionarios bien pagados para que resuelvan las condiciones de vida de la gente, y como el problema requiere de años para resolverse, el político se recicla en puestos de mando hasta que le llega el tiempo en que debe bien pensionarse y disfrute de los grandes dividendos que dejan los injustos privilegios de sus años de servicio.
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