Al sistema de justicia penal le sigue haciendo falta una de sus piezas fundamentales, pero esa no es la única razón del auge de la criminalidad en nuestro país.
Escrito por Joaquín Samayoa. Miércoles 08 de julio de 2009.Tomado de LA PRENSA GRÁFICA.El sábado recién pasado, Lino Morales Canjura acababa de cerrar la abarrotería de sus padres cuando se le acercó un individuo que le pidió entregarle las llaves del negocio. Al negarse a entregarlas, recibió tres disparos que le arrebataron la vida. Lino, un buen hombre con la vida por delante, honrado y trabajador, deportista, padre de un hijo pequeño y de otro que viene en camino, pasó a ser una estadística, una víctima más de asesinos despiadados. Su familia no tendrá consuelo y, muy probablemente, tampoco justicia.
Ese mismo día, 11 presuntos pandilleros escaparon de las bartolinas de la PNC en la colonia Montserrat. No tuvieron que sudar mucho para arrancar los barrotes de su celda y abrir un hueco en el techo. Los cuatro agentes que a esa hora vigilaban a más de cien detenidos, seguramente no hicieron mucho para evitar la fuga. Pero el inspector a cargo de la bartolina culpa a los agentes que relevaron a los vigilantes nocturnos, por no haberse percatado de que habían escapado 11 reos.
El asesino de Lino y otros que a diario cobran 13 o 14 vidas humanas no tienen mucho de qué preocuparse. Es muy poco probable que los identifiquen. Si los agarran, pueden soplar los barrotes de la celda o amenazar de muerte a los familiares de los vigilantes de los centros de detención, quienes, dicho sea de paso, ganan sueldos miserables y trabajan en condiciones extremadamente precarias. Si los delincuentes tienen demasiada mala suerte, serán llevados a juicio, pero es muy probable que salgan libres, porque algún error de procedimiento cometerá un fiscal que tiene, en cada momento, la responsabilidad de investigar más de 150 casos.
Alguien que asesina a sangre fría por robar un celular, un carro o un negocio, o simplemente porque la víctima no le mostró el debido respeto, seguramente es un desquiciado mental, un sociópata sin conciencia moral y sin la más mínima capacidad de empatía humana. Pero muchos de nuestros legisladores, políticos y analistas siguen pensando que se les debe tratar con guantes de seda. Por defender enfoques preventivos, lo cual es muy atinado y dará sus frutos dentro de cinco o diez años, se hacen los tontos y se niegan a ver la naturaleza y la magnitud de la amenaza que plantean los miles de criminales irredentos cuya ley impera a toda hora y en todo lugar en nuestro país.
Mientras tanto, sigue el juego de palabras y acusaciones recíprocas en el cómodo salón azul y en los pasillos de la Asamblea Legislativa. Meses de retraso en la elección del fiscal general, que debiera ser mucho más sencilla que la elección de magistrados de la CSJ. En el caso del fiscal, la percepción generalizada es que el principal obstáculo para llegar a un acuerdo viene del partido ARENA, en cuyas divididas filas todavía tienen peso los que temen que ocupe el cargo una persona independiente y con voluntad firme de destapar y procesar algunos casos de corrupción en la administración pública.
El desgaste político que está teniendo ARENA por el tema de la fiscalía es más extenso y profundo de lo que imaginan sus dirigentes. Si a alguien le conviene tener cuanto antes un fiscal que asuma con seriedad el combate contra la corrupción es a ARENA. Por una parte, esa es la única forma de limpiar, de manera creíble, la imagen de sus funcionarios honestos, que con bastante seguridad han sido la mayoría. Por otra parte, es la señal que esperan no solo los areneros sino todos los que queremos que la democracia se fortalezca y se imponga, para creer que la nueva dirigencia de ARENA tiene voluntad real de enmendar los errores más graves en los que ha incurrido ese partido.
Pero, volviendo al tema, si esa fuera la verdadera razón del entrampamiento, sería muy lamentable que el intento de asegurar la impunidad de algunos funcionarios corruptos impida tener un fiscal que pueda perseguir, con más respaldo y legitimidad, otros graves crímenes que asedian y enlutan a la familia salvadoreña.
Al sistema de justicia penal le sigue haciendo falta una de sus piezas fundamentales, pero esa no es la única razón del auge de la criminalidad en nuestro país. Por todo lo bien que el nuevo gobierno está manejando la crítica situación de la economía y las finanzas públicas, las medidas anunciadas en el tema se seguridad son débiles e insuficientes. No hay buenas ideas. No hay señales convincentes de cambio. Seguimos en las mismas.
Un poco cinico el final del articulo tomando en cuenta lo complejo del problema. Interesante sin embargo la advertencia a arena de que la falta de fiscal general le hace daño mas que todo a ellos mismos, que no deben de temer tanto el desenmarcarar la corrupcion. No se si es ironia la del escritor al consolarles con que es la unica manera de colar a los honestos de los corruptos o si es que este sr quiere vender una idea totalmente ajena a la verdad. Arena no le tomara el consejo, simple y sencillamente por que saben que les afectara demasiado. Con lo que no han contado es con el desgaste y su duracion como directa consecuencia de los ya revelados casos de corrupcion y las trabas que ahora ponen en las elecciones de personeros publicos. El problema del crimen es delicado. Encerrarles cuesta de todo, y si ademas el sistema juridico no es robusto , no sirve de nada. Las bartolinas tampoco son la solucion total al asunto, asi como el problema es de complejo asi es la solucion. Lo cinico es que la mayoria de pensadores publicos coinciden en exigir resultados ya!!..ahora!!...Mi pregunta es : por que diablos no han exigido medidas y sus resultados inmediatos durante los ultimos 17-18 años?...
ResponderEliminar