Gastan el dinero de otros sin cuidarlo como es debido

¿Cuál es entonces el remedio? Pues hacer de todos los ciudadanos, gracias a la libertad de información, potenciales fiscalizadores y vigilantes

Editorial del Diario de Hoy. Jueves, 25 de Junio de 2009.

Gastar el dinero que otros generan es una alegre faena en la que están involucrados casi todos los funcionarios públicos del globo. La mayoría de los presupuestos estatales y de autónomas es financiada por los aportes que hacen los contribuyentes; fuera de algunas tasas que se cobran por servicios prestados, o la electricidad que vende la CEL y LaGeo, lo que paga la gente al fisco sostiene la burocracia. Lo grave es que gastan, gastan, gastan y despilfarran sin pedir opinión a los que sostienen el gobierno.

De allí la importancia que tiene reformar la LACAP para que en adelante los procesos para la compra de bienes y servicios de parte del gobierno y sus instituciones, sea lo más transparente posible. Un primer paso es aprobar la ley del acceso a la información pública, en especial lo que se refiere a licitaciones; los ciudadanos y quienes participan deben poder examinar cada gestión, seguir cada paso, cuestionar lo que huele mal.

Lo que ya no es aceptable es que las compras y licitaciones sean de la exclusiva incumbencia de la entidad que las realiza: no es válido que el Seguro "Social" maneje en su totalidad las adquisiciones, sin que ningún otro organismo intervenga, o que la CEL se meta a adjudicar obras multimillonarias sólo con base en lo que su junta directiva y sus abogados analizan y deciden. Es por excluir a otras entidades, en particular lo que debería funcionar como una superintendencia de licitaciones (para llamarla en alguna forma), que se generan irregularidades.

Hay muy buenas experiencias en establecer entes independientes y autónomos para vigilar y fiscalizar compras y contrataciones. Hace unos años Bolivia (esto antes del grotesco régimen dictatorial de Evo suéter) estableció un organismo independiente con asistencia de las Naciones Unidas (sus delegados fijaban su residencia en Bolivia) para asegurarse de que los procesos fueran honestos y transparentes. Pero llegó un momento en que presiones políticas terminaron con el esquema.

Al que se queja le cae bola negra

En una conferencia realizada en Costa Rica hace unos años sobre la corrupción, quien esto escribe señaló una realidad y propuso un remedio: la realidad es que no hay cuerpo de supervisores y fiscales lo suficientemente honesto y grande, como para vigilar que las cosas se hagan de forma correcta. Se pone a un policía a mirar, pero otro policía tiene que controlarlo y un tercer policía se agrega y así al infinito, pues a muy corto plazo los policías se ponen de acuerdo para repartirse el botín.

¿Cuál es entonces el remedio? Pues hacer de todos los ciudadanos, gracias a la libertad de información, potenciales fiscalizadores y vigilantes. Cuando las cortinas se corren y las puertas se abren, entra luz en los salones y se detectan las movidas. Pero además, todo proyecto, licitación, compra, obra, etcétera que sea de envergadura, debe desde un inicio ponerse a la vista de la generalidad. A este respecto hay que señalar uno de los ardides de que se valen los corruptos para acallar críticas: si un licitante protesta, lo excluyen de allí en adelante de las listas de autorizados. Se aplica la mordaza con las calificaciones, dejando al público a oscuras de lo que sucede.