Escrito por Dagoberto Gutiérrez-Domingo 28 de Junio de 2009- Publicado en Diario CoLatino.
Nosotros sabemos que el gobierno es el equipo humano que administra la política del estado, en cierto modo es la voz del estado pero a diferencia de éste, que es mas permanente, el gobierno es temporal, por eso la sucesión de equipos es lo más observable y casi nunca, el ser humano puede apreciar las transformaciones que se operan en ese poder absoluto, ilimitado y totalmente soberano que se llama estado.
El gobierno es, en buenas cuentas, el poder ejecutivo aunque la constitución hable de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo como los “órganos fundamentales de Gobierno”, pero es el ejecutivo el que concentra los recursos, instrumentos y poder decisorio para conducir, imponer y fijar los rumbos establecidos.
Quien conduce el estado es dueño también del gobierno y así suele ocurrir en condiciones normales, tal como ocurrió en nuestro país hasta el 15 de marzo del presente año, porque aquí los dueños del estado perdieron la parte más dinámica del gobierno: El poder ejecutivo. De aquí arranca la primer característica determinante del momento que consiste en que estado y gobierno carecen de la sintonía tradicional arrastrada desde 1821 y , lo sabemos bien, cuando eso ocurre suele estallar la guerra entre el gobierno y el estado, porque yo, como clase social, tengo poder político cuando logro que el aparato de estado funcione y gobierne de acuerdo a mis intereses y conveniencias; yo se muy bien como clase dominante, que todo gobierno gobierna para un sector aunque lo haga con todos pero nunca para todos, y si es cierto que en estos momentos la clase dominante ha perdido poder político al perder el control del ejecutivo, también es cierto que no ha perdido el poder político porque sigue siendo dueña de todo el aparato ideológico, económico, del poder judicial y del legislativo y de la ideología dominante en el cerebro y corazón de la mayoría de los seres humanos.
Así las cosas el nuevo gobierno del 1 de junio, al estar comprometido con el cambio ha de saber que la primera y fundamental aliada en este caso, es la crisis, porque todo cambio es una especie de crisis que viene de una crisis anterior, real o imaginaria y, al producirse este también provoca otra crisis que puede llevar a otros cambios generalmente inesperados, sin la crisis del capitalismo financiero estadounidense no sería posible la derrota electoral de ARENA, sin la crisis de las remesas no sería posible reencontrarnos con el país como único país, sin que la derecha pierda todo referente teórico, ideológico, económico, como ocurre en estos momentos, no podría hablarse de un nuevo estado, todo esto lleva a la crisis del poder tradicional y no sólo a su ejercicio.
Para el nuevo gobierno esta planteada la tarea ineludible e inequívoca de construir un nuevo poder político y no sólo un nuevo ejercicio del mismo poder político. ¿De que se trata este tema?, en realidad, se trata de cambiar el juego y no solo de modificar las reglas para jugar el mismo juego porque en este caso, el juego consiste en lo que se llama poder político y es precisamente aquí donde reside el cambio anunciado, es decir, que lo nuevo es que el nuevo gobierno tiene nuevo dueño y nuevos beneficiarios y en consecuencia, un nuevo estilo y ejercicio porque de otro modo se tratara simplemente de hacer las mismas cosas que hacia ARENA pero haciéndolas bien, y repito, el cambio supone nuevos juegos y nuevas reglas.
Alcanzado esto estamos en el terreno del amorío intenso entre la confrontación y la concertación, porque no es viable que semejante cambio sea concertado con los que han perdido el juego, pero es inteligente entender que toda concertación viene de la confrontación y aparece cuando no es posible otra política. Este proceso tiene tres sujetos que en una primera instancia pueden determinarse como el aparato gubernamental, el partido de gobierno y el movimiento popular. Esto puede considerarse como el nuevo bloque de poder, del nuevo poder político pero, conservando cada uno su propia naturaleza e independencia y solo sobre esta base, es posible pensar en una justa política de alianzas que, en el caso del movimiento popular, asegure su independencia frente al partido y al gobierno, su capacidad de crítica, su apoyo bajo presión, su sitio correcto en el campo de la sociedad y en el decisivo terreno de la comunidad pero no de la institucionalidad.
Es su calidad de sujeto político, es decir su fuerza y poder para resistir a un sistema oprobioso o a una política peligrosa y su capacidad para proponer alternativa, lo que otorga su calidad de sujeto al movimiento, esta calidad puede relacionarse con la necesidad de ser, en determinadas circunstancias, actor o para coordinarse o relacionarse con los actores gubernamentales. Pero siempre, desde la sociedad y desde la comunidad.
Antes del 15 de marzo los gobiernos de ARENA tenían enfrente a la oposición partidaria de izquierda y a la oposición política de la izquierda social. Esta última funcionó siempre o casi siempre, como resistencia mientras el partido de izquierda funcionó en el terreno institucional.
El nuevo gobierno enfrentará, como es lógico suponer, a la oposición de derechas que siendo dueña del poder legislativo pondrá al partido de gobierno casi en posición de oposición, pero funcionará una oposición clasista, oligárquica o burguesa, en coordinación con el trabajo opositor de sus partidos.
El movimiento popular reconoce que este gobierno del 15 de marzo contó con sus votos para ser gobierno, con su apoyo y su trabajo y en ese sentido, lo reconoce como su gobierno pero, una vez en función se desatará un intercambio de fuerzas que convertirán, previsiblemente, al nuevo gobierno, en un escenario en disputa. Este criterio puede ser pesimista si no hubiere nada que disputar y el gobierno es el gobierno del pueblo. Esto es demostrable en los hechos tercos de la realidad; o puede ser optimista, si en la cabeza del nuevo equipo gobernante predominara la filosofía tradicional de las derechas y éstas, las derechas tradicionales, con su experiencia logran en definitiva imponer el rumbo al gobierno nuevo , y aquí se impondrá la disputa, metro a metro y milímetro a milímetro, por un rumbo popular que excluya al oligárquico. Solamente al resolver este momento el movimiento popular podrá pasar a la oposición y a una postura antigubernamental. Si se resuelve favorablemente al rumbo oligárquico.
El momento combina esperanzas y cautelas, expectativas y temores. Esta armoniosa relación es muestra de una nueva cabeza política del pueblo, cultivada en el fuego de la guerra y en el horno de la postguerra. En todo caso, es la mejor escuela que el pueblo ha tenido jamás.
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