Todo cambio de gobierno genera muchas expectativas, particularmente por los espacios que abre para que las demandas ciudadanas se expresen y materialicen. Aunque muy raras veces estas encuentran una respuesta adecuada conforme a los deseos de la población, la crítica social en democracias avanzadas se torna crucial para presionar a los gobernantes a que rindan cuentas. Sin embargo, cuando se trata de sustituir a un partido que ha estado en el poder por un período prolongado y es de signo ideológico totalmente distinto, las cosas se complican. Lo esencial pasa a un segundo plano y buena parte de la energía creadora se desgasta en exhibir al adversario dentro de una cultura muy arraigada en nuestro medio de descargar siempre en los demás nuestros propios errores.
Escrito por Juan Héctor Vidal. Lunes 22 junio de 2009. Publicado en LA PRENSA GRÁFICA.
Algo de esto ha estado pasando a raíz de las denuncias públicas del nuevo gobierno sobre algunas irregularidades cometidas en administraciones anteriores. Lo que llama la atención es la sobre reacción de la parte aludida respecto a casos que parecen nimiedades, en comparación con otros que sí vale la pena investigar a fondo.
Hablando de transparencia en el uso de los recursos públicos, esos casos tampoco tienen punto de comparación con las implicaciones que está teniendo y tendrá en el futuro el haber hecho del manejo de las finanzas públicas un verdadero caos y sobre todo, haber cometido el error imperdonable de ocultar la verdad.
Hay otros temas en la actual coyuntura, que si bien se salen de las prácticas “normales” en cuanto al manejo de los recursos públicos, dejan entrever cómo la sociedad salvadoreña sigue siendo víctima del engaño. No tengo la menor idea sobre cuál es el origen de la preocupación mostrada por dirigentes de ARENA y la lección de economía monetaria que nos dio alguien que lo sabe todo, sobre el uso que eventualmente puede darle el gobierno a las reservas internacionales y a los fondos previsionales. La referencia a estos temas, o es producto de una ignorancia supina, o simplemente responde a una intención aviesa de crear problemas innecesariamente.
En el caso de las pensiones, ya el Estado prácticamente monopolizó su uso colocando títulos de manera forzada en las AFP y poniendo en riesgo la sanidad de su cartera, y en lo que corresponde a las Reservas, la preocupación es todavía más absurda, porque sencillamente no existen. De las reservas de liquidez (confundidas maliciosamente con las RIN) no puede disponer el Estado porque son del público que ha depositado su confianza en los bancos.
Pero este sí está en su derecho de investigar qué destino se le dio a la diferencia existente entre el monto de las reservas internacionales al momento de dolarizar la economía y el stock disponible a la fecha. Según recordamos, el gobierno de turno solo empleó (oficialmente) la cuarta parte –aproximadamente– de las RIN para sustituir la base monetaria en colones. ¿En qué cuenta del balance está el resto?
El destape de los supuestos actos de corrupción cometidos en las anteriores administraciones no es que llene de alegría a nadie, pero la sobre reacción del ahora partido opositor no se condice con el papel de oficio que deberían de haber desempeñado las entidades responsables de velar por el uso correcto de los fondos públicos.
No me atrevo a pasar juicios de valor sobre la forma irregular en que se han manejado nuestros impuestos, ni sobre el destino que se le ha dado a las reservas internacionales del país, porque para eso están la Corte de Cuentas, la Fiscalía General de la República y el mismo Tribunal de Ética Gubernamental; sin embargo, como ciudadano sí tengo derecho a saber cuál va a ser mi aporte para que el país no se detenga por esos y otros malos manejos.
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