Escrito por Rodrigo Chávez. Lunes 29 de Junio de 2009. Publicado por El Diario de Hoy.
El reciente golpe de Estado en Honduras ha victimizado al presidente hondureño, Manuel Zelaya, y lo ha convertido en un símbolo de la democracia de ese país. Esto es algo increíble ya que, durante la mayor parte de su gobierno, Zelaya se había dedicado a hacer alianzas con regímenes autoritarios como lo es el gobierno de Venezuela y a diseñar un plan para reelegirse, mediante consultas populares y reformas constitucionales.
En ese sentido, Zelaya estaba imitando a una de las peores tradiciones de América Latina: el caudillismo, el cual personaliza el poder público en un máximo líder. Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, y recientemente, Hugo Chávez en Venezuela, son ejemplos palpables de lo fuerte es que es el caudillismo en la cultura latinoamericana. Dicho caudillismo se mezcla, generalmente, con un nacionalismo desmedido, que se utiliza para justificar una enorme corrupción, una concentración de poder y un debilitamiento de las instituciones y de la democracia.
Esto es claramente una receta para el atraso económico y para el autoritarismo y es el camino que llevan países como Venezuela y Ecuador. Sin embargo, esta era la propuesta que Manuel Zelaya tenía para modernizar a Honduras y por ello, recibió el rechazo de los dos partidos políticos más grandes de ese país, incluyendo de su mismo partido, del Poder Judicial, de la sociedad civil y del Poder Legislativo.
Honduras tiene una tradición democrática bastante fuerte y ha realizado alternancias en el poder de manera habitual por más de 20 años. Además, la clase política hondureña ha sido muy clara en oponerse a los intentos de reelección de sus distintos expresidentes, lo cual demuestra una enorme madurez política.
La clase política hondureña ha reconocido que, en América Latina, los mandatarios necesitan claros límites a su autoridad, ya que la cultura política latinoamericana es bastante propensa a enormes excesos.
Sin embargo, a pesar de tener una agenda caudillista, no se puede justificar el golpe de Estado contra Manuel Zelaya. Las democracias tienen mecanismos bastante claros de cómo se debe enfrentar a un presidente que comete delitos o que se extralimita en el poder, tales como el antejuicio.
Pero claramente un golpe militar no es la manera democrática de limitar los poderes de un presidente y por eso, el gobierno surgido de dicha acción merece ser repudiado por toda la comunidad internacional, incluyendo a El Salvador.
Por eso, el golpe de Estado del domingo 28 de junio convierte a Zelaya en una víctima de un acto arbitrario de las fuerzas armadas hondureñas y lamentablemente, hará que la comunidad internacional se olvide, por lo menos por un tiempo, de los intentos que realizó para perpetuarse en el poder.
Alguien le debe decir a este maistro que lea dos veces lo que escribe..en los primeras dos lineas hay una garrafal contradiccion que merece ni ser comentada.
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