Escrito por Rafael Menjívar. Publicado en Diario El Mundo.
La prueba de fuego se utilizó en la antigüedad como un elemento de juicio para confirmar o negar una acusación, pero con la ayuda divina, los inculpados no sufrían quemaduras graves. En la época feudal, estar bajo fuego del enemigo era requisito indispensable para que un oficial fuera nombrado caballero. Hoy en día utilizamos dicha frase cuando queremos comprobar la capacidad, el valor y requisitos (para hacer el bien o el mal) o simplemente conocer las facultades que nos distingue en momentos difíciles para resolver un problema.
Es por eso que entre tantas pruebas de fuego que tienen los funcionarios recientemente electos, está el que le compete al ministro de seguridad pública, que asume el puesto con una pesada carga ante la ola de violencia y delincuencia; que hablando de fuego hemos llegado a los extremos de encontrar cadáveres calcinados, extorsiones en millones de dólares mensuales, amenazas de muerte por cualquier cosa, maestros y alumnos con pánico que se resisten a ir a los centros escolares con justa razón porque no solo reciben amenazas, hay muertos; padres de familia angustiados y para rematar (y sí que rematan), la psicosis del toque de queda, el cual aún no se sabe con certeza quiénes lo han impuesto en el centro de San Salvador, pero ha logrado atemorizar, como en tiempos del conflicto armado.
Hay que agregar que gracias a un acuerdo de directores de medios de comunicación no vemos las dantescas escenas criminales, pero muchos niños son testigos presenciales de barbaridades que solo mentes enfermas pueden cometer, dejando lesiones psicológicas en los infantes de impredecibles consecuencias.
Sin ánimo de ser alarmista, nuestra sociedad tiene una patología, una enfermedad social que requiere urgente tratamiento.
Los empresarios a todo nivel han puesto la alerta; no hay semana que no se pronuncien sobre este tema que está dejando un destello de luto en familiares, pérdidas económicas, despidos, renuncias de empleados que tienen que elegir entre ganarse honradamente su salario o perder la vida en un vehículo repartidor de productos básicos. Este fenómeno ha trastocado a los sectores que dinamizan la economía a todo nivel.
El fenómeno de la violencia y delincuencia tiene raíces: desde los que sostienen que es producto del conflicto armado, que ya no se sostiene, pues un niño de 13 años que lleva dos crímenes no nació en la guerra, hasta las causas de pobreza, marginalidad, falta de empleo y de lo que se habla poco, pero yo no descansaré de mencionar, el hacinamiento en que vivimos; la mayoría de hijos son producto de la sexualidad sin planificación familiar.
No está de más estudiar los orígenes, pero ante el desborde en los últimos días, deben darse dos grandes planes: uno que es competencia de las autoridades desarrollar los mejores planes y estrategias; es por ello que debemos respaldar toda iniciativa lógica, coherente que el ministro de seguridad, director de la Policía, Fiscalía, todos los involucrados directamente presenten a la nación.
Y la otra acción es que los ciudadanos nos compenetremos en una cruzada desde nuestras posibilidades y capacidades para contribuir a parar semejante desgracia que nos afecta a todos.
Si un muchacho(a) tiene al menos lo básico para vivir y anda en malos pasos no es responsabilidad de la policía su comportamiento, es de los padres y debemos actuar antes que sea demasiado tarde.
En el programa de gobierno titulado: Cambio en El Salvador para vivir mejor, elaborado por dirigentes del Frente y colaboradores con el visto bueno del presidente en relación con la inseguridad,, dice: “poner punto final a la inseguridad de la población y a la impunidad, derrotar a la delincuencia y al crimen organizado, superar la violencia y el deterioro de las normas de convivencia social”.
Más enfático, el mandatario en su discurso de toma de posesión en un fragmento, dijo: “no podemos dejar que segmentos de la sociedad, en especial las personas más pobres, sean rehenes de las pandillas y bandas menores, no por eso menos sádicas y peligrosas.” Estos compromisos, tanto partidarios como presidenciales, son el reto del ministro y su equipo policial.
Marco Aurelio sostenía: “no actúes como si tuvieras mil años por vivir”.
Interesante los puntos de vista aqui expresados. Ojala y se pudieran asimilar por los que de una u otra manera tiene influencia en las medidas a tomar contra la violencia.
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