“Para superar la pobreza es imprescindible el crecimiento económico con equidad, solidaridad con los pobres, subsidiariedad y eliminar el sistema de privilegios y corrupción que plaga a Latinoamérica.”
Escrito por Rafael Castellanos.Jueves 08 de Octubre. Tomado de La Prensa Grafica.
La misión de los gobernantes es disminuir la pobreza y mejorar los índices de desarrollo humano; a los que no pueden salir por sí mismos debe atendérseles con programas de subsidios temporales. En momentos de crisis económica como el actual, los programas de solidaridad son más necesarios y abarcan mayores sectores pues los pobres aumentan. Pero esos programas no son la solución a la pobreza, son solamente ayudas necesarias, transitorias.
La verdadera solución a la pobreza se alcanza solamente con un crecimiento económico alto, del 6% del PIB o mayor, por un período largo, 20 años o más. Alcanzarlo no es fácil pero es la única vía y esto no puede lograrse sin acuerdos nacionales sobre el rumbo de la nación; no puede alcanzarse con visiones muy disímiles del desarrollo; no puede alcanzarse con grandes divisiones, desconfianzas, polarización e ideologización.
Los ejemplos de países que lograron pasar de pobres a ricos en un corto tiempo —en dos décadas— se pusieron de acuerdo en el rumbo del país, en cómo manejar la educación, requisito indispensable para el desarrollo; como manejar la economía, el rol del estado, como activar los motores del crecimiento económico, como lograr que ese crecimiento sea equitativo, que la riqueza no quede solo en pequeños grupos, en cómo integrar a la cadena de generación de riqueza a las pequeñas y medianas empresas, cómo lograr que las oportunidades de educación, conectividad, acceso al empleo y los mercados sean para todos.
La equidad, concebida como igualdad de oportunidades para los pobres y para los que no lo son, no es fácil de lograr. Requiere esfuerzos nacionales orientados a ello, nada del otro mundo, pero la nación debe adoptarlos y alinearse en el cómo, esa es la forma de hacer sostenible el desarrollo.
El Estado es crucial en el crecimiento económico y el desarrollo, pero no debe confundirse con que es el único y gran actor. Debe ser facilitador y subsidiario, un concepto no muy comprendido. La subsidiariedad plantea que las sociedades mayores no deben hacer lo que pueden hacer las sociedades menores.
Uno de sus objetivos es la descentralización de las decisiones administrativa hacia la unidad colectiva más pequeña en la sociedad, los poderes regionales y locales.
Al final, pero no menos importante es combatir la corrupción, que impide el desarrollo.
Desde la independencia las élites políticas han otorgado privilegios a amigos, parientes o socios y han robado. Benito Juárez regaló el Estado que lleva su nombre a su amigo Nayarit. Salinas es uno de los más ricos del mundo. Perón se volvió potentado mundial, los Kirschner lo imitan. Ortega es peor que Somoza; los ejemplos son innumerables.
Que los gobiernos de los últimos 20 años no hicieron nada es una falacia ideologizada muy extendida; los progresos son reconocidos mundialmente y son muy visibles. Eso no quiere decir que no haya habido privilegios ni corrupción que han alejado la equidad. Nuestra economía está llena de conductas monopólicas y privilegios, desde las grandes empresas a los buseros, a los vendedores de contrabando y discos piratas. Si no los eliminamos jamás seremos competitivos y no creceremos con equidad.
Es importante perseguir a quienes se enriquecieron ilícitamente del Estado y combatir la nueva cleptocracia llegada a los gobiernos, que unida a la antigua, se ve lista a caerle al botín del Estado abiertamente.
Hay que superar la corrupción de los que llegan al poder para enriquecerse, no a servir, siguiendo ejemplos continentales, centroamericanos, salvadoreños. Esto impide tremendamente el desarrollo, debemos trabajar en eliminarlo. Hay que entrarle con convicción a los que robaron y a los que roben, disuadir a los que sienten tentados, que son muchos.
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