Escrito por Juan José Dalton. Octubre. Tomado de Contra Punto.
Fuimos testigos de la barbarie y tenemos la responsabilidad de contar nuestra historia
SAN SALVADOR – El sábado 3 de octubre de 2009 deberá ser memorable en la historia de la lucha por la defensa de los derechos humanos en El Salvador: en el antiguo penal de Santa Tecla –que se está remodelando para convertirlo en museo municipal-, un grupo de más de 40 ex presos y ex presas políticas nos reunimos en una asamblea, convocados por otro pequeño grupo de también ex presos.
Hubo emoción, aunque no ví a ningunos de mis ex compañeros de celda; de cualquier modo sentí que con aquellos hombres y mujeres tenía algo en común: haber estado preso, entre rejas y apartado de mis seres queridos; privado de libertad. La otra circunstancia que me unía al grupo fue las terribles vejaciones y torturas sufridas. Pero quizás fue feliz y grato sabernos sobrevivientes de la locura que significó la guerra que sufrimos.
Otros no sobrevivieron; relativamente somos un grupo reducido de personas que sobrevivimos de aquella vorágine de violencia inaudita y de terribles violaciones a los derechos humanos. ¿Tuvimos suerte? ¿Dios así lo quiso?
¿Qué hacer con nuestra sobrevivencia? Esa respuesta la obtuvimos en el ex penal de Santa Tecla, que ahora se pretende convertir en museo.
Fuimos testigos de la barbarie y tenemos la responsabilidad de contar nuestra historia y perpetuar esa memoria colectiva para que las actuales y futuras generaciones conozcan las consecuencias de no preservar la democracia.
Ese fue para mi el mensaje. Cada ex preso político es una pequeña-gran parte de una muestra del museo de la historia, para que el horror no se vuelva a repetir. Así de noble es y será nuestra exigencia de justicia. Para ello servirá nuestra sobrevivencia.
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