Convertir edificios abandonados en apartamentos es más difícil, oneroso y largo en el tiempo, que fabricar viviendas nuevas en otras zonas
Editorial. Martes 6 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
Sería un grave error convertir edificios abandonados del centro capitalino en viviendas para indigentes o familias que viven en extrema pobreza, pues perpetuaría la situación de desastre en que se encuentra la zona desde hace casi cuatro décadas. El viejo Centro urbano fue arruinado por los desórdenes de los Setenta, la destrucción causada por la guerra y como consecuencia de las políticas de "protección del Centro Histórico".
El costo sería prohibitivo: convertir edificios abandonados en apartamentos es más difícil, oneroso y largo en el tiempo, que fabricar viviendas nuevas en otras zonas. Es ingenuo suponer que remodelar es fácil y barato; piénsese en los problemas que se presentan para instalar servicios sanitarios y baños en espacios que antes servían como oficinas y que, por lo mismo, carecen de las debidas conexiones. Igual con respecto a áreas comunes, accesos, ventilación, seguridad de las viviendas, reinstalación de cableados eléctricos y todo lo asociado con lo que se requiere para satisfacer necesidades elementales. A esto se suma la misma inseguridad que prevalece en el Centro, lo que a su vez es uno de los efectos del abandono en que ha caído.
El valor contable de esos edificios es cero; cumplieron su vida útil, como la cumplió el antiguo Centro capitalino. No tiene sentido resucitar momias.
Lo sensato es que el gobierno subaste los inmuebles sobre los que tiene posesión o están en irreversible abandono, bajo el compromiso de permitir a los nuevos propietarios edificar lo que les resulte rentable. El producto de las subastas se puede utilizar para construir nueva vivienda, pero no en medio de San Salvador a menos que se trate de edificaciones de varias plantas con locales comerciales o estacionamientos a nivel de la calle.
Un gran paso, pero de reculada
Hasta hoy, quien quiera reconstruir un inmueble está forzado a "respetar" su fachada, su planta y hasta los materiales con que originalmente fueron hechas, lo que ha terminado por hacer colapsar el Centro urbano. Conseguir los permisos toma meses para darse cuenta luego de que el edificio de poco sirve. Al que quiera entenderlo, le sugerimos darse una vuelta por los alrededores de la Policía Nacional o las cuadras que circundan el destartalado edificio donde funcionó el Ministerio de Trabajo, sobre la Segunda Avenida Norte, no sólo para contemplar el derrumbe, sino también para comprender por qué nadie va a meter buen dinero en ruinas que a duras penas se sostienen en pie.
Si en estos años muy pocos invirtieron en construcciones en el centro de San Salvador, menos los habrá en medio de una crisis económica, mientras se sufre incertidumbre respecto al futuro y con la delincuencia desbordada en nuestras ciudades.
El desorden y los desmanes de bandas incontroladas fueron el origen del deterioro capitalino. En la Década de los Setenta, como preludio para llevarnos al paraíso socialista, todas las tardes marchaban grupos por el Centro de San Salvador, que a su paso iban emporcando paredes, destruyendo vitrinas y espantando a los transeúntes. La gente se cansó de repintar las fachadas de sus negocios y al no hacerlo, aceleró el deterioro. Lo grave es que al día de hoy, bandas de irregulares continúan con sus pintas; si a esto sumamos la propuesta de hacer una gran villa miseria del Centro de San Salvador --pues no alcanzaría el dinero para otra cosa-- podemos decirle adiós a nuestra capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.