Desde hace algunos años, la derecha salvadoreña está sumida en una profunda crisis de liderazgo. Atrás quedó la época –los años ochenta y noventa– cuando los sectores liberales y conservadores de la sociedad produjeron numerosos cuadros que, más temprano que tarde, terminaron tomando las riendas políticas del país.
Escrito por Carlos A. Rosales. Viernes 02 de Octubre. Tomado de La Prensa Grafica.
Las elecciones del 15 de marzo marcaron la primera vez, en los veinte años de gobiernos de ARENA, que las potenciales cartas electorales del otrora partido de gobierno provenían casi exclusivamente del gabinete de gobierno. No apareció ningún líder nuevo que abanderara el proyecto electoral de la derecha.
Las recientes encuestas publicadas en ocasión de evaluar los primeros cien días del nuevo gobierno no dan señal alguna sobre el surgimiento de nuevos líderes a la derecha del espectro político. Esto genera poca confianza y optimismo, de cara a los próximos eventos electorales de 2012 y 2014.
Es evidente que ni las organizaciones gremiales ni las ONG de derecha ni las universidades ni los clubes de servicio –ni el mismo ARENA– se han preocupado o tenido la visión y el interés por desarrollar nuevos líderes. La ciudadanía exige ver rostros frescos y nuevos, y eso es lo que menos hay.
El paulatino desencanto ciudadano con la clase política obliga al desarrollo y surgimiento de nuevos cuadros para ejercer liderazgos y asumir candidaturas. Pero eso no ha ocurrido recientemente, casi solo hemos visto el reciclaje sistemático de viejos liderazgos.
Hay varias explicaciones. La principal es que el clientelismo partidario y los compadrazgos han nublado la visión y minado los esfuerzos por renovar y desarrollar liderazgos. En ese contexto, es obvio que no hay interés en permitir que otros sustituyan a los que toman las decisiones. Esto genera decepción y el alejamiento de líderes potenciales de derecha que optan por “no meterse” en política.
Esto ha erosionado la aceptación de ARENA ante la opinión pública. Los cismas internos que han sacudido al partido tricolor recientemente han aumentado el descrédito que ha golpeado a ARENA en los últimos años.
Todos los análisis electorales revelan que el “voto duro” tricolor ha venido en franco descenso. En el proceso electoral recién concluido, ARENA optó por ignorar que hoy en día en El Salvador, para contiendas presidenciales, la gente vota por el candidato, no por el partido. Esta situación hace imperativo el surgimiento de nuevos líderes que tomen la batuta.
En los años ochenta y noventa, ser de derecha era casi sinónimo a ser arenero. Ahora, lo primero ya no implica necesariamente lo segundo. ARENA ha perdido fuerzas. Las intrigas, los escándalos y los pleitos intestinos han relegado al ex partido oficial a languidecer en el fango de la politiquería.
Las crisis internas en ARENA han obligado a un ex presidente de la república a regresar de su retiro político para asumir las riendas del partido. Ello, para detrimento del mismo ex mandatario, quien, forzado a ser el principal vocero de su partido, hoy desgasta su imagen y prestigio que tanto le costó edificar.
En El Salvador, al igual que en muchos otros lados del mundo, lo político es sinónimo de deshonesto. Todas las encuestas revelan con claridad la creciente desconfianza ciudadana hacia la clase política nacional. Por eso la gente ha tomado la decisión de “no meterse” en política.
Para que profesionales, intelectuales, líderes comunitarios, empresarios –de cualquier inclinación ideológica– decidan involucrarse en la administración pública, la política urge sanearse. Solo así será la política algún día sinónimo de servicio. De lo contrario la democracia salvadoreña corre el riesgo de desparramarse en un abismo del que le llevará mucho tiempo salir.
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