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2009/04/14

Poder de izquierdas

América Latina es un mosaico político donde las izquierdas tienen un lugar preponderante. Semejante panorama no es el producto de una vasta conspiración en marcha, sino de un proceso de búsqueda a raíz de crisis nacionales o largas acumulaciones políticas. Allí hay matices y tendencias diversas, también características comunes, como la insatisfacción ciudadana ante los resultados dejados por las políticas de orientación neoliberal.

En unos casos, según José Natanson (“La nueva izquierda”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008), se trata “de la descomposición de regímenes económicos y políticos y de la búsqueda desesperada de alternativas para superarlos”. Venezuela es un buen ejemplo de esa tendencia. Hay otros procesos con evoluciones acumulativas, “resultado de construcciones partidarias pacientes, del crecimiento de liderazgos que maduraron hasta encontrar el tono justo y del aprendizaje político derivado de la experiencia de gestión” en los asuntos públicos. Brasil y Chile son representativos de esa otra tendencia; Lula, en especial, la simboliza, pues fue candidato presidencial 3 veces, antes de conquistar la victoria electoral.

A pesar de diferencias tan acentuadas entre las izquierdas en el poder, pueden ubicarse orígenes parecidos. En general, sea en Venezuela, Bolivia, Argentina o Uruguay, uno encuentra resultados sociales deficientes, después de la aplicación de programas enmarcados en la orientación neoliberal; y por lo mismo, también el descrédito de las élites políticas tradicionales.

Hay un rasgo común. Las personas que ocupan la presidencia en varios países tienden a expresar momentos y expectativas especiales. Chávez emerge después del descrédito de los partidos; en febrero de 1992, cuando estaba derrotado su golpe de Estado, dijo en televisión un discurso improvisado con dos frases célebres: “lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados” y “asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”. El 9 de septiembre de 2004, en Ciudad de la Costa, Uruguay, Tabaré Vázquez interrumpió un discurso cuando una mujer desmayada cayó al piso y la asistió personalmente. Esos gestos tuvieron gran impacto, pero no por la teatralidad de sus protagonistas, sino porque el pueblo estaba ansioso por ver y oír hechos parecidos que no encontraba en las élites tradicionales. Con Kirchner, Correa y Morales ocurrieron acontecimientos similares que los pusieron en la antesala del poder. Y no fue una especie de magia electoral, sino de sintonía con el ánimo ciudadano. Morales tuvo un significado especial, al presentar un discurso donde estaban en primer lugar las etnias históricamente marginadas, a pesar de ser mayoritarias.

Centroamérica y El Salvador no están lejos de las tendencias políticas dominantes en América del Sur, porque el voto ciudadano se ha distanciado de las opciones de las derechas. Como pocas veces en su historia, ahora existe en los gobiernos de la región una coincidencia política básica contraria a las derechas tradicionales, aunque pesan más las diferencias y particularidades nacionales.

Aquí, en el país, existe un fenómeno singular. Una votación mayoritaria ha puesto a una formación ex guerrillera en los salones del mando político nacional. Se trata de un hecho histórico, pero, según indican varios datos (entre ellos, la votación lograda por las derechas), no es una manifestación ideológica. Puede verse, más bien, como una apuesta ciudadana favorable a la exploración de rutas que conduzcan a la reinterpretación del país y a una reubicación de las prioridades sociales en las visiones del Gobierno.

Escrito por Roberto Turcios. Publicado en  LA PRENSA GRÁFICA

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