Una de las experiencias más aleccionadoras que nos ha dejado la pasada campaña electoral en relación con los resultados finales de la misma es que, si bien hay que tener siempre presentes las experiencias del pasado, es contraproducente querer hacer depender el futuro de lo que ocurrió en el pasado. Si alguna característica tiene la naturaleza humana, tanto personal como social, es su capacidad de reinventarse constantemente, de la mano de la libertad de hacerlo que tienen tanto los individuos como las sociedades. Por eso es tan importante potenciar, preservar y desarrollar la libertad, mucho más que como principio jurídico: como valor esencial para la vida y como motor de la historia.
Luego de pasadas las turbulencias de la campaña, hay que entrar a consolidar cuanto antes la atmósfera que surgió inmediatamente después de conocerse los resultados del 15 de marzo; es decir, tomar de inmediato conciencia del futuro, para poder enfrentar éste con la solvencia de una visión sana sobre el mismo. Y esto no debe ser visto como un propósito de carácter puramente ideal, sino como lo que es: un imperativo de realidad. Está visto que la ciudadanía no compra pasado como si fuera presente, y mucho menos como si fuera futuro; y a partir de esa evidencia resulta insoslayable apostarle decididamente al futuro, que es siempre la mejor apuesta de la democracia.
La campaña y la elección recientes son didácticas en muchos sentidos; y el principal de ellos es esta necesidad de soltar amarras mentales, para dejar que el país navegue bien por la ruta de su autorrealización democrática. Ya no es tan importante quién venció o quién salió derrotado: lo importante es que todos avancemos hacia el mismo rumbo.
La democracia es pragmática
No hay nada más depurativo y por consiguiente saludable que un periódico ejercicio de realidad. Es lo que estamos experimentando los salvadoreños en esta precisa coyuntura. Por efecto de su propia lógica, el proceso democrático empujó en este momento la alternancia, y ésta se produce mucho más por efecto de la energía acumulada en nuestro proceso que por lo que hayan hecho o dejado de hacer las fuerzas políticas en competencia. Porque hay que entender que la alternancia democrática exige, para ser exitosa, en cualquier tiempo y lugar, que las interacciones sean funcionales, efectivas y fructíferas, a fin de imprimirles la debida naturalidad a este tipo de intercambios.
Aunque desde luego las ideas y sus derivaciones programáticas siempre serán definitorias del hacer político, esto no puede absolutizarse hasta el punto de crear imágenes que sustituyan al fenómeno real. En ese sentido, tanto la derecha como la izquierda son relativas, porque la relatividad es norma básica dentro de la democracia. Es decir, la democracia tiende, en ese sentido, al pragmatismo, para mantenerse fuerte y saludable. La democracia no compra la ideología de nadie, pero respeta las ideologías de todos. Y todos deben actuar escrupulosamente dentro de esa lógica.
La primera alternancia de la posguerra tenía, inevitablemente, que estar precedida de muchos petardos, de un lado y del otro. Hoy pasó la hora del ruido y viene la hora de la acción. Es fundamental la postura efectiva de cada quien, y lo que esperamos, especialmente de las dos fuerzas políticas principales, es que ambas estén ubicadas de cara al futuro. Esa es la posición que nos permitirá mejorar como nación.
Escrito por Editorial. Publicado el La Prensa Grafica , Jueves, 09 abril 2009.
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