La mejor contribución que un gobierno puede hacer para que el país salga de la actual crisis económica, o para el caso de cualquier crisis, es eliminar inútiles regulaciones, procurar que el costo de producir y comerciar se reduzca y fortalecer la seguridad jurídica. Las crisis, es bien sabido, presentan tremendos y con frecuencia mortales desafíos, pero asimismo oportunidades.
Los peligros se dan para las grandes empresas pero también para las medianas y pequeñas. Muchos negocios se sobre-expandieron, tomaron más deudas de lo que se justificaba, descuidaron sus clientelas y no vigilaron sus costos. Si fallan, arrastran consigo a las empresas que subcontratan, problema que tienen ahora pequeños maquileros que suministran artículos semi-elaborados a grandes maquilas, como se informó el lunes anterior en estas páginas.
Hay que cuidar el empleo cuidando a las empresas, aunque muchas se vean forzadas a cortar lo que sobra (la gordura) al contraerse el negocio.
Pondremos un ejemplo de lo que el actual y próximo gobiernos pueden hacer para ayudar a la industria de la construcción: eliminar muchas de las exigencias y además poner una ventanilla única para que los trámites, que ahora toman meses de meses, se aligeren. Esa es la solución más simple para que la nueva administración municipal que preside Norman Quijano, no sólo ayude a revivir la construcción, sino que además se rescate a San Salvador.
Una simple edificación --nos consta de vistas y oídas-- requiere de siete permisos, los que se deben tramitar en un orden determinado en siete oficinas distintas. Hay que pedir autorización de medio ambiente (no importa que el terreno esté en medio de muchas otras casas), de Concultura (en caso que la casita que se va a botar sea una obra perdida de Brunellesco), autorización de Anda, autorización de la alcaldía, etcétera. En algunas ocasiones resulta mejor poner un enlaminado y construir furtivamente, aunque se han registrado casos de mentes perversas que le han dado fuego a la casa.
No caiga el Estado en amnesia
Al inicio de la presidencia que está para finalizar, se prometió emprender la modernización de Estado, eufemismo usado para eliminar burocracia y facilitar trámites. Ojalá que el próximo gobierno haga suyo el propósito, partiendo de una realidad: que la gente resiste el cambio aunque a la hora de votar a muchos les haya seducido el ideal del "cambio". La mayoría quiere que otros cambien, no ella, a menos que ese cambio sea recibir más dinero a cambio de nada. Y los más inmóviles son los burócratas de ciertos niveles, pues eso les obliga a pensar por su cuenta y aprender cosas nuevas.
Es urgente y deseable reducir trámites y facilitar el trabajo de la gente. Igual de importante es que se vaya evaluando cada nueva medida para corregir defectos. En algún momento cada servidor público debe preguntarse si realmente es necesario que le pasen la solicitud para firma, o si basta con las dos que ya lleva. Igualmente, si hay que archivar varias copias considerando que en otra dependencia ya lo hacen.
Cambios de seguro habrá en el personal de dependencias, pero meter gente inexperimentada en puestos complejos puede llevar al caos. Recuérdese además que hay funcionarios y empleados que funcionan como la memoria institucional de una oficina; reemplazarlos puede ser el equivalente a quemar los archivos. ¡Dios nos proteja!
Editorial de El Diario de Hoy, Domingo, 12 de Abril de 2009
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