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2009/04/23

La credibilidad de ambos está en juego

Por Paolo Lüers. Publicado en Siguiente Pagina.

Todo el mundo interpreta que el voto popular, en las elecciones de enero y marzo de este año, les dio a los dos partidos grandes el mandato de ponerse de acuerdo. Puede ser cierto, aunque en primer plano el votante dio al FMLN el mandato de gobernar y a ARENA el mandato de ejercer la función indispensable de oposición.

Otra cosa es el hecho que para ciertas decisiones, como la ratificación de reformas constitucionales y la elección de ciertos funcionarios claves- se necesita mayoría calificada. Esto si obliga los partidos a ponerse de acuerdo para reunir los 56 votos en la Asamblea.
Pero dejemos las cosas claras: Ponerse de acuerdo no significa repartirse los cargos., aunque hasta ahora esto ha sido el contenido de la concertación. El sentido de la mayoría calificada, que pone la Constitución como requisito para la elección del fiscal general y de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, no es la repartición equitativa del poder entre los partidos, sino lo contrario: es para evitar que a estas funciones lleguen representantes de los partidos.
Diferente es la presidencia de la Asamblea Legislativa, donde por naturaleza tiene que llegar un representante de un partido, no un profesional independiente. Por eso, la junta directiva de la Asamblea se elije con mayoría simple.
No así los magistrados de la Corte y del Tribunal Electoral o el fiscal general. En vez de buscar formas de repartir equitativamente entre los partidos el poder en estas instituciones, los diputados deberían optar por la otra vía: elegir a los menos comprometidos con partidos, a los más independientes.
En este sentido, es muy favorable para la democracia salvadoreña que por el caso Silva-Tórrez haya caído al suelo la negociación ya casi consumada entre FMLN y ARENA de canjear el control de la Fiscalía General contra el control de la Corte Suprema de Justicia.
Sería fatal que las actuales negociaciones entre los partidos trataran de buscar otra fórmula de repartición o canje de cargos e instituciones. Sería absurdo que un pacto de este tipo se justifique por un supuesto mandato emanado de las elecciones. Sería desastroso para la institucionalidad del país que a la fiscalía, para evitar posibles investigaciones de corrupción en el gobierno saliente, llegue una ficha de ARENA, con los votos del FMLN, y que en cambio ARENA de los votos para que el FMLN pueda asumir el control de la Corte Suprema.
Ambos partidos grandes están en una situación muy delicada, aunque el FMLN, a la hora de saborear su triunfo, tal vez no lo perciba. Pero ellos ganaron las elecciones con la promesa del ‘cambio’. Durante años en la oposición hablaron de la necesidad de cambiar la manera de hacer política.
Y ARENA se encuentra en un proceso de catarsis y de transformación. Si no logra salir de este proceso con credibilidad y con una verdadera renovación, no tiene ningún futuro político.
Quiere decir que ninguno de los partidos grandes se puede dar el lujo de seguir operando de la misma manera. Si continúan repartiéndose entre ellos las instituciones del Estado, pierde credibilidad tanto el ‘cambio’ que prometió el FMLN como la ‘renovación’ interna que anunció ARENA. Las consecuencias para el sistema político serían muy serias.
¿Cómo salir de este dilema? Muy fácil: armando para la Fiscalía General y la Corte Suprema de Justicia un ‘combo’ concertado entre los partidos, pero esta vez eligiendo a los candidatos más idóneos por su independencia partidaria, su capacidad profesional y su vocación de fortalecer la institucionalidad. Tiene que ser un combo, al elegir al fiscal general con el criterio de independencia tiene que asegurarse que este mismo criterio se aplique a las elección de los magistrados de la Corte, y luego a la elección de los magistrados del Tribunal Electoral y de la Corte de Cuentas.
Así los partidos podrían ponerse de acuerdo de limpiar la mesa, y marcar el inicio de una nueva era de institucionalidad. Si no tienen el valor y la voluntad que esta revolución requiere, de antemano se convierten en engaño la promesa de ‘cambio’ del FMLN y la promesa de ‘renovación’ de ARENA. Hoy es cuando pueden, en la práctica, mostrar que todos estos cambios no son para que toda siga igual.

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