Editorial de El Diario de Hoy. Domingo, 19 de Abril de 2009
La ciudad de Halle, Sajonia, en lo que fue la Alemania comunista, celebró el 250 aniversario del nacimiento de Händel, el gran músico del barroco autor, entre otras composiciones, del oratorio El Mesías. Una estatua de Händel en bronce se levanta en medio de la principal plaza de la destartalada urbe, la que hasta hace muy poco era un conglomerado de casas, edificios, calles y parques casi en ruinas.
Calcular lo que costaría repellar todos los edificios y viviendas de Halle, cambiar plomería, pisos, ventanas, cielos, techos, puertas, armarios, cocinas, baños y vestíbulos, reconstruir aceras, demoler y levantar edificios públicos, repavimentar calzadas, hacer jardinería en los espacios abiertos, sembrar nuevas plantas… el asunto sobrepasa la imaginación y los presupuestos de hasta una gran potencia. A esto hay que agregar que ciudades, aldeas, haciendas, fábricas, comercios, oficinas y lo que pensemos en los antiguos territorios de la Alemania socialista, estaban al borde del derrumbe.
El desastre urbano y desastre en todos los órdenes --lo físico, lo cultural, lo moral, lo social; la producción, el comercio, el trabajo, la enseñanza, la medicina, la agricultura, prácticamente todas las manifestaciones de lo que es una sociedad-- es el común denominador de los países que caen en el comunismo. Lo vimos en Praga, en Dresde, en Postdam, en Brandenburgo, en las ciudades de Polonia; es la terrible enfermedad del socialismo. Pero si el deterioro material sacude el espíritu, el envilecimiento de las personas y las instituciones es todavía más conmovedor. La vieja Unión Soviética se desplomó no tanto por su desastre económico, cuanto por su perversión moral.
Es "realpolitik" que el presidente Obama revise las relaciones con Cuba, que alivie las restricciones para que los estadounidenses de origen cubano visiten a sus familiares, que permita mayor comercio. Pero tiene que pedir algo a cambio, en especial, liberar los presos políticos. Hay pobres seres humanos que llevan veinte y treinta años en las cárceles, por haber insultado a Castro o por repartir escritos contrarios al régimen.
Sin Orden de Derecho caen en dictadura
Si de manera consistente los Estados Unidos critican al régimen de China continental por sus violaciones a los derechos humanos y eran implacables en su censura a El Salvador en los años de la agresión roja, deben aplicar la misma regla: es intolerable para el mundo que se mantenga una dictadura con base en la represión casi total de sus pobladores. Lo que ningún estadounidense quiere para su país debe rechazar para otros pueblos; entre Sadam y Castro sólo hay diferencia de matices, no de sustancia.
En esto hay una consideración esencial: que la ayuda material y financiera no es el aporte importante que el gobierno de Obama puede dar a las naciones hispanoamericanas en problemas, la mayoría, sino asistirlas en sus esfuerzos por construir democracias reales y restablecer la seguridad jurídica.
Es mucho más efectivo velar por que operen sanas "reglas del juego" en nuestros países --que se cumplan contratos, se elimine el tráfico de influencias en el aparato judicial, que los nombramientos se hagan con base en la capacidad y no de acuerdo con las contribuciones monetarias a los candidatos y partidos-- que conceder préstamos que sin remedio habrá que pagar.
El debilitamiento del Orden de Derecho es el caldo de cultivo de las grotescas dictaduras que hoy en día asuelan el Continente.
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