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2009/06/12

Nada nuevo

Escrito por Sandra de Barraza. Publicado en LA PRENSA GRÁFICA.Viernes, 12 junio 2009.

Nuestra convivencia privada y pública sería mucho más cohesionada y competitiva si se educa para construir una sociedad democrática, próspera, justa y humana; si se educa cumpliendo y haciendo cumplir el respeto a los derechos humanos y los correspondientes deberes...

El Ministerio de Educación es la cartera de Estado más grande, tiene el mayor número de empleados del gobierno que están y deben estar siempre al servicio de la formación integral de niños y jóvenes. Formación integral significa formarlos en el conocimiento científico y tecnológico, formarlos en la práctica de valores, ocuparse de su desarrollo artístico y deportivo; significa darles oportunidad de dominar el inglés como segundo idioma; significa promover su identidad cultural y su integración social; significa educarlos en la demanda de sus derechos, pero, y más importante, en el cumplimiento de sus deberes en los distintos campos de su vida, el estudiantil, el laboral, el familiar, el social, el político. Educación integral significa asegurar las competencias de los maestros para que efectivamente se eduque en los 6 fines de la educación que están establecidos en el artículo 55 de la Constitución de la República.

No hay mucho por inventar. Nuestra sociedad y nuestra convivencia privada y pública serían mucho más cohesionadas y competitivas si se educa para construir una sociedad democrática, próspera, justa y humana; si se educa cumpliendo y haciendo cumplir el respeto a los derechos humanos y los correspondientes deberes; si se educa combatiendo la intolerancia y el odio; si se educa conociendo, a profundidad y con objetividad, la realidad nacional en lo económico, lo ambiental, lo cultural, lo social y lo político; si se educa conociendo la historia y soñando y construyendo el futuro; si se educa entendiendo que nuestro país no es viable sin la unidad centroamericana. Y todos estaremos mejor, mucho mejor, si los maestros y las maestras en su ejercicio público y privado logran desarrollar en cada uno de los estudiantes personalidad intelectual, espiritual y moral. No hay nada por inventar. En educación se usan todos y cada uno de los adjetivos deseables y posibles para establecer las aspiraciones, pero... lo concreto y real se da en el aula en la relación maestro y alumnos.

La calidad de la educación es el factor determinante en el futuro de niños y jóvenes. En el mundo laboral se conoce si la educación es buena y si los trabajadores tienen perspectiva de desarrollo. Afuera de la escuela está la verdad de los discursos, allí se demuestra lo que se conoce y puede hacer; lo que se dice conocer y lo que verdaderamente se conoce, lo que se dice saber hacer y lo que verdaderamente se sabe hacer. Parece juego de palabras, pero hay distancia entre el decir y el hacer, entre el conocer y el hacer. No se necesita ser especialista para evaluar la calidad de la educación los empleadores y las familias lo saben y comprueban. Y en la calle se nota lo que no se dice.

La calidad de la educación llega hasta donde llega la calidad de los maestros y las maestras. De su conocimiento, de su aptitud, de su talento, de su compromiso con el cumplimiento de su contrato y de su conciencia sobre las consecuencias de sus acciones y omisiones dependen el hombre y la mujer futura. Y para que los maestros y las maestras hagan su tarea, el liderazgo y la dirección en la conducción del centro escolar es determinante. Es el director o la directora el que establece y hace cumplir, con metodologías diferentes, los objetivos educativos de su escuela y las reglas de trabajo porque sin disciplina, sin orden, sin limpieza, sin organización y sin responsabilidad ¿qué se puede esperar?

Una buena educación tiene como requisito el dominio y la comprensión de la escritura y la lectura. Los primeros cuatro grados son los determinantes. Si no se aprende y adquiere esa habilidad en ese periodo, los niños y las niñas quedan condenados por el resto de su vida porque se les quita hasta lo que no tienen. Los alumnos que proceden de familias de escasos recursos, sin aprestamiento y con un escaso vocabulario tienen mayor riesgo de rezago por la expectativa y la orientación del maestro hacia los de mayor capacidad.

Y para una buena educación, además de tener maestros y maestras de calidad que conocen de ciencias, de letras, de tecnología, de historia, de deporte, de arte, que dominan metodologías de enseñanza y que enseñan con ingenio, con alegría, con creatividad y con resultados... hay una regla elemental: cumplir y hacer cumplir con los 200 días de labor educativa y con las 1,000 horas de enseñanza que por ley tienen derecho los niños y las niñas de El Salvador. El cumplimiento a este deber que no es nuevo seguramente haría diferencia.

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