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2009/07/23

Todas las emergencias dejan lecciones aprovechables

En el caso de la emergencia por la gripe, una de las primeras lecciones es la de la prudencia eficiente. No apresurarse a tomar medidas extremas, que pueden generar males de grandes proporciones.


Escrito por Editorial. Jueves 23 de Julio de 2009. Tomado de La Prensa Grafica.

En el país, vivimos en realidad de emergencia en emergencia, porque nuestras vulnerabilidades son muchas y endémicas. El problema nacional e institucional básico frente al tema es que, por arraigada tradición, cada vez que pasa una emergencia nos olvidamos del asunto, como si nunca más fuéramos a estar en situación similar, aunque toda la experiencia indique que en esto vivimos dentro de la lógica de “una tras otra”. Ahora estamos ante una emergencia generalizada, como es la que provoca el brote creciente de la influenza A H1N1. El sistema de Salud, que tiene entre otras fallas estructurales la de la dispersión de esfuerzos, está braceando a contracorriente, porque la demanda de servicios para atender padecimientos respiratorios se ha disparado.

En el caso de la emergencia por la gripe, una de las primeras lecciones es la de la prudencia eficiente. No apresurarse a tomar medidas extremas, que pueden generar males de grandes proporciones. Es lo que pasó en México, en su momento, cuando todo se paralizó con devastadoras con secuencias económicas. Una suspensión de actividades educativas, como la anunciada ayer, puede servir de freno epidémico; pero hay que tener mucho cuidado con medidas que afecten toda la actividad nacional, que podrían tener graves efectos contraproducentes, como ocurrió, en otro ámbito, con la cesación de flujo comercial con Honduras, decidida por el CA-4 a raíz de la crisis política en ese país.

El Gobierno ya ha anunciado que no decretará Alerta Roja en la situación actual, porque eso detonaría la alarma y pondría en crisis mayor al sistema sanitario. Hay que ser eficaz sin dramatismos, según lo vayan indicando las circunstancias.

Cultura de prevención

En estos momentos, la ciudadanía está bastante sensibilizada ante los riesgos que una enfermedad epidémica puede provocar. De seguro, muchísimos casos individuales que en otras circunstancias –como la de la influenza común, que también es mortífera– hubieran pasado inadvertidos aun para aquéllos que los padecen, si no fuera por la alarma general que está flotando en el aire por la gripe A H1N1. Tal situación anímica de sensibilización tendría que ser utilizada de inmediato para impulsar una amplia campaña de concienciación ciudadana sobre la necesidad y utilidad de atender normas básicas de higiene. No basta con advertencias oficiales dispersas como lavarse las manos o estornudar con pañuelo. La higienización va mucho más allá, y promoverla en distintos sectores sociales, sobre todo los más desprotegidos y descuidados, sería en estas condiciones de gran oportunidad. Y no sólo durante la emergencia, sino en forma permanente.

En el país, en todos los órdenes, tenemos que avanzar decididamente hacia una real cultura de la prevención. Creer o actuar como si se creyera que las cosas van a resolverse por su cuenta es una trampa en la que venimos cayendo desde que tenemos memoria nacional.

Las diversas condiciones en que hoy nos movemos, tanto nacionales como regionales y globales, exigen efectividad comprobable en el tratamiento de todos los problemas que nos aquejan. Asumirlo es insoslayable y apremiante.

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