A través de sus dos partidos, la Unión Democrática Independiente (UDI) y la Renovación Nacional (RN),a derecha chilena continuaba argumentando cómo ellos habían salvado a Chile, primero a través de un golpe militar en 1973 y posteriormente a través de una reforma económica, que había convertido a Chile en la envidia de crecimiento económico y de orden fiscal en América Latina.
El discurso de la derecha se basaba en la dicotomía de libertad económica vrs. estatismo (lo cual era perfectamente válido cuando sus adversarios se enfocaban en un discurso socialista). Los adversarios de la derecha en cambio, tanto los socialistas como los demócratas cristianos, aceptaron la libertad económica y la importancia de la economía de mercado como parte central de la vida política de Chile y al hacer esto, enfocaron la discusión de las políticas públicas hacia la equidad y la justicia social.
De esta manera, la izquierda y centro-izquierda chilena propusieron distintas alternativas para hacer más equitativo el crecimiento económico y plantearon programas para focalizar el gasto público, invertir más en educación y salud y supervisar más efectivamente a las empresas privatizadas.
Además, debido a que el sector privado ya no se sentía amenazado por posibles cambios radicales en las reglas del juego, la inversión privada creció aún más lo cual le permitió a los adversarios de la derecha autoproclamarse como mejores administradores del crecimiento económico.
Todas estas acciones hicieron que el discurso en defensa de Pinochet, de las libertades políticas y económicas que sostenían los principales líderes de la derecha chilena se volviese muy efectivo para mantener el voto duro del partido, pero poco efectivo para atraer a los votantes de centro, sobre todo a los más jóvenes.
Mucha gente podría argumentar que la izquierda chilena es muy diferente a la izquierda salvadoreña y que por ello, el ejemplo no es válido. Sin embargo, Chile fue el único país de América Latina que eligió a un gobierno socialista en plena Guerra Fría y en donde el partido comunista obtuvo más del 15% de la votación, algo que solamente había sucedido en países europeos. Es decir, que la radicalización de la izquierda chilena fue muy fuerte y que el miedo de un importante sector de la sociedad chilena era totalmente justificado.
Sin embargo, la izquierda chilena ha sido muy efectiva en reinventarse y la derecha, en cambio, ha sido bastante lenta en encontrar ideas nuevas y se ha anclado a un pasado que le dice muy poco a los votantes nuevos de Chile. El resultado ha sido que la derecha chilena ha perdido cuatro elecciones presidenciales consecutivas y cinco elecciones legislativas. Es importante que ARENA no siga por este mismo camino.
Por Rodrigo Chávez. Publicado en El Diario de Hoy.
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