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2009/03/29

Algo que suele olvidar Joaquín Villalobos

En su artículo “La otra negociación”, Joaquín Villalobos asegura que en general es siempre la correlación de fuerzas la que establece la forma en que habrá que tratar el pasado. Según él, la correlación de fuerzas da la pauta de cuánto castigo y cuánta verdad son posibles y necesarios para hacer justicia.

Frase demasiado general la suya que corre el peligro de saltar por encima del tiempo, las circunstancias concretas, los complejos planos de la realidad humana y la forma en que  estos se traslapan. La correlación de fuerzas que nos interesa es la actual, no la de 1991, e interesa ver hasta qué punto condiciona las realidades del derecho y la verdad en aquellos temas que atañen a las cuentas pendientes que dejó la guerra civil en El Salvador.
Aunque evita los verbos que delatan el determinismo, el enfoque de Villalobos es determinista. Y lo es por ignorar las complejas relaciones que existen entre política, derecho, ética y verdad.
La paz de 1992 permitió que tanto los ciudadanos como las instituciones entrásemos en un nuevo campo de juego: el del Estado Democrático y Constitucional. Las libertades que teóricamente garantiza la Constitución impiden que la correlación de fuerzas se convierta en un bozal para las evaluaciones jurídicas y morales que puedan hacer libremente los ciudadanos. Los tratados de paz no pueden convertirse en un pacto que amordace a la opinión pública ni que censure la conciencia de las víctimas.
Habrá aspectos legales que aún ahora  sea imposible cambiar, pero en lo que respecta a la verdad y las evaluaciones jurídicas y morales el terreno es más flexible y puede irse modificando gradualmente.
Es evidente que la dimensión política es un plano de la realidad que condiciona la aplicabilidad del derecho, pero eso no implica que determine a la conciencia legal. Esta última forma parte de la misma libertad de conciencia que garantiza la Constitución.
Sólo en las dictaduras y en los estados totalitarios puede erigirse la política como una pauta que determina cuánta verdad es admisible en el horizonte de la cultura ciudadana. El secreto de Estado, en una democracia, tiene carácter provisional y por eso las informaciones que son vetadas por un gobierno a la larga deben abrirse. Luchar porque las actuaciones del Estado sean transparentes, es un derecho que tienen los ciudadanos en una verdadera democracia.
Cuánta verdad es admisible es algo que deberá decidirse también en el horizonte inestable, y en las batallas, de la opinión pública.
No es malo ser realista, lo malo es olvidar que la realidad es compleja y cambiante. Algo que suele olvidar Joaquín Villalobos. (FIN/27.03.09)

Por Álvaro Rivera. Publicado en Contra Punto

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