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2011/01/30

LPG-¿Y cuánto vale la vida?

 Las pequeñas estudiantes de primer grado, con su uniforme celeste, cargaban con esfuerzo el ataúd de su compañerita Gabriela. Niños enterrando niños. Una dura imagen registrada a principios de esta semana y que quedará grabada, impregnada, en la mente de miles de salvadoreños.

Escrito por Gabriel Trillos.30 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

Una imagen que simboliza sin duda el drama social que estamos viviendo en nuestro país. Gabriela fue estrangulada. La sospechosa es otra menor de edad que la habría atacado por arrebatarle una cadena y unos aretes de oro. ¿Qué se habrá activado en la mente de la atacante para llegar a matar?
Y es que no podemos negar que en el escenario general de criminalidad existen cada vez más esas cifras de lo que se denomina violencia social, o por lo menos así se le llamó en la gestión de Seguridad de la pasada administración, pero que muchos no aceptaban. Sin embargo, se informa del asesinato de Gabriela en el que uno se pregunta muchas cosas y se asombra de la inmensa falta de valores y respeto por el prójimo y por el programa adecuado para enfrentar casos así. Y piensa, ¿y esta joven realmente quería matar a Gabriela por esa cadenita?... La sociedad pierde dos vidas.

Al final de la semana, vimos cómo un vigilante privado disparó contra un taxista por la discusión del pago de un dólar por un estacionamiento. Aquella frase de que en Mariona la vida vale un dólar ha quedado sin validez, pues vemos que desde hace mucho no hace falta estar dentro de esa cárcel para darse cuenta de que por un dólar te matan... un vigilante iracundo, un vecino neurótico, un pandillero drogado o desalmado en una calle o en un bus.

Y de nuevo, las preguntas. ¿Qué activó la mente de este vigilante para llegar a asesinar? ¿En qué estado mental estaba para disparar cinco veces? Esta muerte por un tonto espacio en una gasolinera, que va engrosar la horrible estadística de homicidios, es, sin duda, de esos homicidios que muestran a una sociedad en crisis, frenética, agobiada, que necesita ser atendida por otros flancos, con otros programas, con otro pensamiento de país, con verdaderas y efectivas acciones entre ciudadanos comunes, instituciones de gobierno, las que no son de gobierno, las iglesias, las fundaciones, los organismos internacionales, los medios de comunicación.

La actitud de todos y cada uno de los que vivimos en este país necesita cambiar con urgencia.

Estamos ante una nefasta combinación entre la aplicación flexible de leyes y planes prometidos en papel desde la institucionalidad estatal, y por el lado ciudadano ante un irrespeto generalizado por las reglas de convivencia, falta de valores y tolerancia. La situación es grave, y si no, veamos la cotidianidad.

Los incidentes entre conductores en la vía pública, el ánimo y la tensión en la que se transita, acrecentado por la inconsciencia de los buseros y microbuseros. Veamos la falta de respeto que se registra por algunos vecinos que no atienden por igual las reglas de una colonia, de un condominio. Veamos a esos padres que se toman más tiempo del debido para bajar a sus hijos en el colegio. A los buseros que no esperan que un adulto mayor baje de la unidad, o que no atienden la parada a una persona con discapacidad. Pensemos en la actitud de esa enfermera u otro trabajador que maltrata a un paciente en un hospital público o del Seguro Social. La lista puede ser muy larga. Y de pronto es como estar en una ruleta, en donde a diario nos jugamos la vida. SOS.

¿Y cuánto vale la vida?

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