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2011/01/29

LPG-El FMLN de cara al futuro

 Pero, en todo caso, al FMLN se le acercan pruebas significativas en las contiendas electorales por venir. Y no sólo es cosa de ganar votos en las urnas, sino de ganar confianza generalizada en el ambiente.

Escrito por David Escobar Galindo.29 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

degalindo@laprensa.com.sv

En cualquier sociedad, independientemente del grado de evolución alcanzado, los partidos políticos son expresión de la vivencia política sucesiva que se produce dentro de aquélla, y tal vivencia está determinada por la densidad y consistencia de la vida real en sus diversas manifestaciones. Al ser así, los partidos son reflejos del ser nacional: si éste se mueve, ellos también lo hacen; si lo que impera es el inmovilismo, no hay partidos que merezcan el nombre de tales o sus desempeños están limitados a una supervivencia que tiende a ser artificial. En nuestro caso, históricamente no tuvimos vida política organizada como tal, y por ende no pudieron nacer partidos para la competencia normal. Los hubo, pero bien como meras pantallas del poder o, tardíamente, como instrumentos de choque contra la omnipotencia del mismo.

A comienzos de los años sesenta, para el caso, nació la Democracia Cristiana, y su surgimiento fue un signo anunciador de la decadencia del esquema de poder impuesto, vigente sin tapujos a partir de la forma perfectamente errónea en que se trató la crisis de 1932. En 1979, colapsó dicho esquema, y se abrió la opción democrática, por necesidad, no por convicción, como hemos sostenido de manera reiterada. Se abría, al mismo tiempo, la fase final del conflicto histórico interno, que fue la guerra fratricida. El sujeto insurgente, necesario para instalar esa fase del conflicto, hizo la guerra, en pugna final con el sujeto contrainsurgente. No hubo “solución” militar para nadie, venturosamente. Y el sujeto insurgente resultó convertido en sujeto político partidario, para completar el elenco competitivo de la democracia en marcha.

El FMLN pasó a ser partido político con una composición distinta a la que había tenido en la guerra. Sus dos fuerzas principales —las FPL y el ERP— ni siquiera hicieron el intento de entenderse para definir al nuevo sujeto. Éste se fundó más bien dentro de las líneas de la izquierda tradicional. Quizás si aquel acuerdo se hubiera producido con voluntad reconstructiva —como fue la actitud del FMLN histórico durante la negociación— la alternancia hubiera llegado una década antes. Pero las cosas son como son. Y en todo caso hay que reconocer dos hechos muy patentes: el FMLN fue la única guerrilla latinoamericana que pudo convertirse en un partido realmente competitivo; y, casi dos décadas después, pese a que le pesa el lastre retórico de la vieja izquierda, no ha dado ninguna muestra de regresión que pueda constituir un riesgo cierto para el régimen democrático.

Según puede colegirse de la experiencia de la izquierda en fase partidaria y competitiva, uno de los problemas básicos del partido que la encarna está en la dificultad casi visceral de entenderse consigo mismo, según la evolución de los tiempos, que no respeta a nadie, y mucho menos sus obsesiones o ñáñaras. El primer ejemplo de esa resistencia corresponde a su propio ideario, que se ha venido haciendo cada vez más incomprensible. Partido “revolucionario”: ¿Y eso que significa en concreto y en este momento de la realidad nacional y global? Partido “socialista”: ¿Y eso qué significa ahora mismo, cuando ya no hay fórmulas instaladas sino caricaturas en circulación? Y otro ejemplo: el FMLN, en 2007, se decidió a hacer una oferta presidencial que se saliera del molde de los fieles, pero no supo construir un acuerdo interno que hiciera sostenible el entendimiento. Hoy, estancarse en autodefiniciones superadas por el propio hacer sería signo de angustia estructural ante el imperativo del cambio, lo cual en este caso parece un extraño contrasentido.

Así las cosas, están a la vista 2012, 2014 y 2015. En estos momentos, y según la dinámica volátil pero atendible de las encuestas de opinión, el FMLN es el partido más fuerte. No hay duda de que la ciudadanía salvadoreña sigue queriendo la consolidación del proceso y del sistema de partidos. Prueba de ello es que, por ejemplo, el cacareo de las candidaturas “independientes” no provoca conmoción ciudadana. Pero, en todo caso, al FMLN se le acercan pruebas significativas en las contiendas electorales por venir. Y no sólo es cosa de ganar votos en las urnas, sino de ganar confianza generalizada en el ambiente. Esto requeriría, entre otras cosas, algo que por hoy parece una apuesta casi irreal, pero que es el único destino de largo alcance: la asunción de una plantilla ideológica que apunte hacia alguna forma de socialdemocracia.

La inconsistencia de la relación entre el Gobierno actual y el partido que lo hizo realidad puede tener un efecto favorable en este aspecto, pues si el FMLN fuera realmente partido de gobierno tendría más motivos para autogratificarse con el poder, lo cual siempre es trampa perversa. Que aproveche, pues, este semilimbo para replantearse no sólo el presente sino sobre todo el futuro.

El FMLN de cara al futuro

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