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2010/01/06

Co Latino-El miedo al cambio (1)

Escrito por René Martínez Pineda. 06 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.

En el espacio “Debate Cultural”, conducido eruditamente por Álvaro Darío Lara, pensé en la relación entre reacción y transición, y eso me permitió anudar las reflexiones que me provoca el programa “Noche de periodistas”. Y es que, en toda transición, es una constante cultural que lo reaccionario (cual versión subliminal del “miedo al cambio” que sienten, en decibeles varios, los grupos económicos) seduzca al pensamiento social, y esa seducción es independiente del nivel educativo, porque es una derivación instintiva de la ideología dominante, de modo que no importa si se es un empresario o un obrero; un maestro universitario o un militar jubilado que jamás jubila su forma de pensar; un director de periódico digital o un analfabeta, para oponerse al cambio.

Por tal constante (que llamo inercia ideológica) no es raro –pero sí paradójico- ubicar a intelectuales prestigiosos esbozando, pasionalmente, teorías en contra de las nuevas conquistas u horizontes históricos de los sujetos sociales.

Esos “cultos” ataques se escudan en conceptos y frases que, repetidas de forma racional y fina, sostienen al viejo régimen, pues, en última instancia, tratan de justificar “un cambio”, sólo sí se da con los procesos y lógicas dadas que, precisamente, se lo impiden, ya sea de forma frontal o subyacente; o tratan de señalar “otro camino”, siempre y cuando conduzca al lugar donde ya estamos.

Históricamente, han sido muchos los ejemplos de cómo el pensamiento social –encarnado en intelectuales de avanzada o en personajes públicos- ha sido seducido por lo reaccionario en los momentos de transición social que, de alguna forma y en alguna medida, han modificado la sociedad. Como ejemplos emblemáticos se pueden citar, en primer lugar, el derecho al sufragio de las mujeres.

Desde la perspectiva actual, y considerando los principios ilustrados y liberales en que se basaba la reivindicación de la igualdad de voto, luce absurda y degradante la reaccionaria oposición a la que tuvo que hacer frente la reivindicación sufragista, sobre todo porque tal oposición fue esgrimida por intelectuales y políticos destacados de la época. Pero, debido a que lo reaccionario termina cediendo, tarde o temprano, ante lo revolucionario, los argumentos basados en la discriminación por género ganaron la batalla.

Aunque hoy nos parezca increíble, el sufragio femenino generó mucho temor en todos los sectores de la sociedad –incluido el de las propias mujeres- por lo que deshacer las barreras tradicionales entre lo público (espacio masculino) y lo privado (espacio femenino) legitimando el acceso de la mujer a los asuntos del Estado, fue considerado por los grupos más reaccionarios como un peligro real para el orden social, establecido sobre una clara diferencia en el reparto de papeles sociales por género.

Muchos intelectuales (hombres honorables, todos ellos) y bastantes  mujeres, estaban realmente convencidos de que cuestionar abiertamente el prototipo femenino de “ángel” y “reina” del hogar, abriría dudas respecto al futuro de la institución familiar y de su capacidad como reproductora del sistema social.

De hecho, fue la percepción del sufragismo como una amenaza a la familia lo que impidió su aceptación social. El caso británico es el mejor ejemplo de movilización anti-sufragista, no sólo entre los hombres, sino, también, entre las mujeres. En noviembre de 1908, se fundó en Londres la Liga Nacional de Mujeres Anti-Sufragio (Women’s National Anti-Suffrage League), siendo su primera presidenta la popular novelista Mary Ward.

El argumento (similar a la afirmación actual de que el pueblo no quiere medidas socialistas) esgrimido por los líderes reaccionarios de la Liga Anti-Sufragio era que: la gran mayoría de las mujeres británicas no estaban interesadas en conseguir el derecho de voto, y advertían contra el peligro de que un pequeño grupo de mujeres organizadas forzaran al gobierno a cambiar el sistema electoral, de la misma forma en que hoy se advierte contra el peligro de que los presidentes se reelijan, pero no observan peligro alguno en que lo hagan los diputados, los alcaldes, o el presidente de los Estados Unidos.

En segundo lugar, se puede analizar la contrariedad reaccionaria en torno a la instauración del seguro de desempleo en los países capitalistas ricos. Ludwig von Mises (1881-1973) reconocido líder intelectual de la Escuela Austríaca de Pensamiento Económico pasó, en poco tiempo, de ideas avanzadas a juicios reaccionarios, argumentando que, en la práctica, “un seguro de desempleo produce exactamente lo contrario de lo que pretende, y se convierte en una de las armas más efectivas del destruccionismo, por ser una interferencia estatal en la vida económica”.

Además -agregaba, Mises, defendiendo los males del capitalismo- el desempleo ya no es la imposibilidad de encontrar trabajo, sino que es la falta de voluntad para aceptar un puesto con ingreso inferior al esperado o deseado, argumento que es tan reaccionario como absurdo, similar en su esencia a los ataques viscerales que -en la actualidad, y por ser de izquierda- se hace a los despidos en el gobierno (para cerrar plazas fantasmas o innecesarias) sin decir nada sobre los despidos multitudinarios y cíclicos que la empresa privada realiza para mantener sus altos niveles de ganancia.

En tercer lugar, se puede citar el bullicio reaccionario que generó, entre los cultos universitarios, el permitir el ingreso de las mujeres a la universidad, que es similar al pensamiento reaccionario que se opone –por intereses de clase o por simple ignorancia- a una reforma educativa que busque sentar las bases para construir otra sociedad diferente a la actual.

En 1861, los estudiantes de medicina del hospital de Middlesex (Londres) protestaron airadamente ante la posible presencia de una mujer estudiante: Elisabeth Garett Anderson.

En un comunicado difundido en la ciudad, se planteó: “Nosotros, los estudiantes abajo firmantes, consideramos que los resultados de la mezcla de sexos en la misma clase pueden ser bastante desagradables. Es muy probable que los profesores se sientan cohibidos ante la presencia de mujeres, y no puedan referirse a ciertos hechos necesarios de forma explícita y clara.

La presencia de mujeres jóvenes como espectadores de la sala de operaciones es una ofensa a nuestros instintos y sentimientos naturales, y está destinada a destruir esos sentimientos de respeto y admiración que todo hombre en su sano juicio siente hacia el otro sexo. Esos sentimientos son un signo de la civilización y del refinamiento”.

El miedo al cambio (1) | 06 de Enero de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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