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2011/02/18

LPG-Los salvadoreños tenemos que encontrar formas efectivas para entendernos

 Los ejercicios de interacción entre sectores y entre fuerzas políticas han sido siempre muy escabrosos en el país, justamente porque no hay una cultura de naturalidad democrática, sino que pesa mucho aún la incultura autoritaria.

Escrito por Editorial.18 de Febrero. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Cada vez es más evidente, porque las constantes señales que arroja la misma realidad así lo ponen de manifiesto, que los distintos problemas que los salvadoreños enfrentamos, como sociedad y como nación, no pueden ser resueltos ni por vía sectorial ni de manera fragmentada. Venimos de ensayar y aplicar a lo largo del tiempo todas las formas imaginables de improvisación y de inmediatismo, y ya se ve que por ahí no se llega a nada realmente positivo; por el contrario, ahora encaramos una problemática cada vez más compleja porque no se hicieron a tiempo las valoraciones debidas sobre lo que necesitamos en conjunto para lograr que la democratización y la modernización nacionales fluyan por carriles bien aceitados y con destino seguro.

¿Cuáles son los verdaderos obstáculos para entrar en serio en una dinámica de entendimientos nacionales constructivos y productivos? El primero de esos obstáculos está en las actitudes, que se hallan determinadas aún, en buena medida, por prejuicios, recelos y crispaciones del pasado. Y esas actitudes se convierten con gran facilidad en retórica confrontativa, tanto para atacar como para defenderse. Nada de esto es compatible con una sana práctica de la lógica democrática, y por eso hay un desconcierto generalizado, que contamina el ambiente y hace tan difícil avanzar por la ruta en la que, pese a todo, nos movemos hacia adelante.

Es cierto que la agenda nacional —que tampoco se ha definido explícitamente, aunque de manera implícita nos presiona a todos en el día a día— está cargada de desafíos y dificultades, en temas palpitantes como la inseguridad en sus distintas expresiones y la modorra económica también en sus diversas modalidades y efectos; pero eso mismo debería ser un acicate eficaz para ya no continuar perdiendo tiempo en una conflictividad evitable, y pasar de veras al tratamiento de los problemas tal como son. Esto es notorio en temas como la transparencia y rendición de cuentas y el desarrollo y el ordenamiento territoriales, cuestiones que siguen estando en un pimpón político que tiene evidentemente propósitos dilatorios.

En lo que se refiere al punto crucial del llamado “pacto fiscal”, lo que tendría que hacerse, en primer término, es ordenar la discusión nacional al respecto. Y ordenarla no en función de los apremios inmediatos, sino en razón de los contenidos, los compromisos y las disciplinas que exige, con urgencia, toda la temática fiscal del país. Pretender un “pacto fiscal” real de la noche a la mañana es irreal y perturbador; y eso de seguro confunde y despierta más reacciones adversas. En este tema lo que se necesita, pues, de entrada, es una sinceración de propósitos, pero no con espíritu acusatorio sino con voluntad de tratar las cosas de manera auténtica y sostenible. De lo contrario, se corre el riesgo de siempre: acabar en las componendas políticas coyunturales para hallarles salidas “fáciles” a temas difíciles y de fondo.

Los ejercicios de interacción entre sectores y entre fuerzas políticas han sido siempre muy escabrosos en el país, justamente porque no hay una cultura de naturalidad democrática, sino que pesa mucho aún la incultura autoritaria. Pero ahora la realidad ya no admite dilaciones frente a los retos que esa misma realidad trae consigo. En ninguno de los grandes temas vamos a avanzar sin entendimientos suficientes y a la luz del día. Los “arreglitos” bajo la mesa, a los que tan dados son los políticos en acción, resultan contraproducentes hasta para aquéllos que los propician.

Los salvadoreños tenemos que encontrar formas efectivas para entendernos

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