Everardo Mejía Mejía.16 de Febrero. Tomado de Diario Co Latino.
En la oscuridad de la prehistoria, la esclavitud debió originarse en el instinto de conservación de la vida, que resultó en la dominación del hombre por el hombre; por lo tanto, debieron existir las dualidades de un dominante y un dominado, un poderoso y un desvalido, un victorioso y un derrotado, un benevolente y un beneficiario; en fin, los humanos adecuándose a los cambios, y aprendiendo la dualidad amo-esclavo. La dualidad se expresó en todo.
Las grandes culturas griega y romana, utilizaron esclavos de su misma raza, para la guerra, para efectuar trabajos rudos, y para tareas domésticas, lo cual dejaba a una clase pensante, con tiempo para filosofar.
La esclavitud evolucionó al tomar como natural la esclavitud de los humanos de color, siendo la cuna de la especie humana, el Continente africano, el espacio de la Tierra azotado por la bajeza del instinto de lucro. Miles de prójimos fueron sacados de sus lugares de origen, para ser comercializados como bestias, en el afán de saquear minas y usufructuar sembradíos en América. Inclusive, hijos de seres humanos blancos, que nacían de color, se vendían o trataban como esclavos, siendo este proceder, algo moralmente aceptado, en su época.
Surgieron líderes y sectores que propiciaron una evolución de la moral humana; los gobiernos y la religión no pudieron sostener la vileza de tal actividad, entonces se observó el declive de sectores retrógrados, que como el KKK, persistían en mantener en esclavitud, al hombre de color. Sea por aspectos económicos, estratégicos o de oportunidad, pero se dio una elevación de la conducta hacia una mejor convivencia social, anulando por decretos la esclavitud, aunque la inercia continúa afectando las mentes de muchos.
A lo largo de la historia, los pueblos han pedido que se les retire la responsabilidad de dirigirse a si mismos, han requerido dirigentes y gobiernos para tal actividad, igual al pueblo hebreo con sus jueces y reyes, en quienes recayó la tarea de ser verdugos de su pueblo. Esta es la enseñanza que nos deja, al evadir la responsabilidad de nuestros actos. Hemos vivido en esclavitud de gobiernos que se aprovechan para beneficio personal, de su familia y grupo de confianza.
En nuestro mundo moderno, nos observamos inmersos en esquemas de esclavitud, por ejemplo, al adquirir una casa, se es esclavo de los bancos, prácticamente de por vida, a quienes se les termina pagando, por medio de los intereses devengados, tres o más veces la suma principal. Los menos afortunados terminan a manos de agiotistas o de las tarjetas de crédito, a quienes entregan sus pertenencias, luego de los procedimientos de embargo. Los más afortunados integran cooperativas, donde son propietarios y pueden gozar de los excedentes anuales, participar de la educación continuada e integrar los cuerpos directivos.
Actualmente nos damos cuenta de algo curioso: las mercaderías y los capitales transitan libremente por toda la Tierra; los seres humanos, no, éstos son esclavos de las fronteras de países, marcadas por otros hombres, para garantizar sus intereses económicos. Los animales, sean pájaros, especies terrestres o acuáticas, pueden transitar entre países, los seres humanos no.
Se implementan políticas de país dominante y dominado, con el objetivo de exportar masas humanas. Estas personas en tránsito forzado, por regiones inhóspitas, son secuestrados y tratados como verdaderos esclavos, como mercancías y objetos de lucro, utilizados en diversas maneras contra su voluntad. Siendo esta situación del conocimiento de todos, es interesante notar cómo nos hacemos los desentendidos, “porque es problema de otros” y no de nuestra incumbencia. La era de la información aísla al ser humano de sus semejantes.
La esclavitud moderna se manifiesta de diversas maneras: se es esclavo de la propaganda, que nos impulsa a comprar cosas que realmente no necesitamos; se es esclavo principalmente de operaciones psicológicas, donde hacemos lo que otros quieren que hagamos, para favorecer sus bolsillos. Lo delicado es que lo hacemos de buena gana y con toda nuestra voluntad. Sin darnos cuenta, en forma consciente, nos llenamos de deudas, para poseer, sin importarnos ser. Esa cultura de tornarnos esclavos, es fomentada recíprocamente en nuestras relaciones sociales, tratando de aparentar un nivel de vida superior al real: Al final de cuentas, somos esclavos de nosotros mismos, de nuestro falso YO, o del ego.
Así, vivimos presos del celular con servicio de correo e Internet; presos del televisor y sus programas basura; presos de las modas; presos de nuestros caprichos, del tiempo, del espacio, del arte de botar las cosas que todavía sirven pero que están “obsoletas”, presos de la cultura depredadora de la Naturaleza, de leer cada día una guía de compras que le llaman “periódico”, del neoliberalismo, del consumismo, de la globalización, de las transnacionales, en fin, presos del dirigente religioso y del pecado de la ignorancia.
Hace varios siglos se nos dijo que la verdad nos haría libres. Varias corrientes filosóficas y religiones coinciden en esto, que por medio del amor, aumentaremos nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos, dándonos cuenta de las operaciones psicológicas, para anularlas y potenciándonos a una vivencia de real felicidad, en unión de nuestro prójimo y en ánimos del bien común.
El uso de la razón debe ubicarnos arriba del reino animal, en nuestra plena capacidad de elegir el bien, diferenciar lo que, mediante un bienestar pasajero, nos hará duramente desdichados. La razón nos debe conducir a la verdad y ésta a la libertad de ser nosotros mismos, a través del amor universal. Antes de cualquier decisión, pensemos analizando nuestros mismos pensamientos, para alcanzar la dignidad de seres humanos: “Pienso luego existo”.
Esclavitud para todos | 16 de Febrero de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad
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