Luis Fernández Cuervo.05 de Julio. Tomado de El Diario de Hoy.
En un programa de Les Luthiers, famosos humoristas argentinos, cuando uno de ellos habla de la musa de la danza, Terpsícore, el otro entiende "persícore" y se lanza en una larga y divertida digresión donde termina diciendo con energía: this is the pencil? This is not the pencil! Entonces, el primero, frena con calma esa perorata y le aplica con sorna un rudo dicho popular pero en forma más elegante: -Discurre usted muy bien, pero fuera del… recipiente.
Cuando leo las profusas razones de los que se oponen a la pena de muerte, no puedo por menos de acordarme de Les Luthiers. Sus razones son casi todas ellas correctas para otro país y para otra clase de asesinatos, no para el nuestro en las actuales circunstancias. Como en aquel luthiers, su chorro verbal es largo y abundante… pero fuera del tiesto.
A todos los que me escribieron de acuerdo con mi artículo anterior les he dado las gracias pero aclarándoles en mi respuesta que sólo soy partidario de la pena de muerte para las actuales circunstancias y contra los asesinos implacables y desnaturalizados. Estoy de acuerdo con el señor Sandoval cuando dice: "la sociedad está recibiendo un ataque masivo". Ese es el meollo del asunto. Lo primero es darse cuenta de la actualidad y la gravedad de la situación. Sandoval recomienda la "entrada del Ejército a resolver un problema territorial de soberanía interna, de Seguridad del Estado". Y añade que un efecto preventivo podría reducir la delincuencia pero eso tardaría años.
Yo por mi parte insisto en que el problema de fondo es un asunto de educación. No de instrucción en ciertos conocimientos (matemáticas, física, redacción, etc.), sino de formación en humanidad, de enseñar e inculcar valores pero traducidos en virtudes, en hábitos de conducta, enseñar y ayudar a practicar la disciplina, el autodominio y canalización de la afectividad y los instintos, la comprensión, la laboriosidad, el respeto, la sinceridad, la amistad, la lealtad, la honradez, la honestidad, etc. ¿Esto es posible? Ya lo creo. Tengo experiencia de ello. Trabajé un tiempo con la Fundación Actúa en su Programa Uno a Uno. Allí observé que cuando un marero ve cómo un hijo suyo se va transformando en un estudiante brillante, en un muchacho educado, ordenado, buen amigo y líder en su comunidad, alegre y trazándose metas ambiciosas de superación social y profesional, entonces esa formación la respeta y la agradece. Porque lo contrario, entrar en una mara, a veces a la fuerza, es una forma especial de desesperación vital. Todo marero es salvable siempre, si aún no cayó en él grado de salvaje inhumanidad en la que tarde o temprano lo transforma la mara. Es vital la educación. Pero esa educación personal en humanidad, es larga, paciente, y lleva años.
Decir que la pena de muerte es ineficaz para disuadir del secuestro y del asesinato es volver a plantear el problema fuera de lugar. En uno de mis viajes a España leí en un diario un elogio a la Guardia Civil "por haber limpiado de delincuentes a España" ¡Vaya! ¿Con qué los limpiaron? ¿Con detergente y un trapito?. Piensen esos cómodos idealistas. ¿Cómo sería Estados Unidos hoy si la conquista del Oeste se hubiera hecho como ellos proponen? ¿Qué hicieron "los Intocables" contra las mafias de Al Capone y similares? ¿Qué hicieron todos los países europeos para ir purificando su sociedad de delincuentes, a lo largo de siglos? ¿También el trapito y el detergente?
Nuestro país está invadido por el pensamiento débil, hipócrita e incoherente de la anticultura globalizante. Es esa misma que mima los derechos humanos de los delincuentes, que predica su verbosa oposición a la pena de muerte de cierto tipo de criminales pero que, en cambio, quiere instaurar el aborto --bajo la hipócrita denominación de terapéutico-- y la eutanasia de todo embrión con trisomía 21 u otras discapacidades. Y lo hacen presionando, chantajeando y comprando voluntades en los países de mayorías cristianas. Es esa misma que sabe que los anticonceptivos hormonales son verdaderos abortivos de seres humanos dentro de sus primeros quince días de vida y los promueve.
Muchos de los que se oponen a la pena de muerte nunca se han asomado a la angustia, el expolio económico de los que tienen que convivir con criminales en su barrio. Estos saben bien que pueden ser asesinados impunemente en cualquier momento. Muchos ya han tenido que enterrar a sus familiares. Ellos exigen suprimir de algun modo rápido y eficaz esa constante amenaza.
A un avezado político español, a comienzos del Siglo XX, un periodista le preguntó si él era partidario de suprimir la pena de muerte. Con una sonrisa contestó: -Por supuesto, soy partidario de abolir la pena de muerte, pero que empiecen primero los señores asesinos.
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