2009/09/13

¿Laboriosidad salvadoreña?

Escrito por Rodolfo Chang Peña. Sábado 12 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

En las instituciones gubernamentales y autónomas de El Salvador, la mística por el trabajo es una especie en peligro de extinción, exceptuando por supuesto algunos raros casos, de ahí que la atención al público no vuelve loco a ningún empleado. Peor si es muy temprano de la mañana o muy tarde, cerca de la hora de salida.
Hablar con el jefe de una dependencia es difícil y cuando se logra siempre están a la defensiva. Si se trata del director de un consultorio o centro hospitalario la tarea está entre lo resbaladizo y lo imposible, ya que siempre están en "reunión".

No se sabe si trabaja reunido, se reúne para trabajar o forma parte de un grupo del que no se puede escapar.

En cualquier actividad de trabajo se considera un acto inteligente cumplir con la "ley del menor esfuerzo" y en ciertas organizaciones se señala como "sacón, yoyo, maje o raro" al que cumple sus obligaciones con entusiasmo y diligencia tal como fue inducido y capacitado. Y naturalmente su actitud genera comentarios como los siguientes: "A saber con quién quiere quedar bien", "Por culpa de ese maje después nos van a exigir a todos", "Es el ojo de pato de la jefa" y si es mujer: "Debe ser la maciza de algún jefe".

La mentalidad generalizada, sobre todo entre trabajadores curtidos, es "Trabajar cada vez menos, recibir cada año más sueldo y procurar no fregarse mucho porque nadie lo agradece".

Este último concepto es genérico de aplicación universal, los niños y los jóvenes lo aprenden por imitación y por supuesto los padres de familia contribuyen en su aprendizaje. "Para ayudarle al niño" son ellos los que se preocupan por las tareas escolares y les hacen el trabajo, como fabricar un sistema planetario con cartón, cartulina y engrudo, aunque los maestros califican a los primeros.

En las instituciones estatales y autónomas son tradicionales las unidades, divisiones, departamentos y servicios con un rendimiento bajo si se compara la productividad con el volumen de horas de trabajo disponibles. Cualquiera que sea la presión de la demanda se trabaja con tranquilidad y sin sobresaltos, se trata de no complicarse la vida. Y como se han hecho estudios de investigación sobre tiempos y movimientos para establecer cuantías de productos finales por jornada laboral, todos los incrementos de personal se hacen a "puro ojo", sin fundamentarse en criterios objetivos medibles.

Como consecuencia de lo anterior, las unidades organizativas se van hipertrofiando gradualmente, casi en la misma forma como crece un arrecife coralino por aposición de capa tras capa de nuevo material cada cierto tiempo, no necesariamente cada año. En un servicio donde deberían de haber cinco o seis empleados competentes y debidamente capacitados, con una productividad aceptable, existen catorce o dieciocho, por cierto más de la mitad recomendados, cada uno con una pobre carga de trabajo pero con disponibilidad para participar en interminables tertulias, organizar cumpleaños, cotizar desayunos y almuerzos, realizar múltiples llamadaspersonales y participar activamente en actividades comerciales y financieras "bajo de agua".

Jefes medios y empleados a menudo con alguna influencia, son fuente de la iniciativa de los llamados "puentes", que no tienen otro objetivos que aumentar los días de descanso, como si no existieran suficientes feriados, asuetos, fines de semana y las tradicionales tres vacaciones anuales. Por supuesto que los "puentes" jamás se usan para sacar el trabajo rezagado, aumentar la producción o incrementar el tiempo de capacitación del personal.

Importante rol desempeñan las asociaciones gremiales, que contribuyen a alentar y mantener esta "cultura laboral criolla", porque tales "plataformas reivindicativas" y la llamada "lucha combativa" no son más que corrientes que en esencia persiguen más sueldo, más prestaciones y menos trabajo.

Al hecho anterior hay que agregar los métodos de presión que casi siempre son desproporcionados y se extralimitan. Los buseros y microbuseros no dudan en bloquear una importante vía o suspender el transporte público sin importar las consecuencias. El STISSS por su parte, tampoco duda en paralizar el funcionamiento de un centro hospitalario, aunque ello signifique que se pierdan centenares de citas y operaciones quirúrgicas.

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