Por Ángel Luis Lara.15 de Mayo. Tomado de La Jornada .
1. El origen de la palabra simetría se encuentra en el vocablo griego summetria, que significa “reducción a una medida común”. Los sentidos y los significados actuales de Barack Obama se explican precisamente a partir de este concepto. La retórica y la acción de su gobierno representan un perfecto viraje simétrico: del estudiado carácter asimétrico del Obama candidato construido como diferencia, a la simetría del Obama presidente respecto a sus predecesores en la Casa Blanca. Obama constituye hoy la medida común de los políticos y del poder. Es un actor evidentemente simétrico.
2. El asesinato de Bin Laden representa el cierre doble de esa simetría: genera una identificación de orden interior que iguala a Obama con Bush y produce una simetría exterior que lo equipara con el propio Bin Laden. De cara a sus conciudadanos Obama demuestra que es tan patriota como Bush: en el momento más débil de su popularidad y con una duda generalizada que incluye el permanente cuestionamiento de su propia americanidad, el actual presidente de Estados Unidos demuestra que guerrea, tortura, quiebra la legalidad internacional y asesina tanto o más que sus predecesores en el cargo. Al mismo tiempo, de cara a los pueblos árabes, Obama impone un evento que definitivamente le arrebata a Bin Laden el patrimonio sobre la “guerra justa”: el alcance de su golpe no sólo es tan aparatoso como los que propinó el fallecido líder talibán, además posee la misma naturaleza. Si el terrorismo se ha demostrado constantemente como reverso espectacular del poder, Obama ha subrayado ya para siempre la naturaleza simétrica del poder y del terrorismo.
3. Si la instrumentalización del 11-S por parte de Bush constituyó un golpe de Estado en el seno de la globalización y sus disensos, el asesinato de Bin Laden pretende un efecto de poder que contribuya a intervenir el sentido de las revueltas árabes controlando su potencia. De los ingobernables ríos de Babilonia a las crecidas aguas del Missisipi, el carácter instrumental del asesinato de Bin Laden se hace tan evidente como la simetría que impone. En el fondo no es más que un gesto de desesperación: la pérdida de hegemonía de Estados Unidos es directamente proporcional al número de familias que, inundadas en deudas, pierden sus hogares cada día. También a la pobreza extrema que los tornados y los ríos desbocados están destapando en el sur del país. No obstante, el asesinato de Osama Bin Laden no sólo connota desesperación, al mismo tiempo destila impotencia: sólo un ápice de la ironía y de la creatividad que expresaron los manifestantes de la cairota plaza de Tahrir sirve para demostrar lo ajenos que resultan Obama y Bin Laden a la voluntad y a los deseos de los pueblos árabes.
4. Cornelius Castoriadis relacionaba directamente el concepto de barbarie con la idea de heteronomía: lo bárbaro no es más que la imposición de un poder trascendental y externo a la vida del mundo. In god we trust o Alá es grande: la barbarie es precisamente el fondo de la simetría entre el proyecto talibán y la composición hegemónica y reaccionaria de la idea de nación en Estados Unidos. La forma bárbara del supuesto asesinato de Bin Laden no sólo remite a la manera en la que lo han matado, sino que acentúa la asimetría entre esa barbarie y las multitudes árabes en revuelta: el deseo colectivo de autoemancipación y de autogobierno por encima de transcendencias y de heteronomías es la savia de los movimientos que han encendido el Oriente Próximo y el Magreb. Las revueltas en Túnez, Yemen, Marruecos, Argelia, Siria o Egipto demuestran que los supuestos bárbaros son en nuestros días los más concienzudamente civilizados. En realidad Obama es un doble homicida: no sólo ha asesinado a Bin Laden, también ha matado definitivamente al difunto Samuel Huntington.
5. Pese a lo real de la eliminación de Bin Laden, el carácter supuesto de su asesinato no remite tanto a una lógica conspirativa, como a una mera racionalidad deductiva: en ausencia del cuerpo del líder talibán sólo tenemos signos, imágenes e indicios de su muerte. En un mundo en el que la verdad ha sido sustituida por lo verosímil, la eliminación de Bin Laden no es lo más importante: lo verdaderamente relevante es el relato de su asesinato. La acción de gobierno y la gestión del desorden planetario tienen que ver cada vez más con un ejercicio de storytelling: antes se decía que la realidad superaba a la ficción, hoy sabemos que la ficción constituye la realidad. Los guionistas de South Park predijeron hace tiempo la forma de la muerte de Bin Laden. Las imágenes que han invadido nuestras retinas durante los días posteriores al homicidio del jefe talibán ya las habíamos visto antes en series como 24 o The west wing. No por casualidad la ficción televisiva estadunidense se ha erigido en los últimos tiempos en una fuente inagotable de relatos certeros de la barbarie que modela el presente. Tampoco fue casualidad que cuando Barack Obama se topó durante su campaña a la Casa Blanca con Aaron Sorkin, creador de The west wing, le dijera: “tengo la intención de robar todo lo que pueda de tus guiones”. Pura cuestión de simetría.
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