Es momento de pasar de las palabras a la acción; y encaminar a este seno político por excelencia por el camino del fortalecimiento institucional y de la transparencia en todas y cada una de sus acciones.
Escrito por Raúl Melara Morán.16 de Febrero. Tomado La Prensa Gráfica.
rmelara@mrmlaw.com.sv
Tal como lo manifestara el ahora presidente de la Asamblea Legislativa, diputado Sigfrido Reyes, desde hace año y medio el país ha vivido una época de transiciones políticas que han marcado la vida de los salvadoreños. Pero lo realmente importante no radica en que ahora los funcionarios que dirigen dos de los tres Órganos del Estado hayan militado o sean militantes activos del principal partido de izquierda del país, sino que las transformaciones que se den a partir de que han tomado posesión de sus cargos sean encaminadas a fortalecer la institucionalidad democrática, el Estado Constitucional de Derecho; así como a elevar el diálogo político, la concertación y la búsqueda de soluciones a los grandes problemas de todos los salvadoreños.
El país urge de cambios profundos, pero no de aquellos de tinte populista que buscan llevar un caudal electoral a los partidos políticos, sino que por el contrario hagan una verdadera diferencia entre el pasado y el futuro de nuestro país.
El nuevo presidente de la Asamblea ha adquirido públicamente serios compromisos, tales como impulsar desde su primer día las medidas que incrementen la transparencia de la gestión legislativa y el acceso a la información pública. Pero para lograr verdaderamente dicho objetivo no basta con discursos ni con tomar medidas administrativas al interior del congreso, sino que requiere ejercer su nuevo papel para buscar que los partidos políticos logren un acuerdo que le permita a nuestro país contar a la brevedad con una la Ley de Acceso a la Información Pública que permita a todos los ciudadanos ejercer una auditoría social a los funcionarios públicos, quienes deberán de rendir cuentas de todo lo actuado dentro del ejercicio de su mandato.
Recordemos que dicha normativa fue acuerpada por los principales partidos y actualmente ha sido devuelta por el presidente de la República con algunas observaciones, vislumbrándose lastimosamente a la fecha, de no existir verdadera voluntad política, que esperaremos muchos meses más para que esta entre en vigor. Lo anterior, ya que curiosamente el partido político con mayor representación en la Asamblea Legislativa y uno de los mayores impulsores de este instrumento, curiosamente ahora lo está enviando al congelador para que sea “estudiado” por un poco más de cuatro meses.
Por otro lado, distintos actores han mostrado sus reacciones ante el mensaje de toma de posesión del nuevo presidente del congreso, ya sea de incredulidad, cautela o dando el beneficio de la duda, la realidad es que a partir de su juramentación tiene la obligación de demostrar que los objetivos de nación están muy por encima de aquellos que quiera conseguir el partido político que lo ha llevado a fungir en dicho cargo de elección popular y a dirigir ahora la Junta Directiva del primer Órgano de Estado. Los cambios deben darse al interior de la Asamblea Legislativa: disipar las dudas con respecto a las más de 450 plazas que ya han sido autorizadas, dejar de sorprendernos con los ya tradicionales madrugones y los recurrentes pactos oscuros que dan como resultado mayor incertidumbre e inestabilidad política; dotar al país de leyes que respeten y garanticen todos los derechos constitucionales, promoviendo además el desarrollo económico y social del país; y elegir a los hombres y mujeres de las más altas credenciales éticas y profesionales para ocupar cargos de elección de segundo grado son algunos pasos que deben darse para recuperar la credibilidad de los salvadoreños en nuestros diputados. Su primer reto en este tema será dirigir la elección del presidente y magistrados de la Corte de Cuentas de la República.
Confiaremos en las recientes declaraciones del diputado Reyes, en que la Asamblea Legislativa no será la fábrica de empleos y que su principal función será procurar porque el congreso sea un generador de leyes, pero no de aquellas hechas a la medida, sino de todas aquellas que lleven orden, seguridad y promuevan la inversión privada, la generación de empleo y el desarrollo de todos los salvadoreños.
El tiempo de las celebraciones ha terminado. Es momento de pasar de las palabras a la acción y encaminar a este seno político por excelencia por el camino del fortalecimiento institucional y de la transparencia en todas y cada una de sus acciones.
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