Escrito por Rafael Castellanos.19 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica.
“La tensión se incrementa, ¿estamos más lejos de un entendimiento, o más cerca del amanecer? El país necesita acuerdos y diálogo sincero, precisamos un esfuerzo superlativo, con elecciones es más difícil, pero posible.”
Hay un sabio proverbio que se aplica a las situaciones emocionales complejas en la vida y sirve para combatir la desesperanza, “cuando está más oscuro, está más cerca el amanecer”. No desesperes, ya pasará la oscuridad, el sol tiene que salir es lo que dice.
La tensión del discurso entre el Gobierno y las gremiales del sector privado está en un momento álgido y creciendo, ojalá aplicara el proverbio y la luz del entendimiento, del diálogo sincero, del acercamiento sin prejuicios, de la sensatez de comprender que los países son viables solamente cuando el Gobierno y el sector privado se entienden, como lo muestran los países de éxito y esto se dé pronto. De otra manera vamos a pasar aún muchas noches oscuras y frías.
El aparente motivo de las tensiones del momento es uno que se da entre el estado y los que pagan, no es nuevo, viene de siglos, el gobernante necesita fondos para dar servicios, invertir, pagar salarios y otras cosas. Cuando hacen falta fondos, cuando las arcas están apretadas, quiere más tributos. A los que pagan los impuestos (del verbo imponer) no les gusta y eso provoca malestar, roces, costo político, etc. Sobre todo cuando se ve gastos superfluos o lujos, desde los tiempos medievales.
El costo más importante de no generar suficientes impuestos y de no gastarlos e invertirlos bien (ambas variables son parte de la misma ecuación), ni lo sufren los políticos ni los empresarios, lo sufre la población, especialmente los menos favorecidos, de la clase media a baja a los pobres, los que siempre salen peor librados.
En un mundo ideal, los políticos entienden cómo funciona la macro y la microeconomía, se dan cuenta de que la única forma sostenible de recaudar más impuestos sostenidamente es creciendo sostenidamente y que para ello es necesaria inversión nueva y reinversión sostenida en el tiempo.
En ese mundo ideal, en que los empresarios son en la gran mayoría medianos y pequeños, responden más favorablemente en cualquier economía del mundo a los estímulos que al garrote, este último no necesariamente son impuestos efectivos, la tensión, el lenguaje agresivo, el ambiente negativo en su contra, hace clic en la mente de las mayorías, al menos retarda las inversiones y las compras, si no las detiene, detiene el crecimiento de la economía.
En un mundo ideal, los empresarios pagan impuestos, no se oponen sistemáticamente a la aprobación de nuevos que hacen falta y no perjudican la productividad.
En un mundo ideal, el Gobierno que acusa a los empresarios de evadir impuestos se encarga de cobrar adecuadamente y de sancionar, meter presos a quienes incumplen las leyes. No se vale decir que evaden y eluden si no se les aplica la ley, transparente y públicamente.
En un mundo ideal, políticos, sindicatos y empresarios juntos, comprenden el abc de cómo se crean y se mantienen empleos y se ponen de acuerdo. En un mundo ideal, no se da la distorsión de ver a los empresarios como ogros sino como socios en el desarrollo, eso lleva a países con gobiernos socialistas como Brasil, a lograr pactos de nación, definir y consensuar tanto como se puede, qué país quieren, qué proyectos son prioritarios, cómo se van a financiar y qué impuestos pagar, cuidando siempre de no subir los que afectan la productividad porque espantan la inversión, se va a otro lado o simplemente no se da.
En un mundo ideal, el Gobierno encabeza la cruzada nacional para un pacto fiscal cortando grasa, mostrando austeridad, como Obama en Estados Unidos, como toda Europa después de la crisis, no suben salarios, los reducen, no digamos lo suntuario.
Estamos lejos del mundo ideal y cerca de las elecciones, el pronóstico de qué sucederá es reservado. Se necesita mucha buena voluntad, mente clara, dejar de lado prejuicios, poner el hígado en reposos y estimular más al cerebro y el corazón. El país lo necesita.
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