Luis López Portillo.18 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
En un año aprendió inglés y computación. Al segundo año había ganado varias libras de autoestima. Luego de tres años, era otra persona. Con su vida transformada, Karla Ramos Ayala salió de las limitadas posibilidades de un instituto público del municipio de Colón y se le abrió un mundo de insospechadas oportunidades.
Con apenas su título de bachiller consiguió un trabajo bien pagado, gracias al inglés y sus habilidades en computación. A sus 18 años ganaba tanto o más que su papá. Obtuvo una beca para estudiar ingeniería en computación en una universidad privada nacional y luego otra beca. Hoy estudia en una universidad en Estados Unidos.
Las oportunidades laborales y de superación que se le han abierto a Karla son limitadas y reservadas para la minoría que tiene la posibilidad de estudiar en colegios privados y bilingües. Miles de talentos naturales como el de Karla se desperdician en muchos lugares del país donde nadie acerca las oportunidades.
Para eso se creó el Programa Empresarial Supérate, para detectar talentos en instituciones públicas, sobre todo en el área rural, y traerlos a "otro mundo", un mundo donde se transforman vidas enseñando tres destrezas: habilidades para la vida (valores), entrenamiento en computación moderna y la capacidad de comprender y hablar bien el inglés. Con esto, las oportunidades se multiplican.
En tres años, Supérate rompe el círculo vicioso de la marginación, que incluye hogares inestables, padres con limitaciones, ambientes vulnerables, educación mediocre, pobreza y escasas oportunidades. Estos muchachos son transformados en ciudadanos mucho más competitivos, autosuficientes y con mayores ambiciones.
Conocí a un grupo de ellos hace unos días. Los del segundo y tercer año reciben a sus visitas hablando en inglés. En la mañana van al Centro de Capacitación y en la tarde a sus estudios normales. Es un complemento, una especie de súper vitamina capaz de cambiar la vida. Cada centro de capacitación alberga a un total de 150 a 200 muchachos cursando los tres niveles de formación.
Cuesta mucho dinero mantener un centro de estos: psicólogas, maestros, computadoras, infraestructura, material, mantenimiento, programas pedagógicos. No es un programa estatal ni uno de esos que se financian con cooperación internacional. Se financia con las ganancias de empresas privadas salvadoreñas.
El programa nació en la empresa HILASAL y lo financia la fundación Sagrera Palomo. Operan otros cinco centros de capacitación: uno en ADOC, uno en San Salvador auspiciado por la familia Kriete, dos financiados por Compañía Azucarera Salvadoreña (CASSA) en Sonsonate y San Miguel y uno en Panamá. Esto es Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en su mejor expresión. Muy lejos del donativo ocasional o el artificio de imagen donde el costo de publicitarse es más caro que la ayuda.
Durante el Foro Empresarial de Responsabilidad Social (FERSE) el 24 de febrero se podrán conocer programas como Supérate y otros similares, nacionales y extranjeros. Hace falta mucha educación en este tema, por eso se aplaude la iniciativa de FUNDEMAS y de la iniciativa privada. Este tipo de foros nos deben ayudar a abrir la mente y hacer conciencia sobre lo que podemos y deberíamos hacer desde el sector privado de cara a las muchas necesidades de nuestro país.
El programa Supérate es, a mi juicio, uno de los mejores ejemplos de RSE como debe ser. Se invierte en serio, no lo que sobra. Genera un impacto profundo, no coloca pequeños parches. Hace mucho y alardea poco. Y encima, nos da ejemplos como el de Karla, que colocan en perspectiva una cosa de fondo: hay una gran diferencia entre regalar un cuaderno y auspiciar una nueva vida.
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