Hace falta mucho para proveer una integración óptima para quienes quedaron discapacitados por la guerra. Algunas iniciativas quieren contribuir a llevarles alivio
Por Gerardo Arbaiza.16 de Febrero. Tomado Contra Punto.
SAN SALVADOR-La sala de Consulta Externa del Instituto Salvadoreño de Rehabilitación de Inválidos (ISRI) lució, desde que el reloj marcara las 10 de la mañana, un ajetreo que salía de lo ordinario para esta institución.
A los abnegados y no siempre bien apreciados esfuerzos de los terapeutas del ISRI, se les sumaba un grupo de terapeutas profesionales de Estados Unidos, que venían cargados con un lote de 262 sillas de ruedas.
Todas ellas fueron acomodadas por estos voluntarios, de acuerdo a las necesidades de los pacientes.
“Tenemos como 40 personas que necesitan silla de ruedas este día y debemos adaptarla de acuerdo a su discapacidad. A veces toma dos horas, o un día completo; dependiendo de la persona”, dice Pat Welch, la líder de la organización sin fines de lucro “Joni and Friends“.
Dichas 40 personas comparten entre ellas el vínculo de la discapacidad física, ya sea congénita o adquirida en algún punto de su vida, además del prejuicio de una sociedad que ha instrumentalizado a estas personas, que tienen derecho a ser tomados como legítimos ciudadanos, sencillamente para inspirar lastima y ser vistas de menos.
Pero dentro de ese grupo, había cinco personas que compartían la vivencia en carne viva del conflicto armado salvadoreño (1980-1992) y habían experimentado en su cuerpo y en sus conciencias su poder devastador.
Ninguna de ellas pertenecía a alguno de los dos bandos encontrados o empuñaron en su vida algún fusil, sencillamente tienen algo que contar; como 12 años de enfrentamiento entre gobierno e insurgencia les habían dejado secuelas físicas y emocionales que llevarían el resto de su vida.
Tal es el caso de José Emilio Alvallero, un anciano originario de la comunidad La Poza, en el municipio de San Salvador, quien se encontraba en su casa para el momento que en la capital se libraban las batallas que hacían parte de la llamada “Ofensiva hasta el tope”, lanzada por el FMLN en noviembre de 1989.
Don José narra cómo las esquirlas de una granada que provino de la boca de una bazuca del ejército, cayeron desde el tejado de su casa hacia su espalda, desviándole dos discos y privándole de la capacidad de moverse libremente sobre sus dos piernas.
“Incluso todavía tengo tres esquirlas en el espinazo del hueso”, comenta.
Como miembro del Fondo de Protección de Lisiados y Discapacitados a Consecuencia del Conflicto Armado (Foprolyd), don José menciona que por ley los lisiados adscritos a dicho fondo tienen que cambiar su silla de ruedas cada cinco años, aunque dice que llevaba nueve años esperando por una.
“El dolor desde las uñas de los pies hasta la espalda es insoportable, luego que me operaron de las esquirlas y a uno en los hospitales le dicen que tiene que aguantar, pero cómo se le va a hacer”, reprocha.
Este adulto mayor comenta que con la silla que el equipo estadounidense Joni and Friends le proporcionaron, se siente más comodo y espera poder pasar tranquilo los últimos años de su vida, “hasta que Dios lo llame.”
Al otro extremo del salón de Consulta Externa, una terapeuta de rasgos asiáticos, de nombre Corrie, trataba de entender lo que le decía Tránsito Lopez, hija de Antonio Díaz, un octogenario que había perdido su pierna derecha, luego de haber pisado una mina para el tiempo de la guerra.Siendo testigo del la dificultad para hacerse entender por parte de Corrie, este reportero fungió como un interprete improvisado, en su limitado conocimiento del ingles.
-Mire, y la silla nueva que le van a dar a mi papá va tener donde apoyar su pierna, porque la que tenía antes el podía apoyar su pierna.
-Dice la terapeuta que no han podido encontrarle una silla con respaldo para las piernas, pero que la que le han dado ahora a su papá le queda a mejor altura para que pueda erguir mejor los hombros.
-Pero si lo que tenía era una banda abajo de la silla, donde podía apoyar la pierna y a el se le reventó
-¡Ah ya! si es una banda, ella (la terapeuta) puede conseguirle una nueva para adaptarle a la silla
Superado el defase en la comunicación, Habría que conocer la historia de don Antonio y de su hija Tránsito.
Este padre de familia originario de Tecoluca, departamento de San Vicente, no recuerda con exactitud el momento cuando la guerrilla que combatía en la zona se llevó a uno de sus hijos, pero la consecuencia de ir tras su búsqueda, será algo que jamás podrá obviar.
“Los del monte (haciendo alusión a la guerrilla) se lo llevaron, y entonces mi papá buscándolo sin ninguna pista se fue a meter por ahí y se paró en una mina y perdió la pierna”, rememora Doña Tránsito
“Yo no quería irme con él a buscar a mi hermano, pero dando gracias a Dios que al final fui porque sino no hubiera habido forma de sacarlo donde estaba la mina” mencionó.
Don Antonio dice ahora sentirse aliviado con su nueva silla, ya que la que tenía antes le quedaba alta para poder apoyar los hombros, además que no podía tocar el suelo con su única pierna.
Danilo Campuzano, director de planificación de Foprolyd, sostuvo que la asociación espera otras 101 sillas para ser entregadas durante la próxima visita de la organización “Joni and Friends”, ya que las 5 que recibían este día por medio del ISRI, habían sido gestionadas a última hora.
“Con el donativo total, las perosnas beneficiadas están compuestas por un 32% de ex combatientes del FMLN, 46% de la población civil, y 22% de las Fuerzas Armadas“, aseveró Campuzano.
Por su parte el presidente del ISRI, José Vicente Coto, mencionó que el donativo otorgado por “Joni and Friends” se había coordinado para ser repartido a otras instituciones, entre ellas el Hogar de Parálisis Cerebral y Foprolyd.
Coto sostiene que el tema de la discapacidad en el país se ha visibilizado muy poco y por los motivos equivocados, instrumentalizando a las personas con discapacidad para despertar lastima en la población y desviando la atención para que exista una política integral de atención a este sector.
“Nosotros estamos tratando de revertir esa tendencia. La sociedad y las organizaciones están respondiendo bien y haciendose a la idea que la persona discapacitada es un sujeto de derecho que necesita el espacio y los medios adecuados para integrarse adecuadamente a la sociedad” asegura Coto.
Lisiados de guerra unidos en el dolor y la esperanza - Noticias de El Salvador - ContraPunto
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