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2010/10/05

RAICES - Oscar a la honradez-Periodismo Alternativo desde El Salvador

 Juan Grande.05 de Octubre. Tomado de Raices. 

Es muy común que a las personas se les reconozca sus meritos profesionales o sus dotes intelectuales. Bajo iniciativas públicas o privadas se entregan premios/reconocimientos a quienes ostentan particulares cualidades desarrolladas a nivel sobresaliente. Ello es un estímulo a la superación personal, lo que al final viene a favorecer el aporte individual que se entrega a la sociedad. Así, vemos reconocimientos (de ordinario) anuales al empresario, médico, ingeniero, economista exportador, futbolista, atleta, artesano, policía, agricultor, protector ecológico, etcétera.

No obstante, consideramos que existe un vacío en el catálogo salvadoreño de reconocimientos existentes para un área importante, estratégica en la vida. Nos referimos a la honradez. Sin pretender ver realidades perfectas, observamos que en países con visible desarrollo democrático cada vez que se presenta a elección un candidato o candidata a funcionario, se le esculca su vida con exhaustivo detalle, empezando por sus promotores ya no se diga sus opositores.

Para ejemplo, recuérdese el caso de la primera Juez hispana [Sonia Sotomayor] a la Corte Suprema [USA] mientras se discutía su aval por el Senado: si los contrarios únicamente pudieron armar retraso en la aprobación por una pequeña declaración en la Universidad de Berkeley en una de sus tantas conferencias (miles de palabras), escrutinio “milimétrico” de sus sentencias/resoluciones y finanzas personales, etc., etc.; imaginemos si hubieran encontrado una pequeña falta, ni siquiera al nivel bochornoso de abuso en vales de gasolina, peor otras porquerías, sino una simple falta.

De manera general honradez es una cualidad que se espera y/o exige su estricto cumplimiento a todos los miembros de una sociedad: en los hogares, en el trabajo, en el deporte, en el ejercicio de cargo público, etc. Sin embargo, los índices de éxito no son los deseados; hay incumplimientos por las diversas tentaciones que las personas encuentran en su diario vivir en condiciones en que los principios y valores con que han sido formados son indelebles, lo que los vuelve impresionables por conquistar resultados pecaminosos, pero individualmente rentables, que el actuar sin honradez produce.

La falta de honradez es socialmente alarmante cuando brilla por su ausencia en el ejercicio de cargos públicos en todos los niveles. Famoso aquel dicho: “Señor no te pido que me des sino que me pongas donde hay, que del resto yo me encargo”.

Por más que se pronuncia en discursos que el ser empleado/funcionario público es sinónimo de “servir” a los demás, hay quienes una vez presentada la oportunidad son fácil presa de invertir la dirección de la acción a “servirse”, algunos con desfachatez increíble por las  condiciones escandalosas en las que se produce.

Para muestra un botón: el caso de los ex magistrados que se auto recetaron una bonificación por retiro voluntario a escasas horas de que caducara el mandato para el que habían sido elegidos, a sabiendas de que no serían sujetos de reelección. Qué decir de los funcionarios públicos que abusan adjudicándose más de un vehículo, a veces hasta cuatro o más ultra abusivamente. La danza millonaria de las comisiones del “10%” en las licitaciones, con solo un par de cobradores presos pero sin ningún pagador sancionado.

Ello solo por mencionar la punta del iceberg, lo conocido últimamente en los medios. La lista que conforma el resto es cuantiosa pero no sorprendente si vemos que las instituciones que tienen a su cargo velar porque no se produzcan, no hacen su trabajo, sus dirigentes se hacen los “suizos”; con ojos cerrados y párpados en los oídos, podrían declarar/jurar, hipócritamente Sócrates: “yo solo se que no se nada y si alguien tiene sospechas que lo demuestre a las instancias respectivas”. ¿Cómo es eso? Se recuerdan las declaraciones de una estimada y respetada ex presidente del partido Arena y de la Asamblea Legislativa, cuando ejercía ambos cargos, diciéndoles a los que criticaban al gobierno y otras entidades: sus conductas los descalifican para hacer tales denuncias pues “ustedes tienen techo de vidrio”. Dichas afirmaciones provenían de alguien, que como se dice en vox populi, estaba bien enterada por estar “en la jugada”, es decir, de sobra informada.  Años antes, otro funcionario declaró que “podría ser acusado de ladrón pero no asesino”. Recientemente el ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, declaró: "¿Iba a dejar de disfrutar el bono porque se iba a dar a una interpretación?" “Aparte que ha sido una práctica común en el pasado”. Etcétera. ¿?

Entonces, ¿hay que inferir que la presencia de falta de honradez es alarmantemente desmedida, en unos y otros, los demás, de allá, de aquí y alrededor? ¿Se ha calcificado una epidemia de nula o escasa probidad en el país? Que el creador nos libre y ampare.

Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos de la ofensiva delincuencial y pandillera con sus actos deplorables que injustamente azota a los salvadoreños, si en quienes podríamos esperar nobleza y lealtad hacia la sociedad, escondidamente vomitan corrupción y mohosa moral, pésimo ejemplo que no puede provocar un efecto demostración positivo en quienes abiertamente operan al margen de la ley. Lo malo de arriba y al lado contamina a los de enfrente y abajo. Un ejemplo desastroso que invita/presiona al honesto a abandonar su transitar decoroso tanto en la esfera pública como privada, al ver que con su proceder no solo le produce risas por baboso a extraños y culpables, sino que además pierde oportunidades de superación y progreso bajo caminos virtuosos al no poder competir con el que a zancadilla y trinquetazo se le remunera ostentosamente.

Obligatorio aclarar que esta desdeñosa conducta tampoco creemos es masiva  e incontrolable, pues hay muchos individuos respetables por su integridad.

También los hay para quienes es aplaudible que a pesar de llegar adentro o cerca de “donde hay”, son un ejemplo de virtud humana en la que la seducción por lo indebido y fácil es prescindida. La sociedad los conoce. Seguro que sí. Pero no los condecora. En cambio, sin invitación se ha colado una contra-cultura sugestiva de que el que no roba es tonto, el honesto es baboso y el ladrón es vivo e inteligente, que si roba al por mayor resulta triunfador y exitoso.

La impunidad es un potente estimulo a la corrupción. Sin embargo, para bien, no existe un reconocimiento patriótico para quienes obran con sobrada y reconocida honestidad. Es lamentablemente una práctica común en nuestro país: que a las personas honestas no se les reconozca dicho mérito.  ¿Será porque quienes tendrían que hacerlo su conciencia los acusa e inhabilita?  ¿Será porque es vergonzoso que tenga que galardonase algo que debería ser tan común y corriente que premiarlo solo significa confirmar un pecado capital tristemente extendido?

¿No será conveniente que se instaure en el país el equivalente a un OSCAR A LA HONESTIDAD para quienes destacan su obrar en evidente ejercicio de rectitud y probidad?  Indudablemente que estas personas no demandan reconocimiento a su honradez ni lo requieren para continuar trabajando bajo tal paraguas, pero entre otras acciones que apunten a lo mismo, sería tal vez útil como ejemplo para quienes vienen atrás y/o rectificación de los actuales pecaminosos. Imaginemos el impacto que se instaurara dicho reconocimiento pero en la variante excluyente: Lista de quienes están más lejos (imposible) de poder ser candidatos para el Oscar a la Honestidad.

Propagada honradez sin límites es un requisito elemental en el diario obrar que contribuiría a forjar el camino para construir un futuro con ilusión y sin desencanto. Más que utopía es una necesidad imperativa para remontar la historia de los últimos 20 años, magistralmente analizada por Don Juan Héctor Vidal.

Galardonemos con un Oscar al emprendedor honesto, especie que se empuja al peligro de extinción por tener que nadar contracorriente.

RAICES - Periodismo Alternativo desde El Salvador

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