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2010/10/22

LPG-Tenemos que ser más responsables con la naturaleza

 En nuestro país, es hora de impulsar en serio esa cultura ambiental a la que antes hacíamos referencia, y no en forma de beligerancia ecologista, sino como una tarea de sostenibilidad nacional básica.

Escrito por Editorial.22 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

Son alarmantes pero previsibles los datos contenidos en un estudio de la CEPAL según los cuales, en 18 años, de 1990 a 2007, nuestro país perdió 87 mil hectáreas de bosques. Esto nos coloca entre los cuatro países latinoamericanos con más pérdida en este campo; y, dada nuestra pequeñez territorial y nuestra densidad poblacional, el deterioro señalado se vuelve mucho más dramático en la realidad de los hechos. El fenómeno no es sólo nacional o regional, sino angustiosamente global. La incidencia de la acción humana sobre los distintos ámbitos de la naturaleza se ha venido volviendo aceleradamente destructiva; y al serlo, es a la vez autodestructiva. La humanidad está acabando con su hábitat natural, y las consecuencias de ello son cada vez más devastadoras.

En nuestro país, nunca ha habido una real conciencia sobre la responsabilidad ambiental; ha habido iniciativas muy focalizadas, pero no la cultura generalizada que sobre ello se necesita. Hasta no hace mucho, se actuaba como si no hubiera para qué ocuparse de la naturaleza y de sus recursos, como si éstos fueran a estar ahí siempre, independientemente de los abusos que se cometieran. Esa fantasía pudo sostenerse mientras nuestra vida fue básicamente rural o suburbana; pero cuando la urbanización tomó impulso en los decenios más recientes, el estrago ambiental comenzó a hacerse sentir, y hoy es un problema realmente crítico.

No sólo se pierden bosques y coberturas vegetales sino que se contaminan aguas y aires, se aumentan las vulnerabilidades en zonas de riesgo, se intensifican peligros como el de las cárcavas y los deslaves, se van alterando los ciclos anuales del clima, se multiplican las erosiones y así por el estilo. Y, entretanto, aumentan las víctimas evitables y el aparato institucional se mantiene en una especie de pasmo que no permite enfrentar de manera eficaz el casi permanente estado de emergencia en que se vive.

Se habla a diario de “cambio climático”, aquí y en todas partes; y aunque esto tenga que ver con los ciclos periódicos del clima, no es ocultable que las irresponsables concepciones imperantes sobre el desarrollo tienen un efecto directo sobre las calamidades ambientales que se acumulan y agudizan cada vez más. La naturaleza nos está pasando facturas implacables, y en ese sentido la situación en todas partes es de pronóstico reservado, si no se reconoce de veras que hay que redimensionar el desarrollo precisamente para que éste sea sostenible. Ya no valen evasivas, excusas ni pretextos. Si no hay una acción global suficiente puede llegar a pasar cualquier cosa.

En nuestro país, es hora de impulsar en serio esa cultura ambiental a la que antes hacíamos referencia, y no en forma de beligerancia ecologista, sino como una tarea de sostenibilidad nacional básica. En esa línea, una buena y sustantiva ley de ordenamiento territorial sería un instrumento vital. Ya no es admisible de ninguna manera que los pequeños intereses –tanto económicos como de gestión municipal– sigan imponiéndose sobre el inequívoco interés de supervivencia ciudadana que nos atañe a todos. Aquí hay una responsabilidad que no debería tener valladares en los colores políticos ni en las percepciones ideológicas de nadie. Estamos hablando de proteger efectivamente la gran casa compartida, que es el territorio nacional con sus diversos componentes. No se vale dejar nada de esto para mañana.

Tenemos que ser más responsables con la naturaleza

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