A inicio de los noventa la mayoría de sistemas educativos latinoamericanos iniciaron procesos de modernización institucional; la vieja racionalidad de los esquemas estatales omnipotentes, con una gran arquitectura organizacional basada en “papeles, sellos y firmas” para atender circuitos educativos muy sencillos comenzaba a colapsar frente a la nueva demanda de cobertura impulsada por la Declaración Mundial sobre Educación para Todos (Jontiem, 1990); en el debate aparecieron las nuevas tendencias de outsourcing, participación, descentralización, desconcentración, departamentalización y municipalización de la educación; también se revisaron y actualizaron todos los marcos legales, y en el camino se cruzaron las nuevas tendencias pedagógicas y curriculares constructivistas, la homologación de los niveles educativos y la privatización de la formación docente. La reforma o transformación estaba servida, eran los albores de la globalidad.
Escrito por Óscar Picardo Joao.06 de Octubre. Tomado de La Prensa Gráfica.A veinte años de esta era de cambios da la impresión que se ha revertido la tendencia; los aparatos estatales educativos han crecido y los ministerios o secretarías de Educación son importantes empleadores. Algunos de los mejores y pragmáticos indicadores de esta hipótesis son: a.- ¡¡¡insuficientes espacios en estacionamientos!!!; b.- disminución en el tamaño de los cubículos de trabajo; c.- nuevas direcciones o gerencias; d.- ampliación de la infraestructura; y e.- incremento del gasto en el presupuesto.
En el caso salvadoreño la fotografía es un tanto dramática; a quienes nos ha tocado visitar el MINED desde inicios de los noventa a la fecha hemos visto la entropía del estacionamiento; en los últimos tiempos hasta la plaza interna de los edificios administrativos es espacio para vehículos; los avances en descentralización en la ejecución del programa EDUCO seguramente se centralizarán ya que todos los maestros pasarán a ley de salarios, y esto implicará ampliar los servicios administrativos para atender las necesidades que antes eran suplidas por las ACE; tengo entendido que varios servicios que se desarrollaban por outsourcing o implementadoras se están limitando por razones de restricciones presupuestarias, pero como quiera que sea el Estado a través del MINED los tendrá que ejecutar. Los servicios logísticos para los nuevos programas de uniformes y alimentación seguramente estarán incrementando el aparato administrativo del MINED para control y supervisión.
Más allá de los cambios en la política educativa y en los programas estratégicos en la última década, asistimos a una nueva centralización de los servicios educativos, pero lo peor, a un esquema poco eficiente; si tomamos en cuenta que para 1998 el presupuesto de educación era aproximadamente de $311 millones, de los cuales un 63% se destinaba a salarios, 1.2% a la compra de bienes, 16.6% otros servicios, 2.3% bienes de capital y 16.9% transferencias, y con estos recursos se atendía una matrícula de 1,709,410 estudiantes (todos los niveles/ $181.93 por estudiante); 10 años más tarde el presupuesto casi se ha duplicado ($697 millones, de los cuales el gasto corriente fue $625 millones) para atender a 1,862,912 estudiantes (todos los niveles/ $374.14 por estudiante) ¿qué está sucediendo?, la interpretación lógica: el aparato burocrático está creciendo al doble; y a esto agreguemos que aún seguimos al margen de las tecnologías, con papeles, sellos y firmas... y con los mismos resultados de PAES.
El crecimiento del aparato burocrático educativo impacta negativamente en la calidad de la educación, gastamos más, pero gastamos mal, y a pesar de ello nuestra inversión no supera el 3% del PIB. ¿Hacia dónde van nuestros sistemas educativos latinoamericanos?: a continuar reproduciendo los mismos esquemas socio-económicos de la pobreza, de la exclusión y de la ineficiencia, ya que la escuela no cambia ni mejora; la educación seguirá siendo infravalorizada socialmente y poco relevante; mientras tanto el Estado crece.
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