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2010/10/08

EDH-Editorial-O todos en la cama, o todos en el suelo…

 Lo perverso del fallo es que pone en manos del supuesto agraviado no sólo determinar por sí y ante sí que su honor fue atropellado, sino además fijar el rescate con que exime de cargos al que acusa

08 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Los augustos magistrados de la Sala de lo Constitucional se hacen lenguas a lo largo del fallo que faculta meter en la cárcel a periodistas, editores y dueños de medios, de su devoción por la verdad, de lo esencial que es respetarla. En uno de sus párrafos se dice:

"Según lo interpreta esta Sala, lo único que se prohíbe es el ejercicio de la libertad de información con conocimiento de la falsedad del hecho o con un temerario desprecio a la verdad, entendiendo por veracidad la verificación y contrastación de las fuentes de información; fuentes que gozan de protección en una sociedad democrática."

Ya tenemos un caso de falsedad del hecho y un temerario desprecio a la verdad: las calumnias de un titular de Salud sobre lo que ganan los productores de fármacos, "tanto como el narcotráfico". No sólo falsificó información, insultó a un gremio y difamó sino que compareció ante cámaras para difundir su exabrupto. Más de algún medio se dio cuenta de la patraña, pero por ser de interés público dar a conocer lo que este señor afirmaba, las declaraciones terminaron en noticieros, diarios y programas, como también se difunden las diatribas de Ahmadinejad.

La gente toma esos ultrajes con tranquilidad, sabiendo que errare humanum est y conociendo la ruindad de tantos en este mundo.

Pero los informadores y los medios no sólo son sujetos al castigo del público que pierde confianza en ellos, sino que siempre están expuestos a que en otro canal o publicación les corrijan, haya aclaraciones desmintiéndoles, se rectifique.

La grotesca desproporción entre falta y castigo

El fallo pontifica sobre la protección al honor, al buen nombre y al respeto, el derecho a la intimidad, etcétera. Por desgracia los únicos que no tienen derecho a esas excelsas estimas son los periodistas, editores y dueños de medios, que pueden ser perseguidos con aludes de demandas, ser sentados en los banquillos donde sientan a criminales, ser esposados, encerrados en una celda llena de mareros, perder su trabajo, arruinar empresas y destruir los empleos que estas generan, porque se burlaron de un incapaz o dieron a conocer las patrañas de un sujeto que estafaba a sus clientelas.

Lo perverso del fallo es que pone en manos del supuesto agraviado no sólo determinar por sí y ante sí que su honor fue atropellado, sino además fijar el rescate con que exime de cargos al que acusa. "O pagas tanto, o te pudres en la cárcel". El juez, por su parte, no objeta nada, pues a lo mejor "la víctima" dona dinero a su obra de caridad favorita.

El caso es que si un truhán paga a un periodista para que, sin consentimiento del editor, publique una barbaridad que dé pie a una demanda, la indemnización exigida puede arruinar a una empresa. Si, por otro lado, los pobres vecinos de un cantón acusan de corrupto al alcalde, este no la emprende contra ellos, sino contra el medio pues sólo allí es que va a forrarse.

En esto de encarcelar a periodistas y arruinar medios por "ataques al honor" se da una grotesca y enorme desproporción entre la falta y el castigo, más en un país donde descuartizadores y plagiarios salen libres "por falta de pruebas" aunque les encuentren camisas ensangrentadas. No hay insulto que justifique sepultar en vida a alguien.

elsalvador.com :.: O todos en la cama, o todos en el suelo…

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