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2010/10/06

Contra Punto-“La Mara” adentro - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Por Juan José Dalton.06 de Octubre. Tomado de Contra Punto.

Hace poco había jóvenes mareros, rebeldes, en contradicción con sus familiares y la comunidad. En la actualidad hay familias mareras en las que abuelos, padres e hijos pertenecen a las pandillas. Hay comunidades mareras.

SAN SALVADORDomingo caluroso, atardecer tranquilo y sin el desorden diario del tráfico en la atribulada ciudad de Mejicanos, ubicada en la periferia norte de la capital. La gente regresa a sus casas después de visitas familiares, paseos o luego de acudir a misa. Un microbús de la Ruta 47 transporta a no más de 25 personas, incluidos el cobrador y el chofer de la unidad.

En una parada normal dos o tres jóvenes abordan la unidad; desenfundan inmediatamente sus armas; hay disparos... el cobrador cae muerto. Ordenan al chofer seguir adelante y doblar a mano derecha, 10 metros. El chofer es el siguiente en ser ejecutado sin mediar palabra; quizás alguien más entre los pasajeros que quiso resistirse. El pánico cunde en fracciones de segundos.

Abajo, en la calle, otros jóvenes a gran velocidad rocían de gasolina el microbús. Uno de ellos galón en mano sube a la unidad y la rocía por dentro, incluido a los pasajeros a quienes también atemorizaba con su arma. Acto seguido, otro de los jóvenes enciende el fuego... Gritos de espanto desde el interior del microbús...

Las sirenas de las patrullas policiales hicieron que los victimarios huyeran. Vecinos y policías acudieron a socorrer a los que pudieron; unos tiraban agua otros sacaron y accionaron extinguidores; rompieron los vidrios del microbús. Al final rescataron a 13 personas vivas de entre las llamas; otras once murieron incineradas. De los 13 sobrevivientes, cuatro fallecieron un tiempo después en hospitales al no resistir las quemaduras.

Ocurría eso a las 7 y media de la noche de aquel fatal domingo. En otra esquina de la colonia Jardín, del mismo Mejicanos, un microbus había sido ametrallado. Un pasajero murió de los impactos de bala. Se presume que haya sido una acción de distracción para que la policía se concentrara momentáneamente en dicho evento, mientras a unos cuantos metros ocurría el siniestro que dejó estupefacta a la sociedad salvadoreña.

Esta acción criminal protagonizada por pandilleros ha sido en El Salvador la de mayor envergadura y salvajismo que haya ocurrido desde la aparición de las llamadas “maras” en la década de 1980. Sólo hay un antecedente tenebroso: la masacre del 11 de diciembre de 1981, en el poblado campesino de “El Mozote”, provincia de Morazán, ocurrida durante la guerra civil (1980-1992). Las tropas especiales del ejército eran comandadas por el ya fallecido coronel Domingo Monterrosa. Decenas de menores de edad fueron introducidos en un recinto del convento y luego quemados con el fuego de lanzallamas.

La Pandilla 18 y la MS-13

El inspector Juan Bautista Rodríguez Godínez, es uno de los fundadores de la Policía Nacional Civil (PNC), de El Salvador, y quizás uno de los hombres que más conoce de las interioridades, desarrollo e historia de las dos pandillas principales: la Mara Salvatrucha o MS-13 y la Pandilla 18.

“Es curioso que la MS-13 no reconozca que es una pandilla y a los de la Pandilla 18 no les gusta que les digan mareros, pero tienen una historia parecida y sus formas de organización son casi las mismas”, aseguró el jefe policial, que se ha convertido en el principal conferencista internacional de El Salvador en el tema de pandillerismo.

De acuerdo a la literatura y a los testimonios existentes la primera de las pandillas en fundarse fue la Pandilla 18. Se dice que fueron mexicanos, o chicanos, residentes en Los Ángeles quienes la fundaron y retoman el nombre de una famosa calle, la 18, que dominaban. En un principio se dedicaban al libertinaje, bailes y la drogadicción (consumo y venta al menudeo). No eran marcadamente violentas, pero si rivalizaban con otras pandillas latinas y de afroamericanos.

“Fue entre 1992 y 1994 que comienza a escucharse el término de maras, referido a la Mara Salvatrucha (MS-13), llamada así porque fue fundada por salvadoreños en la calle 13 de Los Ángeles, donde tenían su dominio. La Salvatrucha nació violenta y también de dedicaban a cometer delitos: robos, asaltos, drogas y riñas callejeras”, explicó Godínez.

El flujo migratorio de salvadoreños, guatemaltecos y hondureños, hizo que estas dos pandillas crecieran, pero no sólo eso, sino que el fenómeno se transnacionalizara. En la actualidad hay Mara Salvatrucha y Pandilla 18 en casi todas las ciudades de Estados Unidos, en Canadá, México y en Europa, especialmente en España y en Italia. También sus dominios se han extendido como “corredores” por la región centroamericana: desde Guatemala hasta Panamá.

El nombre de Mara es una abreviatura del vocablo marabunta, nombre que se le da a una hormiga arrasadora de la selva sudamericana. “Marabunta” fue también una famosa película de terror y aventuras, filmada en 1953 e interpretada por Charlton Heston y Eleonor Parker.

Tras la proyección de aquella película entre la juventud salvadoreña se comenzó a usar el término de “mara” para identificar a un grupo de amigos, del barrio, de la escuela, de la Universidad, incluso, en el movimiento organizado antidictatorial.

Durante la guerra civil salvadoreña casi un millón de salvadoreños migraron a Estados Unidos, la mayoría en Los Ángeles, Washington, Chicago y Nueva York. Llegaron a residir en las zonas pobres, puesto que la mayoría era de bajos recursos. Entre Estados Unidos y El Salvador se crea un puente: los indocumentados que llegan a diario después de atravesar México, y los deportados que son regresados de Estados Unidos, con un puño de frustraciones.

“Los deportados que eran pandilleros en Estados Unidos regresaron al país con una subcultura, con códigos particulares de lenguajes y señas, así como con tatuajes con letras góticas. Cada vez más indocumentados, cada vez más deportados, cada vez más fueron creciendo las pandillas hasta llegar a lo que ahora son”, dice Rodríguez Godínez.

Algo definía a las maras en sus inicios: la vida loca. Era la vida en las calles de las barridas populares; las riñas entre mareros de la Salvatrucha y la 18. El miedo que provocaban con sus cuerpos tatuados, incluidos sus rostros. Sus gestos con las manos para identificarse entre los que son de una misma clica o tribu.

Pertenecer a una pandilla representaba para los jóvenes tener una identidad que no tenían en sus hogares desintegrados. Ser marero era tener sentido de pertenencia. Habría que jurar lealtad al grupo que al mismo tiempo brindaba protección y poder.

“Antes en la Mara Salvatrucha el rito de la iniciación era violento: trece segundos de golpiza en el suelo. La Pandilla 18 tenía algo parecido... En la actualidad es diferente, el que ingresa a la pandilla es enviado a asaltar, a robar o a matar. Asesinar a un policía es como un gran trofeo. Las jóvenes mujeres que ingresas o brincan a las maras son violadas por el grupo”, cuenta Rodríguez Godínez.

La violencia que rodea al tema del pandillerismo no tiene precedentes en El Salvador, pese a que esta nación siempre ha tenido altos niveles delincuenciales y confrontaciones sociales y políticas.

Pero a causa de la violencia en la actualidad El Salvador es el país más peligroso de Latinoamérica, con una tasa de homicidios en 2009 de más de 75 por cada 100.000 habitantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que una tasa de más de 10 por cada 100.000 habitantes representa una epidemia.

De la vida loca al crimen organizado

El fenómeno del pandillerismo, que tiene un origen social de abandono, exclusión, pobreza y falta de esperanzas en la juventud, según reconocen la experta en violencia, Jeannette Aguilar, así como el jefe policial Rodríguez Godínez, ha sufrido una metamorfosis radical: de pandillas juveniles a bandas del crimen organizado.

“El problema es muy complejo. Y se lo grafico de la siguiente manera para que haya comprensión de la magnitud del caso: hace pocos años habían jóvenes mareros, rebeldes, en contradicción con sus familiares y la comunidad. Pero en la actualidad hay familias mareras, en las que abuelos, padres e hijos pertenecen a las pandillas. ¡Existen comunidades mareras, donde la mayoría de las familias pertenecen a las pandillas y se ha creado una red social peligrosa!”, explica Rodríguez Godínez.

Agrega: “Antes, por ejemplo, habían clicas o tribus en comunidades, barrios y colonias residenciales, pero en la actualidad lo que existe es la unificación y coordinación de las clicas –especie de pelotones de ejército, en las que cada quién juega un papel: vigilancia, venta de drogas, robos y sicariato-, en lo que llaman Programas; el Programa de Tecla, en el centro del país, de la Mara Salvatrucha abarca desde la norteña provincia o departamento de Chalatenango, hasta el de Cuscatlán, San Salvador y La Libertad. Ahí hemos contabilizado cerca de 60 clicas”.

Las investigaciones realizadas en la actualidad dan cuenta en El Salvador que las dos maras (MS-13 y Pandilla 18), absorbieron al resto de pandillas históricas: la Mau-Mau, Chancleta y Latin King; pero además, este ya no es sólo un fenómeno urbano, sino también rural.

“Es una gran cadena social: existen los Palabreros, que son los reales jefes de las maras. Éstos son los que controlan a los jefes de los Programas y éstos a los jefes de clicas. En las clicas hay hombres y mujeres, viejos, jóvenes y hasta menores de edad. Es como un enjambre, como una metástasis expandida, algo complejo”, manifestó el jefe policial.

Jeannette Aguilar, directora del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop), de la jesuita Universidad Centroamericana (UCA), reitera que es un fenómeno social extendido, pero también abandonado por largo tiempo y al que sólo se ha querido frenar por medio de la represión a través de las políticas de “manos duras” y las “leyes antimaras”, que lejos de resolver el problema, lo complejizaron.

Esas políticas represivas que comenzaron con el gobierno de Francisco Flores (1999-2004) y que se mantienen hasta el momento, mantienen a cerca de 7 mil líderes de maras en las cárceles, pero el fenómeno no ha disminuido.

“En la actualidad uno de los delitos más extendido de las maras es la extorsión. Ellos antes extorsionaban o pedían la “cora” –los 25 centavos de dólar americano-; ahora no, ahora cobran entre 20 y 25 dólares por los pequeños negocios (tiendas y restaurantes), y la misma cantidad por autobús y microbús”, asegura el jefe policial.

Empresarios del transporte colectivo indican que anualmente tienen una pérdida de unos 9 millones de dólares, lo que ha sido corroborado por el director general de la Policía Nacional Civil (PNC), de El Salvador, Carlos Ascencio.

Lo dicho por Ascencio está contenido también en un estudio recientemente elaborado por el general retirado de Estados Unidos, Richard B. Goetze (hijo) y el médico, también estadounidense, Thomas Bruneau. Tal documento fue comentado en el diario de mayor circulación de Honduras, “ La Prensa”.

El estudio denota que “estos grupos delictivos (maras) tienen sometido a su merced al transporte en Honduras, Guatemala y El Salvador, ya que compiten con empresarios del transporte colectivo”, por medio de pequeños negocios y a través de las extorsiones.

Agregan los estadounidenses que información de inteligencia de la Policía de Honduras indica que la Mara Salvatrucha ha amasado tanta fortuna, producto de las extorsiones y tráfico de drogas en Centroamérica, que está invirtiendo en el transporte ejecutivo, ordinario y de carga.

“Los mareros, después de ser utilizados como mulas del narcotráfico o sicarios, se cansaron de servir a los carteles de la droga y ahora, en forma exclusiva, distribuyen y transportan drogas y armas en Centroamérica, y en la actualidad tienen capacidad empresarial”... “Está de más decir que compiten injustamente. Emplean la violencia contra los competidores y se auto-alquilan a otros negocios, como las compañías de autobuses, para intimidar a la competencia”, citaron Goetze y Bruneau.

En El Salvador la policía confirma que los mareros tienen negocios en el transporte, pequeños comercios como panaderías, ventas de CD y DVD, talleres de reparaciones de vehículos, Car Wash, en su mayoría lícitos. “Hay otros que no son lícitos. Tienen también negocios con los abogados que los defienden en los tribunales. Tienen tanto poder que cuando cae preso un marero, se le paga el abogado y se le mantiene a la familia; además que se le envía dinero al presidio”, detalló Rodríguez Godínez.

Las autoridades salvadoreñas actuales, encabezadas por Mauricio Funes –el primer presidente de izquierda que gobierna en El Salvador en toda su historia-, han desencadenado una lucha más profunda contra el pandillerismo.

El pasado domingo 18 de septiembre entró en vigencia la llamada Ley de Proscripción de Maras, Pandillas, Agrupaciones, Asociaciones y Organizaciones de Naturaleza Criminal, con la que el gobierno cree que pondrá un freno al poder de las bandas delincuenciales.

En adelante, todo aquel que se le compruebe que es miembro de una pandilla o mara podría ser sometido a juicio y ser condenado a cárcel, entre 3 y 6 años de prisión; igual pena podrían cumplir aquellos que respalden, apoyen o financien a estos grupos delictivos.

La nueva ley contemplará la extinción de dominios, capitales y bienes surgidos o fundados con dineros procedentes de las extorsiones o secuestros realizados por los pandilleros, según explicó el viceministro de Justicia y Seguridad, Henry Campos.

Campos también explicó que estas medidas de extinguir de los dominios de los mareros, así como los controles más rigurosos que se han impuesto en las cárceles, desde dónde salen muchas órdenes para cometer delitos, puede ser una esperanza para el eficaz combate del crimen y menguar la violencia.

Pero además detalló que se está preparando una Ley de Prevención y Rehabilitación de los pandilleros, que apuntalará las medidas sociales para el mejoramiento de la vida de las zonas marginales que históricamente han estado excluidas de todos los planes de desarrollo nacional. “Hoy la visión es de integración social”, ha recalcado el presidente Funes.

“Es un gran problema al que nos enfrentamos. Es difícil la rehabilitación porque aquel que se mete a una pandilla sabe que no hay vuelta atrás... No se puede renunciar. El marero no tiene amor a la vida; sabe que la suya será muy corta. Imagínense que el microbus que fue incendiado con la gente adentro fue por un acto de venganza contra la pandilla que reside en la zona. Fue un hecho que no tiene lógica, inaudito”, finalizó el experto Rodríguez Godínez.

Hay expectativas. El presidente salvadoreño se ha reunido con su homólogo mexicano Felipe Calderón para enfrentar la criminalidad en conjunto; igualmente el gobierno salvadoreño presentó el pasado 24 de septiembre un plan regional centroamericano para combatir el crimen organizado: narcotráfico y las pandillas, pero solicitó a la comunidad de Naciones Unidas (ONU), el apoyo para llevarlo a cabo, especialmente por la fragilidad de las economías centroamericanas y porque las instituciones locales están cundidas de corrupción y permeadas por bandas delictivas.

Llevar la expectativa a la realidad es lo que la mayoría de los centroamericanos, agobiados por una violencia sin límites, espera.

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