Luis Armando González.23 de Octubre. Tomado de ContraPunto.
SAN SALVADOR-Los elevados niveles de violencia prevalecientes en El Salvador tienen en zozobra a la sociedad. Hay quienes en las esferas empresariales y políticas, sin embargo, no se toman en serio el grave problema que representa la violencia. Sus opiniones y decisiones, muchas veces, no tienen ningún asidero en la realidad.
¿Cuál realidad? La violencia real en su manifestación más hiriente y trágica: los homicidios. Gracias al esfuerzo de un grupo de profesionales del Instituto de Medicina Legal esa violencia real ya ha sido puesta en datos, los cuales han sido sistematizados en el estudio de Fabio Molina Vaquerano (Jefe de Estadísticas Forenses del Instituto de Medcina Legal), titulado Epidemiología de los homicidios en El Salvador, periodo 2001-2008. (San Salvador, Instituto de Medicina Legal “Alberto Masferrer”, Unidad de Estadística Forense, 2009).
Si se quiere hablar con seriedad de la violencia que ha sacudido al país en la primera década de 2010, la consulta del documento preparado por Fabio Molina Vaquerano es imprescindible. En sus casi 600 páginas se recogen, de la manera más completa posible, los datos relativos a los homicidios en El Salvador en el periodo citado. Hablar de violencia sin tener ese documento a mano no sólo es irresponsable, sino una falta de respeto a las víctimas de la violencia que claman por justicia.
Al revisar las cifras de homicidios se hace evidente por qué El Salvador es en uno de los países más violentos de América Latina. Al comienzo del nuevo siglo, los datos de homicidios eran preocupantes: en 1999, 2,270 personas asesinadas; en 2000, 2,341; en 2001, 2,374; en 2002; 2,346; en 2003, 2,388; y en 2004, 2,933.
En la segunda mitad de la primera década del 2000, la situación es mucho más preocupante, tal como lo revelan los datos recogidos en Epidemiología de los homicidios en El Salvador: para 2005, se tuvieron 3,812 homicidios (con una tasa de 55.5 homicidios por cada 100 mil habitantes); en 2006, 3,928 (55.2 por cada 100 mil habitantes); en 2007, 3,497 (60.9 por cada 100 mil habitantes): en 2008, 3,179 (55.3 por cada 100 mil habitantes); y, finalmente, en 2009, 4, 382 (71.9 por cada 100 mil habitantes.
Comparados estos datos con cifras de los años noventa, se nota una disminución de los homicidios, pero la misma no permite hacerse ilusiones acerca de los logros obtenidos una década después: en 1994 se registraron 7,673 homicidios intencionales, mientras que en 1995 se registraron 7,877.
Costó que esa grave situación de violencia fuera reconocida en los años noventa; los gobiernos de ARENA tardíamente aceptaron esa realidad, pero dicho reconocimiento no llevó a impulsar una estrategia integral de seguridad ciudadana. La empresa privada también venció sus resistencias y terminó por reconocer la gravedad de la situación, sobre todo porque, a medida que el crimen organizado se fue afianzando, los golpes criminales contra el sector empresarial se hicieron más directos.
Sin embargo, esa toma de conciencia fue tardía, lo cual impidió diseñar, a tiempo, una estrategia integral de seguridad ciudadana. Los sectores empresariales presionaron a los gobiernos de ARENA para que combatieran a las bandas de secuestradores; pero esa presión no fue ejercida con la misma determinación en el caso de los otros tipos de violencia. Lo que se impuso fue una estrategia de seguridad ciudadana de carácter punitivo que, al mismo tiempo, fue maliciosamente impulsada con fines electorales que distorsionaron lo que de positivo pudo haber tenido.
Es de desear que el estudio Epidemiología de los homicidios en El Salvador, periodo 2001-2008 –al igual que otros que con el mismo afán se están preparando en el Instituto de Medicina Legal— fortaleza la toma de conciencia que se está dando en las actuales autoridades de gobierno y permita potenciar una estrategia de seguridad pública de carácter preventivo.
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