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2010/10/05

Co Latino-La Niña Vira se quedó en Salcoatitán | 04 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Dagoberto Gutiérrez.05 de Octubre. Tomado de Diario Co Latino.

Levemente abrió los ojos pero miró como si no viera o como si ya no quisiera mirar. Todo su rostro y toda ella expresó quietud y calma, como si hubiera llegado trabajosamente a un momento donde todas las palabras cayeran de los arboles como hojas reverdecidas. Así murió la Niña Vira Canales viuda de Morán, en Salcoatitán.
Eran las 10 y  media de la mañana del viernes  1º. de octubre y ella tenía 88 años, y era pequeña pero tremendamente fuerte en su carácter, y por eso no parecía ni aparecía como dura, sino, tal como son las personas fuertes, flexible y hasta suave, y sin embargo, en el momento en que murió, en ese mismo instante exacto, dejo de llover en Salcoatitán. Hacía una semana que Salcoatitán no descansaba de la incesante tormenta y el parque del pueblo, enfrente de la casona, donde la Niña Vira tenía su tienda surtida, amanecía y anochecía cubierto de bruma, mientras en las calles del pueblo jugaba la neblina como en un recreo de niños escueleros, y una bandada de perros negros iba y venía de Salcoatitán hacia Apaneca y de Apaneca hacia Salcoatitán.
La Niña Vira fue la viuda de Don Salvador Morán, largamente alcalde del pueblo y siempre supo que las riendas de la vida no necesitan de manos fuertes sino de cerebros sanos y que la vida misma existe para hacerla hermosa y para vivirla plenamente, y ella encarnó esta convicción.
Sus hijas, nietos/as y biznietos/as siempre vieron a su madre optimista y segura en la vida, dedicada al trabajo como una realización para poder vivir hermosamente y dedicada a vivir para trabajar dignamente, gozando de la vida y del trabajo. Su larga edad pudo quebrantar lentamente su cuerpo pero no afectó ni su ánimo, ni su amor a la vida, ni su estilo de llevar esta vida.
Los últimos quince días su cerebro fue golpeado casi sucesivamente por distintas afecciones vasculares, pero no sucumbió, y se aferraba a la vida como siempre lo hizo. Normalmente acompañaba sus mejores momentos con su correspondiente traguito de whisky, o de ron, o de cerveza, y nunca perdía el humor, pero todo su rostro parecía iluminarse cuando opinaba sobre las cosas con mucha propiedad y mucha prudencia, como sabiendo que siempre que se sabe de las cosas, lo primero que se sabe es que se sabe bien poquito, y por eso la Niña Vira no era impresionable por ninguna persona o espectáculo. Sorprendió no pocas veces a sus médicos que la mandaban a su casa para que muriera tranquilamente, pero ella resurgía de la bruma una y otra vez, sin disponerse a abandonar el festín de la vida mientras las madrugadas de Salcoatitán se hacían más frías y las bandadas de perros negros regresaban de Apaneca y se posesionaban del parque del pueblo. Entonces vino la lluvia y todos los cerros vecinos se estremecieron, los caminos se derrumbaron y los  árboles del parque perdieron todas sus hojas y les nacieron palabras.
La Niña Vira seguía luchando para viajar de la bruma a la lucidez y de la lucidez a la vida. En esos momentos bromeaba como lo acostumbraba a hacer, porque para ella la muerte no era una cosa seria y si era parte de la vida, hay que tomarla como un buen humor, y siempre que se pueda, con buenas pupusas revueltas, una buena platica y unas buenas cervezas.
Así era su ánimo, responsablemente prudente y afanosamente vital. Conocía muy bien a cada persona de Salcoatitán, porque aunque no salía de su casa con frecuencia, a su tienda llegaban todos y todas las versiones, y sentada en su silla con un suéter azul que era el de su gusto, escuchaba y conversaba, mientras a su alrededor crecían como bandadas de palomas blancas, su familia, y se multiplicaban sus nietos y biznietos, de modo que en su casa iban apareciendo rostros y voces diferentes, como aparecidos entre las raíces esenciales de la sangre.
Los últimos diez días fueron de agonía y la muerte peleaba tenaz contra la vida y aquellos pequeños ojos que alumbraron siempre un rostro inteligente parecieron descansar de la lucidez, pero sin renunciar a la conocida lumbre amorosa de la vida, mientras Salcoatitán era cubierto todo por la incesante cortina de lluvia, y cuando la tormenta cesó en Apaneca, en Juayúa, en Sonsonate y Ataco, en Salcoatitán seguía lloviendo, y en los últimos días una bandada de palomas blancas ocupó los árboles más altos del parque de enfrente  y, de repente, en los últimos tres días anteriores al primero de octubre, una mano invisible tocaba las campanas de la iglesia cada medio día, y la neblina parecía enamorada de las calles anegadas.
De manera apacible, segura y tranquila, murió en los brazos de la más pequeña de sus nietas y, como quien se queda dormida después de una noche de fiesta, la Niña Vira descansó para seguir viviendo, porque ella nunca renuncio ni renunciará a seguir viviendo en el pueblo más lindo del mundo. La manada de perros negros se perdió en su carrera hacia Apaneca, la bandada de palomas sobrevoló tres veces el parque y como lluvia de pañuelos blancos cayó sobre el pueblo, las campanas de la iglesia sonaron al amparo de una mano triste, y la lluvia tenaz se fugó por los cerros, por las quebradas y los precipicios, cuando a la diez y media de la mañana, la Niña Vira se marchó sin marcharse, se durmió para despertar y descansó para seguir viviendo.   

La Niña Vira se quedó en Salcoatitán | 04 de Octubre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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