Comentarios mas recientes

2010/09/20

LPG-Política: realidad y ficción

 Un proceso de construcción democratizadora como el que caracteriza la vida política nacional desde comienzos de los años ochenta del pasado siglo, pero sobre todo desde 1992, cuando se selló la conflictividad bélica y se abrió la etapa de la competitividad abierta, no es ni puede ser ejercicio mecánico. En primer lugar, dicho proceso específico se inserta en un proceso mayor, que es el proceso histórico que vive nuestra sociedad desde siempre, y más precisamente desde el comienzo de su vida republicana. En otras palabras, nuestra democratización no es un hecho de generación espontánea, ni mucho menos: tiene raíces y fuerzas motoras, a la vez que resistencias acumuladas y frenos interesados. Al ser construcción, requiere un orden de desarrollo, que considere de manera suficiente todos los elementos antes mencionados.

Escrito por David Escobar Galindo.20 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

La democratización salvadoreña fue una de las más retrasadas en el área centroamericana, y esto marca también su desempeño. Durante todo el siglo XIX no hubo ningún intento de real democratización. A lo largo de la primera mitad del siglo XX, aquella falla hizo varias crisis, sin que ninguna de ellas fuera capaz de enderezar el rumbo; y más bien hubo efectos contrarios, como el tratamiento que se le dio a la crisis traumática y reveladora de 1932. Durante la segunda mitad del siglo XX, la falencia básica del sistema antidemocrático imperante trajo los primeros atisbos de cambio, erráticos e insuficientes, como fue la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. Las torsiones y distorsiones inocultables en las presidenciales de 1972 y de 1977 sacaron más a luz la inminencia del colapso. Este llegó en las vísperas de la guerra.

La democratización —que arribó porque no había otra alternativa disponible— se estrenó ya entre las balas de la lucha fratricida. Y tanta era la necesidad histórica de democratizar nuestra realidad política, que dicho proceso siguió avanzando en medio de la refriega. La negociación lo que vino a hacer fue revelar como acuerdo un hecho que ya estaba vivo en la atmósfera del país: el fracaso de la guerra, que fue el último acto del antiguo drama nacional, y el surgimiento de la paz, que venía a ser el primer acto del nuevo drama. El drama de la división se hundía y el drama de la integración se alzaba. Pero en las percepciones, en las actitudes y en las conductas de los seres humanos aquellos dos dramas seguían y seguirían moviendo sus fuerzas por largo tiempo. Es lo que tenemos hoy: la transición cada vez más notoria de un drama a otro.

Todo esto acarrea una gran cantidad de efectos y por eso somos un laboratorio que merece mucha más atención que la que se le presta. La aludida transición es, entre muchas otras cosas, una mezcla de realidad y de ficción. La realidad está más en el proceso mismo y en las energías que lo empujan; la ficción está más en lo que aún son y en lo que aún se resisten a ser los actores políticos. La alternancia, que era una prueba para la cual el proceso estaba preparado al menos desde hace una década, se retrasó por el predominio de la ficción en las percepciones políticas de los actores, y, en especial, entonces, en las del partido alternante, que es el de izquierda. Las ofertas electorales de la izquierda en 1999 y en 2004 eran simples intentos de mantener vivo el pasado. En 2009, la angustia de la derecha fue resultado de la intención de congelar el presente.

Ambas cosas, anhelos imposibles, y por consiguiente de alta peligrosidad. En 2009 se consumó la alternancia, pero en forma larvada. No fue alternancia plena de proyectos políticos, como era esperable que fuera, en el sentido estabilizador de tales términos. Y aquí hay que señalar otra situación que ya no es sostenible: las fuerzas políticas no pueden ser viables sin proyectos políticos de base. Con palabras sueltas y con frases más o menos de efecto no puede haber fundamentaciones sólidas que aguanten el traqueteo de la competitividad. Es el caso que ni siquiera hay idearios ideológicos asumidos, lo cual, en las actuales circunstancias del país y del mundo, puede ser considerada como una gran oportunidad en el sentido de no tener que demoler lo ya inservible para poder levantar lo que apuntala la salud del proceso.

En tanto más se dilate la maduración de las fuerzas políticas, más difícil será pasar a las otras fases necesarias de la democratización: la social, la económica, la cultural. Estas otras fases, para ser sustentadoras del proceso y no dislocadoras del mismo, requieren un escenario político en el que no sólo estén todos los que deben y quieren estar —que es en lo que más se ha avanzado—, sino que en el que los que estén se desempeñen y se desenvuelvan con todas las de la ley y como la democracia manda. Ahora vemos que el tramo 2009-2014 puede ser positivo en este avance, aunque de seguro no en la profundidad que hubiera sido deseable. En todo caso, tenemos confianza en que la realidad vaya ganándole cada vez más terreno a la ficción, en lo que al dinamismo político se refiere. Y hay que asegurarse de que sea así.

Loading comments...

Problems loading Disqus?

Política: realidad y ficción

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.