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2010/09/14

LPG-El viaje de la discordia

El presidente de un país pobre y agobiado por inmensas necesidades no debiera gastar fondos públicos en viajes que siempre salen bastante costosos, a no ser que haya de por medio una clara ganancia para el país.

Escrito por Joaquín Samayoa.15 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.


La iniciativa del FMLN para propiciar una visita oficial del presidente Funes a Cuba es una verdadera zancadilla política. Postergando el viaje, Funes ha dado un salto para esquivarla, pero se encuentra todavía suspendido en el aire y está por verse si cae bien parado o se fractura un tobillo al caer.

Las visitas de cualquier jefe de Estado a la isla nunca son enteramente protocolarias; siempre tienen un propósito eminentemente político, aunque se aproveche la ocasión para firmar convenios de intercambio comercial o asistencia técnica en salud, educación y deportes. En el caso que nos ocupa, esto es aún más cierto, ya que al abrir relaciones diplomáticas con Cuba por vez primera desde que se instaló el régimen castrista, Funes ha pagado lo que él veía como una deuda histórica, pero más allá de ese signo de ruptura con la derecha salvadoreña más recalcitrante, nuestro presidente no ha dado declaraciones ni ha hecho gestos que puedan siquiera remotamente interpretarse como muestras de voluntad de un acercamiento más estrecho.

Por el contrario, luego de un manejo sumamente cuidadoso del tema durante la campaña electoral, Funes ha rechazado de manera cada vez más clara y explícita la posibilidad de mirar hacia ese tipo de regímenes en búsqueda de un modelo político, económico y social para El Salvador. Esto, además de un asunto de ideas, es también un tema de valores y de personalidad. Mauricio Funes no es el tipo de persona que adopta ídolos o se somete a padrinos políticos que quieran dictarle el libreto de su presidencia. Con los Castro, los Chávez y los Ortega de este mundo, el presidente prefiere guardar distancias y aplicarles freno de pie y de mano.

Y esto no es solo un decir. Ya lo demostró claramente resistiendo las fuertes presiones del bloque bolivariano y de todos los que se adhirieron a ese grupo durante el conflicto hondureño y sus secuelas. También lo ha demostrado por omisión. Ha sido un presidente bastante activo en la escena internacional, pero no ha mostrado mucho interés o entusiasmo por visitar a los mandatarios con los que la dirigencia del FMLN se siente más identificada.

El posicionamiento de Funes en política exterior es congruente con sus ideas y con su personalidad, pero además ha resultado ser una mina de uranio en términos de conveniencia política, ya que una nutrida mayoría de salvadoreños, de manera reiterada y contundente, aprueban las distancias que ha marcado su presidente respecto de sistemas políticos estatizantes que obligan a la población a pagar un alto costo en represión y supresión de derechos y libertades, sin lograr sacarla de la pobreza y el atraso.

Si Funes logrará implementar con éxito un modelo alternativo es harina de otro costal o billete de otro barril. De momento, esos esfuerzos se ven bastante cuesta arriba, pero no por ello se va a tirar el presidente a los brazos de los cubanos o adoptará ideas que, a falta de creatividad de la izquierda más conservadora, se reciclan y se venden como algo novedoso y promisorio, cuando en realidad son esquemas obsoletos y fracasados.

Normalmente un presidente no realiza más de tres o cuatro visitas de Estado por año durante su mandato. El presidente de un país pobre y agobiado por inmensas necesidades no debiera gastar fondos públicos en viajes que siempre salen bastante costosos, a no ser que haya de por medio una clara ganancia para el país. Si de cualquier forma Funes solo podrá hacer unas pocas visitas oficiales a otros países, la pregunta es si Cuba debe ser uno de ellos.

La trampa que el FMLN le ha puesto al presidente consiste en lo siguiente. Habiéndose realizado ya las gestiones preliminares para la visita, si Funes no la realiza le estaría haciendo un desprecio al gobierno cubano y se distanciaría aún más del FMLN y de sus bases más radicalizadas; pero si la realiza se vería en una situación muy incómoda, porque no puede llegar a la isla en actitud hostil o siquiera crítica, pero tampoco puede ser descaradamente hipócrita y expresar afectos que no siente e ideas que no comparte.

Para proteger la imagen y las credenciales democráticas del presidente, su visita a Cuba tendría que ser cuidadosamente planificada, negociando previamente dónde va y dónde no va, con quién habla y con quién no habla, de qué habla y de qué no habla. Y esa es una negociación imposible, porque son contradictorios los propósitos políticos de cada una de las partes.

El viaje de la discordia

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